miércoles, 5 de noviembre de 2014

Menrila: Capitulo 9

Capitulo 9
- ¿Te importa si me quedo? –me preguntó Jaden, un tanto dubitativo.

- Si es lo que quieres... –le dije. Estaba sola sin saber qué hacer y tener compañía no me haría mal. Se sentó en frente de mí y hubo un incómodo silencio. Cogí el arco y las flechas y me dirigí al campo de entrenamiento improvisado que hicimos el otro día.- ¿Vienes? –le pregunté.
- Claro. –y me siguió.
Llegamos al sitio y le di la espada de mi padre. No me hacía mucha gracia pero lo hice.
- ¿En qué consiste tu amado entrenamiento? –quiso saber sonriente mientras admiraba la espada.

- Arco, espada y cuchilla. –le dije simplemente y él me miró extraño- el arco lo domino y la cuchilla también, pero me vendría bien ayuda con lo de la espada.
- Genial, justo lo que se me da mejor.
- ¿A sí? Eso ya lo veremos mañana.
- Hablando de mañana, ¿tienes algún plan?
- Vivo sin saber que hacer. No, no tengo. –le dije con sinceridad.
- ¿A qué se debe eso? Puedes hacer lo que te venga en gana y cuando lo quieras.

- El problema es que no sé qué hacer. Cuando conocí a Kyle y Feinan hacíamos muchas cosas y lo pasaba bien. Pero ahora, Michelle está ocupado leyendo a niños y yo me siento abandonada. –me crucé de brazos y miré al suelo. Necesitaba desahogarme con alguien y lo hice con Jaden. Él me abrazó y yo no me negué, lo que me resulto raro. Pero al menos sentí que no estaba sola.



- No estás sola. Podemos “jugar” como en los viejos tiempos. –intentó animarme- Lo pasábamos realmente bien, ¿Te acuerdas? Solíamos subir a ese árbol tan gordo y apostábamos quién subía más arriba.
- Yo te ganaba. –recordarlo me hizo sonreír.
- Hum… no sé… ¿Lo comprobamos? –y echó correr hacía el árbol gordo. Yo lo seguí y me percaté de que estaba sonriendo.

Subimos casi hasta arriba y nos sentamos en la misma rama. Me sentía feliz. Empezaba a creer que Jaden había cambiado de verdad. Ya no era tan imbécil como creía.
- Empate –me dijo entonces. Yo le sonreí mientras contemplaba las vistas de nuestro alrededor. No me podía creer que la guerra podía destruir todo aquello, era tan bonito…
- ¿Sabes? Me había olvidado de lo divertido que era subir aquí.
- Yo también. –y se me quedó mirando. Me sentí bastante incómoda.
Luego ocurrió lo inesperado. Se inclinó un poco para quedar frente a mi cara. Me observó y me besó. ¡Yo no me aparté! Hice lo contrario, le devolví el beso. ¿Pero, qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba con Feinan? Bueno, el estaba lejos y cabía la posibilidad de que no volviese. Estaba confusa, muy confusa.
Cuando nos apartamos sonrió. Yo me quedé mirando hacia abajo, intentando descubrir porque no me aparté. Debió notar mi confusión y me rodeó con el brazo.
- Eh… esto… ha sido -quise aclarar las cosas pero no encontraba palabras para expresar lo que sentía.


- Genial –dijo acabando la frase.
Y aunque no me gustara, la verdad era que no me disgustó el beso, me sentí querida y no abandonada como estaba antes.
- No ha sido como lo esperaba –dije casi murmurando y él me miró como defraudado- quiero decir, ha sido agradable, me he sentido bien. –y le sonreí con total sinceridad.
- ¿Lo dices enserio?
- Si, muy enserio. Aunque no quiera admitirlo.
- ¿De verdad? –aunque quisiera creerme, no lo hacía y para demostrárselo lo besé, con ganas. Luego me sonrió. – Ya veo.
- Tengo que irme. Adiós. –le dije y me dispuse a irme de allí hasta que me agarró de la mano.
- Espera –me dijo- ¿A dónde vas?
- A casa. ¿Por qué lo preguntas?
- No, no importa. Allí no soy bienvenido, creo.
- Podemos cambiar eso –le dije nos dirigimos hacia mi casa.
El camino era largo, pero a mí se me hizo corto. Hacia tanto tiempo que no hablaba con Jaden que olvidé porque me “enamoré” de él el año pasado: por su parloteo constante y el hecho de que me haga reír con lo que dice.

Yo no soy muy de hablar y me gusta estar con alguien que sepa romper esos silencios incómodos.
Cuando llegamos a casa…
- Hola abuela –la saludé, sonriente, al entrar- ¿Dónde está mamá?


