domingo, 2 de noviembre de 2014

Menrila: Capitulo 7

Capitulo 7
Dormimos en casa de Michelle y a la mañana siguiente Feinan fue el primero en levantarse, pero no se molestó en prepararnos el desayuno. Ni siquiera preparó el suyo. Se quedó pensativo con el vaso en la mano, hasta que se levantó Kyle. Entonces fue como si se despertara de pronto diciendo:
- Kyle, tenemos que irnos, ya. –y mientras tanto empezó a preparar bocadillos para el viaje.
Kyle se quedó perplejo. Primero decía que no me dijera nada sobre la misión que tenían y sobre de que yo fuera la “última elegida” y ahora decía que se tenían que ir.
- ¡¿Pero qué dices?! –gritó Kyle.



- Baja la voz –le ordenó Feinan- tú no tienes porque venir, si quieres quédate, si quieres quédate viviendo en la casa de Michelle, con Michelle –lo último dijo dándole un codazo a Kyle y éste puso los ojos en blanco- mira, haz lo que quieras pero yo me voy.
- ¿Por qué? –dijo Kyle, triste.
- Porque –hizo una pausa- después de lo que pasó ayer… me he dado cuenta de que la quiero, y mucho. Y estando yo aquí están en peligro, las dos. No quiero ser un problema, mejor dicho un peligro. –luego dijo muy decidido- me voy de aquí hoy mismo.
- Me voy contigo –dijo Kyle y Feinan sonrió tristemente.- pero después de despedirse debidamente, puede que no las veamos nunca más.
- Tienes razón.
Justo en ese momento aparecimos nosotras en la cocina y ellos desviaron la mirada. Michelle y yo nos miramos extrañados y decidí preguntar:
- Vale. ¿Qué pasa aquí? –nadie me respondió- miradnos. –tampoco me hicieron caso.- ¡Basta ya! –odio que me ignoren de esa manera.
Entonces Kyle miró a Feinan y éste hizo un gesto de afirmación.
- Nos tenemos que ir, ya.
- ¡¿Qué?! –dije sin saber qué más decir.- ¡¿Por qué?!
- Por la misión –intervino Feinan mordiéndose el labio. Estaba nervioso.- sino podríamos perder la guerra ¿y no nos conviene, verdad? –dijo intentando bromear.
- Sé que no es solo eso. Escondéis algo desde que llegasteis y pienso averiguarlo. –les hice saber y ellos me miraron boquiabiertos.- Pero eso ahora me da igual, nos os vayáis. –dije con toda la sinceridad.
- No. No os podéis ir, por favor –dijo Michelle, casi suplicando. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas.

- Por favor –les dije y luego le miré a Feinan- por favor. –repetí y exploté en lágrimas. Era la primera vez que lo hacía delante de la gente desde que prometí no hacerlo cuando murió mi hermano, pero aunque lo intentara, no podía dejar de llorar. Feinan me abrazó.



Lloré un montón apoyada es su pecho hasta que noté una lágrima que no era mía en la frente. Miré para arriba y vi que él también tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se negaba a llorar.



- No pienses que soy un llorica eh –me dijo cuando se enteró que lo miraba e intentó sonreír.
- Lo mismo te digo. –le dije y entonces me besó. Tal vez sería nuestro último beso, o tal vez no sería el último, pero de lo que estaba segura era que estaría un montón de tiempo lejos de él.

Fue un beso largo, larguísimo y cuando se terminó, sentí como una punzada en mi corazón. Se me ocurrió una idea.
- Déjame el puñal. –le dije secándome las lágrimas.
- ¿Para qué? –me preguntó sorprendido.
- Tú déjamelo –me lo dio y cuando lo tenía en las manos, cerré los ojos; así me concentraba mejor. Enredé unas raíces salidas de mis manos en el puñal y luego hice crecer una flor pequeñita en un extremo.- Toma –y le devolví el puñal.- Escucha la flor –él hizo lo que le decía.
- ¡Se oyen latidos, como si fuera un corazón! –dijo asombrado.
- Es el mío –le expliqué y sus ojos se abrieron como platos.- Así sabrás que estoy bien, o al menos, si no lo pierdes, te acordarás de mí –me sonrió- Si mi corazón deja de latir, la flor también lo hará. Y si estoy enferma, la flor se marchitará. Sabrás como estoy.


