Capitulo
8
Estuve
toda la semana entrenando día y noche y tengo que decir que mejoré
un montón. Clavaba todas las flechas justo en el centro de las
dianas y manejaba la espada como nunca imaginé que llegaría a
hacerlo. También aumenté mi poder con la naturaleza y todos mis
sentidos mejoraron un montón. Fue todo un logro para mí.
Michelle,
al menos conseguía clavar las flechas en la diana, a diferencia de
antes, y ya no se hacía cortes con la espada.
Lo
peor era que estábamos agotadas y decidimos tomar un par de días de
descanso. En nuestros días de descanso fuimos a pasear por el
pueblo, pero no había nada nuevo que ver. El bosque también estaba más solitario que lo normal.
Faltaba
gente, mejor dicho hombres, y daba al pueblo una sensación de vacío.
¡Tenía tantas ganas para que la guerra se terminara! Y eso que todavía
no había empezado.
***
Kyle
y Feinan seguían con su viaje a Nilanda y mientras tanto preparaban
la excusa que le iba a poner Feinan a su padre (el rey) para decirle
que no habían encontrado al último elegido.
-
Le decimos que hemos buscado en todo el pueblo, en cada casa que
había y que también hemos mirado en el bosque, pero que no hay ni
rastro del último elegido. –dijo Kyle- ¿Se lo tragará? –preguntó
entonces dubitativo.
-
No sé –confesó Feinan- pero estoy seguro que enviará a alguien a
dar la noticia de que hemos estado allí y no lo hemos encontrado.
–hizo una pausa- Espero que Reira no descubra que la elegida es
ella.
Siguieron
andando, cabizbajos. Había la posibilidad de que los castigaran por
no cumplir la misión y alejarse de Segelia. Pero ellos no estaban
dispuestos a ponernos en peligro a Michelle y a mí. Tenían que
pensar algo para sobrevivir.
-
Si fuera a Nilanda tampoco me dirían ni me harían nada, no soy de
allí así que no me pueden hacer nada. –aseguró Kyle.- Pero a ti
tampoco te harán nada. Tú padre no lo permitirá y tampoco le
conviene a nadie que te maten, eres uno de los elegidos.
-
Eso espero.
Todavía
les quedaba dos días de viaje y aunque los dos estaban hambrientos
tenían que aguantar hasta el día siguiente, no tenían mucha comida
con ellos.
***
En
esa misma noche tuve la pesadilla de siempre pero con algo más.
¡Descubrí la sonrisa del guerrero! Estaba segura de a quién
pertenecía, no había otra igual. Era la de Feinan, sin dudarlo.
Pero, ¿Qué significaba aquello? El guerrero herido que ahora yacía
en el suelo y que peleaba con fuego tenía la sonrisa de Feinan.
Pensé que solo sería una pesadilla sin sentido y no le di
importancia.
Cuando
me levanté Michelle ya tenía el desayuno preparado y me senté al
lado de ella.
-
Bueno… con la pesadilla de siempre.
-
¿Por qué tienes siempre el mismo sueño? Es extraño.
-
No es siempre igual. Algunas veces se alarga y pasan más cosas –no
le quise decir nada sobre lo que soñé hoy y cambié de tema.- ¿Qué
haremos hoy?
-
Ah, yo tengo que ir a leerles una historia a los niños. Se lo
prometí a Luisa. –me hizo saber ella.
Otra
vez me quedaba sola sin saber qué hacer. La verdad es que ya me
estaba acostumbrando.
-
Vale. –entonces se me ocurrió una cosa- no me esperes despierta.
-
¿Qué pretendes hacer? ¿A dónde vas?
***
Mientras
tanto Kyle y Feinan estaban en una cueva desayunando. Feinan miraba
la flor del puñal y estaba oyendo mi corazón acelerado por el
motivo de estar corriendo y estar nerviosa. Kyle lo miraba.
-
Está bien –dijo- no te preocupes. –Feinan asintió.
Recogieron
la comida que sobró y siguieron con su camino. A lo lejos Feinan ya
podía ver la bandera del castillo pero Kyle no la pudo ver hasta que
llegaron a la entrada del pueblo.
-
Ya hemos llegado –dijo Kyle suspirando.
-
Venga, que saldremos de esta –lo animó Feinan con su sonrisa de
siempre. Kyle al verla se relajó un poco.
Se
encaminaron a la “casa” de Feinan, al palacio. Pero entonces éste
se paró de golpe y…
***
Yo
ya llegué al lago y me derrumbé en el suelo, justo donde los
habíamos encontrado. Miré al lago… hacía tanto calor… que me
encantaría darme un baño allí mismo. Había leyendas sobre aquel
lago, algunos decían que estaba maldito y otras que era maravilloso.
Me quedé dubitativa, pero al final la tentación me venció. ¿Las
leyendas solo son leyendas, no?
Me
desnudé y me metí en el lago. Apuesto a que sería la primera en
hacerlo. El agua estaba templada, muy relajante. Cerré los ojos y me
quedé flotando. Se me vinieron un montón de recuerdos a la cabeza:
De cómo de niña le robaba pan al panadero para darle a un gatito
callejero, de cuando conocí a Michelle, cómo construí con mi
hermano una casita de madera torcida, de cuando mi abuelo me llevó
por primera vez al monte, cuando mi hermano me hizo el arco… todos
los recuerdo era buenísimos y el último fue el que me hizo derramar
una lágrima: el beso de Feinan.