- Se ha ido donde Luisa a ayudarla con algo –dijo secamente, lo que no era habitual en ella.- ¿Qué hace este aquí? ¿Qué pasa con aquel muchacho tan apuesto? Te prometió que volvería.
- ¡Pero no lo hará abuela! –exploté- ¿No te das cuenta? ¡Tiene demasiado que hacer como para preocuparse de una niña ingenua! –hice una pausa y me percaté de que mi abuela estaba mirándome con la boca abierta. Me relajé un poco y le dije con suavidad- No va a volver abuela, está en Nilanda. Y Jaden ha sido quién me ha hecho sentir que no estoy sola, además, ya no es imbécil –Jaden me miró de repente- sin ofender –y le sonreí.
- Yo también estoy aquí Reira, no estás sola. –me dijo mi abuela.

- Lo sé, y te lo agradezco mucho. Pero por favor, no trates así a Jaden. Como tú me dijiste una vez: todos merecen una segunda oportunidad pero nadie merece una tercera a menos que seas tú mismo.
- Tienes razón, mi pequeña. –luego le agarró la mano a Jaden y añadió- te doy la segunda oportunidad –y sonrieron.
- Lo siento mucho señora, le prometo que he cambiado.

- Eso parece, sino mi Reira ya te habría echado de aquí. –y lo habría hecho.
Desde que cortamos el año pasado, mi abuela le ha guardado rencor por lo que ha sido siempre: un niñato ligón. Pero me alegro de que le diera una segunda oportunidad. Las personas pueden cambiar.
Nos sentamos en la cocina. Mi madre ya tenía la comida preparada y como ella comería en casa de Luisa nosotros lo hicimos entonces. Jaden hablaba y mi abuela reía. Yo al verlos me di cuenta de que todavía podía ser feliz.

Después de comer fuimos a dar una vuelta en el pueblo y no fue tan agradable. Paseábamos tranquilamente con nuestros brazos rodeando la espalda del otro, mirando las estrellas que alumbraban la noche; pero esa tranquilidad duró muy poco. Solo había otras cuatro chicas de nuestra edad (Michelle incluida) en nuestro pequeño pueblo y tres de ellas nos pararon.
- ¿Ya has engañado otra vez a la zorra esta? Pues por vaya birria me dejaste–dijo una.
- ¿Vosotros no estuvisteis saliendo un tiempo? Oh, espera, rompisteis el año pasado y tú, bonito, empezaste a salir conmigo. –dijo otra.
- Qué bonito. Me dejas plantada en la fiesta por esta marichico. Asqueroso. –dijo la última, era la chica con la que Jaden fue a la fiesta.
- Vosotras no sois nada comparadas con Reira, callaros que sois todas unas fulanas. Dejadnos en paz ¿entendido? –espetó Jaden.

- Aquí el único imbécil eres tú, que después de acostarte con todas nosotras nos dejas tiradas. –dijo la primera.
- ¡Yo no me he acostado con ninguna! Estaba muy bien hasta que habéis llegado, así que iros a incordiar a otro. –dicho eso se alejaron.
Jaden había estado saliendo con todas aquellas y no me hacía gracia. Esperaba que fuera cierto que no se había acostado con ninguna, pero no estaba segura.
- ¿Es verdad? –le pregunté. No sabía muy bien si quería escuchar la respuesta o no.
- ¿El qué?
- Que te has acostado con ellas.
- ¡No! ¡Y no lo haré! –dijo alborotado- Igual te suena cursi, pero te diré la verdad. He estado enamorado de ti desde la primera vez que subimos al árbol, el día que nos conocimos. Cuando dejaste de hacerme caso, empecé a beber mucho y eso que solo tenía 13 o 14 años. Me convertí en aquel imbécil. Luego, no sé cómo salimos juntos y yo no podía dejar el alcohol. Para variar, lo estropeé y para olvidarlo empecé a salir con todas esas, lo que fue un error. Ninguna de ellas me gustaba pero entre el alcohol y las chicas conseguía olvidarte. Me llamaba a mi mismo obsesionado y loco. Ya te lo he dicho. Eres tú, solo tú... la que siempre me ha interesado.
Me conmovió mucho su historia y también me alegré de saber que le importaba tanto. Lo abracé.

