Capitulo
7
Dormimos
en casa de Michelle y a la mañana siguiente Feinan fue el primero en
levantarse, pero no se molestó en prepararnos el desayuno. Ni
siquiera preparó el suyo. Se quedó pensativo con el vaso en la
mano, hasta que se levantó Kyle. Entonces fue como si se despertara
de pronto diciendo:
-
Kyle, tenemos que irnos, ya. –y mientras tanto empezó a preparar
bocadillos para el viaje.
Kyle
se quedó perplejo. Primero decía que no me dijera nada sobre la
misión que tenían y sobre de que yo fuera la “última elegida”
y ahora decía que se tenían que ir.
-
Baja la voz –le ordenó Feinan- tú no tienes porque venir, si
quieres quédate, si quieres quédate viviendo en la casa de
Michelle, con Michelle –lo último dijo dándole un codazo a Kyle y
éste puso los ojos en blanco- mira, haz lo que quieras pero yo me
voy.
-
¿Por qué? –dijo Kyle, triste.
-
Porque –hizo una pausa- después de lo que pasó ayer… me he dado
cuenta de que la quiero, y mucho. Y estando yo aquí están en
peligro, las dos. No quiero ser un problema, mejor dicho un peligro.
–luego dijo muy decidido- me voy de aquí hoy mismo.
-
Me voy contigo –dijo Kyle y Feinan sonrió tristemente.- pero
después de despedirse debidamente, puede que no las veamos nunca
más.
-
Tienes razón.
Justo
en ese momento aparecimos nosotras en la cocina y ellos desviaron la
mirada. Michelle y yo nos miramos extrañados y decidí preguntar:
-
Vale. ¿Qué pasa aquí? –nadie me respondió- miradnos. –tampoco
me hicieron caso.- ¡Basta ya! –odio que me ignoren de esa manera.
Entonces
Kyle miró a Feinan y éste hizo un gesto de afirmación.
-
Nos tenemos que ir, ya.
-
¡¿Qué?! –dije sin saber qué más decir.- ¡¿Por qué?!
-
Por la misión –intervino Feinan mordiéndose el labio. Estaba
nervioso.- sino podríamos perder la guerra ¿y no nos conviene,
verdad? –dijo intentando bromear.
-
Sé que no es solo eso. Escondéis algo desde que llegasteis y pienso
averiguarlo. –les hice saber y ellos me miraron boquiabiertos.-
Pero eso ahora me da igual, nos os vayáis. –dije con toda la
sinceridad.
-
No. No os podéis ir, por favor –dijo Michelle, casi suplicando. A
mí se me llenaron los ojos de lágrimas.
-
Por favor –les dije y luego le miré a Feinan- por favor. –repetí
y exploté en lágrimas. Era la primera vez que lo hacía delante de
la gente desde que prometí no hacerlo cuando murió mi hermano, pero
aunque lo intentara, no podía dejar de llorar. Feinan me abrazó.
Lloré
un montón apoyada es su pecho hasta que noté una lágrima que no
era mía en la frente. Miré para arriba y vi que él también tenía
los ojos llenos de lágrimas, pero se negaba a llorar.
-
No pienses que soy un llorica eh –me dijo cuando se enteró que lo
miraba e intentó sonreír.
-
Lo mismo te digo. –le dije y entonces me besó. Tal vez sería
nuestro último beso, o tal vez no sería el último, pero de lo que
estaba segura era que estaría un montón de tiempo lejos de él.
Fue
un beso largo, larguísimo y cuando se terminó, sentí como una
punzada en mi corazón. Se me ocurrió una idea.
-
Déjame el puñal. –le dije secándome las lágrimas.
-
¿Para qué? –me preguntó sorprendido.
-
Tú déjamelo –me lo dio y cuando lo tenía en las manos, cerré
los ojos; así me concentraba mejor. Enredé unas raíces salidas de
mis manos en el puñal y luego hice crecer una flor pequeñita en un
extremo.- Toma –y le devolví el puñal.- Escucha la flor –él
hizo lo que le decía.
-
¡Se oyen latidos, como si fuera un corazón! –dijo asombrado.
-
Es el mío –le expliqué y sus ojos se abrieron como platos.- Así
sabrás que estoy bien, o al menos, si no lo pierdes, te acordarás
de mí –me sonrió- Si mi corazón deja de latir, la flor también
lo hará. Y si estoy enferma, la flor se marchitará. Sabrás como
estoy.