- Vaya. Es impresionante. –dijo- muchas gracias –y me abrazó otra vez- te quiero.
- Yo también te quiero –le confesé.



Pasado un rato, más corto de lo que me gustaría, nos separamos y el cogió los bocadillos. Nos fuimos a donde estaban Kyle y Michelle. Yo abracé a Kyle como despedida y Feinan abrazó a Michelle.
Entonces llegó el momento que no quería que llegase con todas mis ganas, el momento en que se iban. Abrieron la puerta y estaban a punto de irse hasta que Feinan se paró de golpe. Se quitó un collar. El collar era un simple cordón enganchado a ¡la piedra color esmeralda que arrancó en la cueva! Retrocedió un poco hasta llegar al sitio que estaba yo y allí me puso el colgante.



- Como mis ojos ¿Recuerdas? –me recordó.
- Sí. Por cierto, preciosos. –le dije.
Nos dedicamos nuestra última sonrisa y se fue. Se alejó y se alejó y se alejó, hasta que desaparecieron de mi vista. Michelle, que todavía seguía llorando, me abrazó y me llevó dentro de casa.
- Volveremos a verlos –me aseguró. Pero yo no estaba muy segura de eso.
Pasé todo el día deambulando como una sonámbula y Michelle no dijo ni una palabra, lo que era rarísimo en ella. Siempre tiene algo que decir.
- Rei, me voy a la cama –me dijo entonces- buenas noches.
- Que duermas bien –le dije e intenté sonreír, pero no funcionó.
Me quedé sola sentada en una esquina de la entrada, al lado de la puerta, como si creyera que volverían a entrar por esa misma puerta que los vio marchar.




Pasé toda la noche allí, observando la piedra color esmeralda y soñando despierta con los ojos de Feinan. Y esperando al momento en el que pudiera volver a verlo sonreír.
El día siguiente también fue asqueroso. Decidí ir a mi casa y desahogarme con mi abuela contándole todo lo sucedido. Otra vez me encontré a mí misma llorando, sin poder dejar de hacerlo, abrazando a mi abuela e intentando olvidar todo aquello cayendo en un sueño profundo, con la esperanza de no volver a despertar para no sufrir tanto.
Me desperté y vi que mi abuela todavía seguía a mi lado, llorando y abrazándome.
- Mi pequeña Reira, volveréis a encontraros. Sé que el destino lo quiere de esa manera. –y entonces sonrió- tú eres fuerte, prepárate para ello.
- Gracias, abuela. Eres la mejor –le dije con una pequeña sonrisa apagada. No sabía lo que haría sin ella y sin Michelle. Eran todo lo que una chica podía desear: una abuela y tú amiga que nunca te faya. Era lo que me quedaba y era afortunada de tenerlas al lado.
Cuando ya nos tranquilizamos las dos, salí con mi arco y la espada de mi padre al bosque. Convencí a Michelle de que viniera ella también.
- ¿Qué pretendes que haga yo? – me preguntó Michelle mientras observaba la espada.


- Entrenarme.
- ¡¿Qué?! Yo no sé nada de todo esto. ¿Cómo pretendes que te entrene?
- Yo te entreno a ti y tú me entrenas a mí –le expliqué.
- Reira, no estoy muy segura de querer hacerlo –me dijo.
- ¿Si no lo haces tú, quién lo hará? Todos los guerreros se han ido y no pienso pedirle a Jaden que me entrene.
- Hablando de Jaden… hay algo que no sabes.
- ¿El qué? –pregunté ansiosa de saberlo.
Ella me contó todo lo sucedido en la fiesta y cómo quería volver conmigo. Pero yo no podía volver con él, mejor dicho, no quería estar con nadie que no se llamara Feinan.
- Pues entonces, ¿entrenamos juntas? –le pregunté.
- ¿Cómo es que siempre consigues que haga lo que quieres? –me preguntó ella con una sonrisa que llevaba todo el día sin aparecer.
- Porque eres la mejor amiga que existe. –le dije y ella me abrazó.



El entrenamiento fue un desastre total, pero al menos nos distrajimos y no pensamos en “cosas tristes”. Al final del día estaba hecha polvo y nada más entrar en casa de Michelle, me senté en el suelo, al lado de la puerta. Lloré un poco más y me quedé dormida allí mismo.

Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


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