- Te quiero –me confesó.
- Y yo a ti. –le dije y no era mentira.
Nos fuimos a su casa y me recibieron encantados. Su madre me enseñó toda la casa y su abuelo me explicó trucos de pelea.
- Estoy encantada de que este hijo mío esté de nuevo contigo Reira, si no se vuelve un borracho inaguantable. –me dijo su madre y yo no sabía que decir.
- Mamaaa… -dijo Jaden un poco avergonzado.
- Hijo, si se te notaba desde lejos. Con tal de decir su nombre te ruborizabas y subías a tu cuarto.
- ¡Mamá!
Noté que se ponía rojo y me reí. Luego subimos a su cuarto. Estaba lleno de cosas únicas y antiguas. Y había fotografías de todos a los que conocía: de su padre, madre, abuela, abuelo, hermana recién nacida…
- Está un poco desordenado –me dijo- ¿Pero da igual, no?
- Sí, da igual tranquilo. Me gustan las cosas antiguas que tienes pero odio esa botella del suelo. –cogí la botella y le di un traguito para ver cómo sabía- ¡¿Pero cómo puedes beber esto?! Está nauseabundo.
- Te acostumbras. -dijo simplemente- pero si no te gusta lo dejo. –y se acercó mucho a mí, hasta quedarnos cara a cara.
- No me gusta –le dije sonriendo.
- Entonces decidido, lo dejo –y empezó a besarme el cuello haciéndome sentir cosquillas.
Las cosquillas pasaron a ser caricias y las caricias pasaron a ser más fuertes. Me tocaba todo el cuerpo y yo también tocaba todo él. Nos echamos en la cama quitándonos lo zapatos y él se deshizo de mi blusa mientras me besaba por todas partes. Le quité su camiseta dejando ver su perfecto cuerpo, el que ahora mismo ardía. Nos acercamos más si cabía y justo entonces oí a alguien tocando la puerta. Nos sacaron de la magia y nos separamos de inmediato. Se vistió de inmediato y fue hacia la puerta, me dijo que escondiera debajo de la cama.
- Pasa. –dijo Jaden.
Entonces la puerta se abrió y entraron su primo de 20 años y la novia embarazada de este, que tenía 19 años. En Menrila solían casarse con 20-22 años y las chicas se quedaban embarazadas antes, a los 17 o 18. Yo tenía 16 y todavía me faltaba un poquito para eso y me gustaría que me faltase más.
- Hola –saludaron –hemos venido a invitarte a nuestra boda.
- Vaya, ¿os casáis? –preguntó Jaden sorprendido.
- Si, la semana que viene me voy a Fandeira y primero quería casarme con esta preciosidad. –le explicó su primo- me gustaría quedarme hasta que nazca el bebe pero no puedo –añadió tristemente.
- Oh, lo siento -dijo Jaden y a la novia se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Entonces vendrás, primito?
- No me lo perdería por nada. Ah otra cosa, no me llames así. –su primo rió.
- ¿Vendrás acompañado?
- Me gustaría. –respondió Jaden y me pregunté si se trataba de mí.
- ¿A quién vas a llevar? –quiso saber su primo.
- Hum… -y sonrió- a alguien que está muy cerca. –yo también sonreí.
- ¿Cerca? ¿Qué dices primito? Da igual. ¿No me lo vas a decir? Muy bien, la veremos pasado mañana a las 12:30 en la plaza ¿entendido? No llegues tarde, que te conozco.
- ¿Yo, tarde? Imposible –y todos se rieron.
Luego se despidieron y me pregunté cómo hacía Jaden para que su primo y la novia sonriesen en ese momento tan duro en el que estaban. Y no lo hacía solo con ellos, a mí también me hizo sonreír esa mañana y hizo que mi abuela riera cuando estábamos comiendo. Me imaginé que sería una de esas personas con las que no puedes guardar rencor y acabas riendo. Salí desde debajo de la cama y empecé a vestirme.
- ¿Y qué me dices? –me preguntó quitándome la blusa y así impidiendo que me la pusiera- no te la pongas todavía –insistió con tono de niño pequeño. Yo reí y me senté en la cama.
- ¿Qué tengo que decirte? –no sabía a lo que se refería.
- Me tienes que decir que me acompañarás a la boda. –y sonrió.
- Si te digo que sí, ¿me devolverás la blusa?
- Puede.
- Vale, iré. –y se sentó a lado de mí. Luego me besó y empezó a tocarme el pecho produciéndome escalofríos de placer. –No, no. Hoy ya has tenido suficiente –dije recuperando la blusa y poniéndomela- me tengo que ir –lo besé una vez más y me dispuse a ir hasta que me cogió la mano y me detuvo. Me gustaba y odiaba (a la vez) que me hiciera eso.
- Si todavía no se ha puesto el sol.
- Por eso me tengo que ir. Antes de que se ponga el sol. –me limité a decir y di otro paso a delante arrastrándolo a él también. Me miró extrañado- me voy al acantilado a pasar la noche, necesito pensar.
- ¿Sola? –me preguntó.
- No, con esto. -Y le enseñe la cuchilla atada a mi tobillo. Él rió.
- Eres de lo que no hay. –me besó en la mejilla- que pienses bien.
Salí de la casa a paso rápido y fui al acantilado. Sentía una extraña sensación, como si estuviera haciendo lo incorrecto. Me tumbé en el suelo y saqué el colgante color “ojos de Feinan”. Entonces recordé su sonrisa asombrosa, su sentido del humor, como me atravesaban sus ojos esmeralda… lo mucho que lo quería… ¡Pero que estaba pensando! ¡Él nunca volvería! Me olvidaría en un par de días, como a mí me gustaría hacer con él. Pero era imposible. En qué lio me había metido. Sentía algo distinto que me unía a él, algo mágico, algo increíble, algo atrayente… que me impedía dejar de pensar en él.





Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


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