-
Vaya. Es impresionante. –dijo- muchas gracias –y me abrazó otra
vez- te quiero.
Pasado
un rato, más corto de lo que me gustaría, nos separamos y el cogió
los bocadillos. Nos fuimos a donde estaban Kyle y Michelle. Yo abracé
a Kyle como despedida y Feinan abrazó a Michelle.
Entonces
llegó el momento que no quería que llegase con todas mis ganas, el
momento en que se iban. Abrieron la puerta y estaban a punto de irse
hasta que Feinan se paró de golpe. Se quitó un collar. El collar
era un simple cordón enganchado a ¡la piedra color esmeralda que
arrancó en la cueva! Retrocedió un poco hasta llegar al sitio que
estaba yo y allí me puso el colgante.
-
Como mis ojos ¿Recuerdas? –me recordó.
-
Sí. Por cierto, preciosos. –le dije.
Nos
dedicamos nuestra última sonrisa y se fue. Se alejó y se alejó y
se alejó, hasta que desaparecieron de mi vista. Michelle, que
todavía seguía llorando, me abrazó y me llevó dentro de casa.
-
Volveremos a verlos –me aseguró. Pero yo no estaba muy segura de
eso.
Pasé
todo el día deambulando como una sonámbula y Michelle no dijo ni
una palabra, lo que era rarísimo en ella. Siempre tiene algo que
decir.
-
Rei, me voy a la cama –me dijo entonces- buenas noches.
-
Que duermas bien –le dije e intenté sonreír, pero no funcionó.
Me
quedé sola sentada en una esquina de la entrada, al lado de la
puerta, como si creyera que volverían a entrar por esa misma puerta
que los vio marchar.
Pasé
toda la noche allí, observando la piedra color esmeralda y soñando
despierta con los ojos de Feinan. Y esperando al momento en el que
pudiera volver a verlo sonreír.
El
día siguiente también fue asqueroso. Decidí ir a mi casa y
desahogarme con mi abuela contándole todo lo sucedido. Otra vez me
encontré a mí misma llorando, sin poder dejar de hacerlo, abrazando
a mi abuela e intentando olvidar todo aquello cayendo en un sueño
profundo, con la esperanza de no volver a despertar para no sufrir
tanto.
Me
desperté y vi que mi abuela todavía seguía a mi lado, llorando y
abrazándome.
-
Mi pequeña Reira, volveréis a encontraros. Sé que el destino lo
quiere de esa manera. –y entonces sonrió- tú eres fuerte,
prepárate para ello.
-
Gracias, abuela. Eres la mejor –le dije con una pequeña sonrisa
apagada. No sabía lo que haría sin ella y sin Michelle. Eran todo
lo que una chica podía desear: una abuela y tú amiga que nunca te
faya. Era lo que me quedaba y era afortunada de tenerlas al lado.
Cuando
ya nos tranquilizamos las dos, salí con mi arco y la espada de mi
padre al bosque. Convencí a Michelle de que viniera ella también.
-
Entrenarme.
-
¡¿Qué?! Yo no sé nada de todo esto. ¿Cómo pretendes que te
entrene?
-
Yo te entreno a ti y tú me entrenas a mí –le expliqué.
-
Reira, no estoy muy segura de querer hacerlo –me dijo.
-
¿Si no lo haces tú, quién lo hará? Todos los guerreros se han ido
y no pienso pedirle a Jaden que me entrene.
-
Hablando de Jaden… hay algo que no sabes.
-
¿El qué? –pregunté ansiosa de saberlo.
Ella
me contó todo lo sucedido en la fiesta y cómo quería volver
conmigo. Pero yo no podía volver con él, mejor dicho, no quería
estar con nadie que no se llamara Feinan.
-
Pues entonces, ¿entrenamos juntas? –le pregunté.
-
¿Cómo es que siempre consigues que haga lo que quieres? –me
preguntó ella con una sonrisa que llevaba todo el día sin aparecer.
El
entrenamiento fue un desastre total, pero al menos nos distrajimos y
no pensamos en “cosas tristes”. Al final del día estaba hecha
polvo y nada más entrar en casa de Michelle, me senté en el suelo,
al lado de la puerta. Lloré un poco más y me quedé dormida allí
mismo.
Escrito por: Seira Vela
Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.
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