Entonces
deseé con todas mis fuerzas verlo, cómo estaba ahora, dónde se
encontraba… pero pensé: los deseos siguen siendo deseos. Me
dispuse a salir de aquel lago encantado cuando me paré en seco al
ver…
***
Mi
deseo se cumplió: vi como estaba Feinan delante de un castillo con
Kyle al lado y con los ojos como platos.
Pero
lo que yo no sabía era que el también me vio a mí en aquel mismo
momento.
***
-
Fein, ¿te pasa algo? –le preguntó Kyle entonces, pero no le
respondió- ¿Feinan?
-
Ostras –dijo éste alucinando- Vaya.
-
¿Qué pasa? –dijo Kyle preocupado- ¡Feinan! –y le dio un
codazo.
-
¡Kyle! ¡No me distraigas! –le dijo Feinan mosqueado y despertando
de la visión- ¡Ya la he perdido de vista!
-
¿A quién?- preguntó Kyle sin poder entender nada.
-
¡A Reira! –chilló Feinan.
-
La he visto, Kyle. –dijo Feinan con una sonrisa amplia- Estaba en
aquel lago que tú me dijiste que no lo tocara y estaba… desnuda
–añadió ampliando la sonrisa.
-
Creo que estas delirando. Vamos. Necesitas tomar aire fresco.
-
¡No estoy delirando! –protestó Feinan. - ¡y no necesito aire
fresco!
-
Pues entonces entremos a tu “casita” –dijo Kyle con sarcasmo.
-
El peor sitio que existe. –añadió Feinan y entraron al castillo.
***
Antes
de que me diera tiempo a despertarme del sueño, el agua empezó a
congelarse y salí corriendo de allí.
Me
vestí y me quedé mirando el lago ahora congelado. Era muy raro.
Hacía un calor que no se podía aguantar y el lago se congeló. Si
no lo hubiera visto, no lo creería.
Luego
aparté la vista del lago y la clavé en el árbol más gordo que
había. De pequeña, solía jugar en aquel árbol imaginándome que
era una gigantesca torre. Al recordarlo, sonreí sin querer. Todo era
más sencillo cuando era pequeña. Todo era un juego para mí, a
diferencia que ahora.
Me
tumbé en el suelo y me quedé dormida. Pero me desperté de repente
al oír un corazón latiendo.
Oí
algunas hojas moverse y el latido era más fuerte. Entonces noté un
olor familiar, descubrí quién era.
-
Jaden, sé que eres tú. ¿Qué haces aquí?
-
Ahora mismo hablarte. Antes observar cómo dormías.
-
¿Por qué? –le pregunté secamente.
-
Porque quiero decirte algo y no encontraba ni el lugar ni el momento
adecuado.
-
¿Y cómo has descubierto que estaba aquí? –La verdad es que me
preocupaba más cómo lo descubrió que lo que quería decirme.
-
Porque te conozco desde pequeño. –sí, mucho antes de convertirte
en un imbécil ligón, pensé.
-
¿Qué quieres decirme? –decidí preguntar sentándome en el suelo.
Él también se sentó.
-
Iré al grano, sé que no te gusta que ande con rodeos.
-
La verdad es que me da igual, tengo tiempo. –estaba tan aburrida
que no me importaba escucharle. Tenía tiempo de sobra hasta la
puesta del sol.
-
¿Y cómo es que tienes tanto tiempo? ¿Dónde está ese admirador
tuyo?
-
¿De qué hablas?
-
Tú ya sabes de que hablo. Hablo de ese Fe-so sé qué.
-
Feinan –le dije claramente. –a tenido que volver a su pueblo. –al
recordarlo noté una punzada en mi interior y la tristeza se apoderó
de mí.
-
Ya veo que no quieres hablar de eso –dijo entonces y me quedé
asombrada. Nunca había hecho el menor caso a mi estado de humor y
ese día lo hizo, para mi sorpresa. –no pretendía… -lo
interrumpí.
-
No pasa nada. ¿Cómo es que te has dado cuenta?
-
¿Cuenta de qué? –me preguntó sin saber a qué me refería.
-
De mi cambio de humor. Antes te daba igual.
-
Justo de eso quería hablarte. Quiero decirte que ahora ya no me da
igual, que me importas. Y te quería pedir perdón por haberme
comportado cómo un imbécil.
No
sabía qué decir. Estaba dispuesta a perdonarlo pero no ha volver
con él. No me apetecía ser el perrito faldero de un chico que se
pone a ligar con la primera que encuentra en la calle.
-
¿Qué dices? -me preguntó.
-
¿Qué quieres que diga? –le pregunté sin saber qué más decir.
-
Que me perdonas, al menos... –me dijo mirando al suelo. Hacer eso
no era típico en él. Siempre mantenía la cabeza bien alta.
-
Te perdono, pero ¿Qué quieres decir con ese “al menos”? –me
quedé confusa. Él me sonrió, pero su sonrisa no era tan asombrosa
como la de Feinan.
-
Oh, por ahora me conformo con eso –sus palabras fueron demasiado
egoístas y quiso corregirse- quiero decir, me alegro de que me
perdones y quiero que sepas que me pareciste la más guapa de la
fiesta. Nada más.
-
No sería para tanto... –el cumplido me hizo enrojecer un poco.
-
Sí lo es –dicho eso se levantó y se dispuso a irse. –te dejo
con tu querida intimidad.
-
Espera. –no quería que se fuera todavía, antes de preguntarle una
cosa. Entonces dio media vuelta y se quedó mirándome.
-
¿Me podrías hacer un favor? –hizo un gesto de afirmación- ¿Me
podrías ayudar a entrenarme?
-
Sí. ¿Por qué no? ¿No serás tan malo, no?
-
¿Yo malo? Imposible. –dijo en broma- si quieres, lo haré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario