Menrila

Capitulo 1

Como todos los días, estaba ayudando con las tareas de casa. No éramos ricos, tampoco pobres, pero en un pueblo como Segelia solo los de la nobleza vivían sin trabajar. Mientras trabajaba solía cantar canciones inventadas por mí misma. Me hacían sentir alegre. Tenía una amiga estupenda llamada Michelle con quién compartía un secreto muy gordo desde hacía poco tiempo y descubría lugares donde nadie iba. Michelle tenía el pelo de color rubio, con tirabuzones bastante largos. Sus ojos eran azules como el cielo y su piel era paliducha.
Esa tarde también vino a mi casa para ir a dar una vuelta por el bosque.
- Hola Rei –me saludó alegremente.
Yo también la saludé y dejé de plantar lechugas.
- Puedes hacer crecer las lechugas en un segundo. ¿Por qué no lo haces?
Y justo eso era el secreto que tenía. Hace dos semanas, fuimos al bosque como de costumbre. Allí, nos adentramos en una cueva donde había una flor radiante de color rojizo. Michelle me advirtió de que no me acercara, pero yo soy demasiado aventurera como para hacerle caso. Toqué la flor y noté que era muy suave. Para mi sorpresa, se marchito justo cuando aparté la mano de ella y luego empezó a arderme el corazón. Michelle dice que me desmallé pero yo solo recuerdo que me sentía especialmente unida con la naturaleza, con las plantas. Desde ese momento extraño, puedo dominar la naturaleza como me plazca y hacer crecer plantas de la nada.
- Porque mi madre se enteraría de que no es normal. Aunque me encantaría hacerlo. –le dije.
Entonces nos dirigimos hacia el bosque. El camino estaba hecho de piedras y arena. Como estábamos entrando en una guerra, por ellos pasaban carruajes que estaban preparándose. Me daban escalofríos con solo verlos y los sueños que tenía todas las noches no hacían solo que empeorar las cosas.
Soñaba que un guerrero de nuestra edad venía y que yo lo conocía. Entonces empezaba la pelea y él peleaba con el fuego que surgía de sus manos. Lo malo es que resultaba herido y luego me despertaba. Siempre era el mismo sueño.
- Rei, ¿hoy por dónde iremos? –me preguntó Michelle.
- No se… por donde te apetezca. Pero hoy, no sé porque, me gustaría ir por el camino que está al lado del lago.
- ¿Tienes otro de tus presentimientos?
Yo le sonreí. Seguimos andando y oí unas voces en el lago. Me agaché entre los arbustos y le tiré a Michelle de la mano para que ella también lo hiciera.
- ¿Qué pasa? –me preguntó ella extrañada.
- Sshh. Se oyen voces en el lago –le informé susurrando.
Levanté la cabeza para ver mejor quién rondaba por el lago. Había dos personas, dos chicos, jóvenes. Cada uno tenía su espada, eso me puso nerviosa. Decidí agudizar el oído y oír lo que decían.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? No hemos encontrado al último elegido todavía y no creo que esté en este pueblo.
- Pues yo estoy seguro de que está aquí, lo puedo sentir. Está muy cerca.
Eso estaba claro, buscaban a alguien, a un tal “último elegido”.
- ¿Qué dicen? –me preguntó Michelle.
- Sshh –le hice para que se callara y seguir escuchándoles.
Junto con el poder de controlar las plantas, se me agudizó el oído un montón y escuchaba hasta el corazón de aquellos dos desconocidos. Seguí escuchándolos.
- Espero que lo encontremos pronto. Con su ayuda derrotaremos a los bárbaros.
Entonces Michelle me rozó el brazo y cuando me giré ya se había caído para atrás. Yo le hice un gesto para que se quedara allí.
- Sshh –dijo uno de los chicos- alguien nos espía.
Mierda, nos habían descubierto. Empezaron a mirar a todas partes. Si nos quedábamos allí nos encontrarían y si nos movíamos de allí con la intención de escapar, también. Decidí actuar.
Levanté las raíces de los árboles y las manejé hasta coger las dos espadas. Me hice con las espadas y ellos me vieron, pero no podían atacarme. Al menos eso pensaba yo. Le grité a Michelle que se situara detrás de mí y ella lo hizo.
- Es ella -le susurró uno de los chicos al otro con los ojos como platos (suponiendo que yo no lo oiría, claro).
- No digas nada, por el momento –le dijo el otro.
Se acercaron hacia nosotras observándonos desde la cabeza a los pies. Yo hice lo mismo y vi que eran bastante guapos.
- Hola, me llamo Feinan y él es Kyle. –se presentaron.
- Buenas tardes –dijo Kyle sin muchas ganas.
Feinan tenía el pelo negro, muy negro. Sus ojos eran verdes tan intensos como las esmeraldas y su piel era pálida e inmaculada. Para mi gusto era más guapo que Kyle.
Kyle tenía el pelo rubio y los ojos negros... ¿Con algo de azul? Era raro el color. Nunca había visto ese color tan extraño. Su piel estaba un poco bronceada, solo un poco, muy poco; tal vez era porque se situaba al lado de Feinan.
Eran muy distintos, como la noche y el día.
- Hola, soy Reira. –me presenté muy seria.

- Y yo Michelle. ¿Qué hacéis aquí? –quiso saber. Yo le lancé una mirada… No me parecía adecuado hablar con ellos, no los conocíamos.
Feinan le dijo a Kyle que le dejara explicar a él.
- Estamos preparándonos para la guerra. Yo soy de Nilanda y él es de Fandeira, somos compañeros. Quiero decir, tenemos el mismo enemigo, como vosotras. –se explicó.- ¿podrías devolvernos las espadas?
- Espera. –dije con intención de asegurarme- No hasta que nos digáis la verdad.
- Os hemos dicho la verdad –replicó Kyle.
- Pero no toda la verdad, ¿No es cierto? –contraataqué.
- Cierto. –dijo Feinan con una amplia sonrisa. Tenía una sonrisa asombrosa, pero no era el momento de pensar aquello- Muy lista – me alagó.
Sabía perfectamente que me escondían algo. Vinieron en busca de alguien y no solo porque estaban preparándose para la guerra.
- Sé que estáis buscando a un tal “último elegido” y que pensáis que está aquí, en este pueblo –les hice saber- ¿Para qué lo necesitáis?
- ¿Cómo sabes eso? –me preguntó Kyle con un tono de nerviosismo en su voz.

- Porque os ha oído. –intervino Michelle.
- Eso es imposible, quiero decir, estábamos demasiado lejos como para hacerlo.
- No es imposible. –contraatacó Michelle- Cuando encontró aquella flor extraña, se le agudizó el… -la interrumpí. No me hacía gracia que le contase lo ocurrido en aquella cueva a unos desconocidos extraños como aquellos.
- Solo porque puedo hacerlo, y ya está. –no quise darles más explicaciones- Entonces contadnos la verdad, si queréis que os ayudemos en algo.
A Feinan se le dibujo una sonrisa torcida en la cara (muy seductora, por cierto) pero a Kyle no le parecía que le hiciera mucha gracia.
- Vale, si queréis la verdad tendréis la verdad –nos aseguró Feinan- pero prometedme que lo mantendréis en secreto. Si no, podríamos perder la guerra, ¿entendido? –y su sonrisa se esfumó. Eso significó para mí que hablaba en serio. Kyle miró para el otro lado, estaba inquieto.
- Entendido. –dijimos nosotras muy seguras.
Hizo una pausa antes de contárnoslo.
- Será mejor que nos sentemos –advirtió Kyle- va para largo.
- Tenemos tiempo -aseguré.
Nos sentamos cerca del lago, donde estaban sus trastos. Yo todavía seguía con las espadas y como soy un poco torpe me hice un arañazo. (No era nada profundo pero empezó a sangrarme).
- Ten cuidado Reira –me dijo Feinan- será mejor que nos las devuelvas.
- No, todavía no.
- ¿Sabes? Eres un poco cabezota. –me afirmó y luego se echó a reír.
- ¿Un poco? No parará hasta que consiga lo que quiere –añadió Michelle.
- Um…Me gusta –dijo Feinan para sus adentros. Nadie se enteró excepto yo.
- ¿Qué es lo que te gusta? –quise saber.
- Oh… na…nada -tartamudeó- no oigas lo que no te digan a ti. –me dijo con otra de sus sonrisas.
Nos sentamos para hablar de lo que vinieron a hacer, pero todavía no habían dicho nada sobre ello. Como Feinan no tenía intenciones de empezar a contarlo él, se encargó Kyle de hacerlo.
- Mirad. Hemos venido desde muy lejos, yo de Fandeira y Fein de Nilanda para encontrar al último elegido y hemos pensado acampar aquí por hoy. A sido un viaje muuuuy largo así que no pensábamos bajar al pueblo hasta mañana.
- Mañana empezaremos a buscarlo. –añadió Feinan. Kyle le miró perplejo.
Estuvimos un rato en un silencio incómodo que yo aproveché para curarme la herida y Kyle bebió un trago de su cantimplora.
- Si queréis, repito, solo si queréis, podéis vivir unos días en mi casa en vez de en el bosque. Mi padre se ha ido al campamento de guerra de Fandeira y estoy sola en casa. Además Reira me va a hacer compañía durante unos meses. –dijo Michelle.
- ¡Pero si no los conoces! –grité asombrada.
- Han venido a ayudar en la guerra y no tienen donde dormir. Me gustaría ayudarles.
Yo me quedé callada. Era su casa, así que ella vería a quién invitaba. No me parecían chicos malos, pero sabía que nos escondían algo. Me prometí a mí misma averiguarlo.







Capitulo 2
Ellos aceptaron la invitación y fuimos a casa de Michelle. A mi seguía sin convencerme la idea y además, ahora tenía que dejarla sola con ellos porque tenía entrenamiento.
Mi primo Deif me entrenaba a diario con el arco. Al principio él se negaba a hacerlo pero le convencí diciéndole que si venía la guerra quería ser de utilidad y que así podría defenderme. Y era cierto. Si la guerra viniera a nuestro pueblo, no me quedaría de brazos cruzados solo porque era una chica.
Cogí el arco y me dirigía a la puerta hasta que Feinan me detuvo.

- ¿A dónde vas? –quiso saber. No era habitual ver una chica con arco así que se extrañó.
- A entrenarme.
- ¿Para qué?
- Para ser útil, o al menos, no ser inútil.
- No lo necesitas. Seguro que tú príncipe azul te protege. –dijo con una pícara sonrisa.
- No tengo príncipe azul. –y salí de la puerta.
No tenía ningún príncipe azul y tampoco lo necesitaba. Una vez, tuve un novio, pero no me entendía. Es que no se esforzaba siquiera. Y en las fiestas del pueblo, intentó besarme, pero eso fue todo. Lo intentó, pero no lo consiguió. Yo, en aquel año estaba coladita por él, hasta que me enteré de lo idiota que era. Desde aquel entonces, no ha vuelto a gustarme ningún chico.
Me dirigía al campo de entrenamiento y Feinan me seguía. Me paré en seco y me di la vuelta quedándome cara a cara con él.

- ¿Por qué me sigues? –le pregunté.
- Quiero ver lo buena que eres con el arco –y sonrió, otra vez.
Su sonrisa era irritante y encantadora, a la vez. Cuando llegamos, mi primo Deif estaba sentado encima de un tronco. Fuimos a donde estaba y lo saludamos.
- Hoy traes compañía eh –me dijo.
- Se puede decir que sí.
- Hola, soy Feinan. –se presentó.
- Yo soy Deif. ¿Sois novios, o algo por el estilo? –preguntó sonriente.

- ¡No! –dijimos ruborizándonos.
A Deif le encantaba hacerme rabiar y no echaba a perder ninguna oportunidad que se le presentaba.
Empezamos con el entrenamiento. Había cuatro dianas y debía clavar la flecha justo en el medio. Conseguí hacerlo en tres pero en el cuarto la clavé un poco más a la izquierda de lo que debería. Entonces Deif empezó a decirme que me tenía que concentrar más y que la cuerda debía de estar más tensa y cosas así… una chapa. Suspiré. Feinan no hacía más que reírse.
- Por hoy hemos terminado –anunció Deif- Tengo que decirte algo Rei –se lo veía preocupado.
Yo me quedé mirándolo.



- Me voy a Nilanda, me tengo que dirigir ahora mismo –nada más escuchar eso Feinan prestó atención y su mirada cambió a ser más triste- junto con muchos hombres más del pueblo. Vamos a prepararnos para la guerra.
- ¡¿Qué?! –dije alteradísima- ¡Tú no puedes ir! ¡Eres demasiado joven! –estaba tan furiosa que rompí una flecha con las manos.
- Aquí cuando cumples los 18 ya no eres joven.
- Pero no te puedes ir… -me deslicé en el tronco hasta quedarme sentada en el suelo con las rodillas atraídas hacia mí y la cabeza apoyada en ellas.
Me había hecho polvo. Después de Michelle era con quien más estaba y lo quería mucho. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si nunca volvía a verlo?
- No quiero irme Reira, pero no tengo otra opción –hizo una breve pausa y añadió con una sonrisa triste- mírame –le obedecí- volveré, no te preocupes.
Y lo abracé. Sería la última vez que lo veía durante mucho tiempo y le quería enseñar lo agradecida que estaba por todo lo que hizo por mí.



- Gracias Deif, por todo –tenía los ojos llenos de lágrimas y casi no podía ni hablar. Pero yo no lloraba delante de la gente y no pensaba hacerlo hoy. Pestañeé para secarme las lágrimas pero no funcionó. Luego añadí- Te echaré de menos, y mucho.
- Yo también. Además de ser mi prima eres una de los dos únicos amigos que tengo. Creo que debería irme a reunirme con los otros –informó tristemente- no te olvides de mí eh –dijo con su habitual sentido de humor.
- Jamás, te lo prometo.
Y se alejó. Mi único primo se iba. Uno de mis mejores amigos se iba. Se alejaba a donde mataron a la madre de Michelle. A ese sitio que nunca quise visitar. Al sitio de donde venía Feinan.
- No es un sitio tan malo… -quiso animarme Feinan pero yo estaba demasiado furiosa y a punto de llorar como para creérmelo.
- ¡Lo único que sé es que se ha ido! –grité y clavé con la mano una flecha en el árbol con todas mis fuerzas. La mano empezó a sangrarme pero no le hice caso. Me alejé corriendo de allí y me dirigí a casa de Michelle dejando a Feinan atrás.
Cuando llegué a su casa, me encerré en el cuarto de invitados y rompí a llorar. Me sentía fatal y tenía tanta rabia en mi interior que me daba ganas de destrozarlo todo. Había la posibilidad de que no volviera a verlo jamás, o peor aún, que muriera.



Pasó como unos segundos y escuché la puerta cerrarse. Feinan había venido corriendo detrás de mí y estaba casi sin aliento.
- Michelle, ¿Dónde está Reira?
- Déjala en paz por ahora. Te lo digo en serio. Cuando está así hay que esperar a que se calme y venga ella. No vayas a donde ella, por favor –le informó ella.
- ¡No es eso!... bueno ¡si es eso! Pero ¡tiene la mano sangrando! –gritó alterado.
El enfado todavía lo tenía conmigo pero ya había parado de llorar, así que decidí bajar. Cuando bajé las escaleras se me quedaron mirando, Kyle también estaba. Me sentía incómoda.
- ¿Tengo monos en la cara? –dije en broma pero seria.
- Rei, no seas tan dura contigo misma. –me sugirió Michelle.
- Tengo que serlo –me limité a decir. Y era la verdad. Si no era dura, nunca me tomarían enserio.
- No tienes porque –replicó Kyle- No hay nada malo en ello.
- Si no soy así, nunca me tomarán enserio. Siendo una chica, no tengo otra opción.
En el Reino Menrila, las chicas eran indefensas y no hacían más que limpiar la casa y criar sus hijos. Además, no podían hacer nada para cambiarlo. Pero yo pensaba remediar eso.
- Pues yo no puedo verte la mano así –dijo Feinan- ven.
- No me duele. Está bien. –intenté quitarle importancia, pero era cierto que me dolía, y bastante.
- Te digo que vengas –me dijo muy serio.



- Lo que tú digas. –y me acerque a donde estaba.
Me agarró el brazo y examinó la herida. Después se arrancó un trozo de su camiseta (que por cierto, ya estaba hecha añicos) y me envolvió la mano. Me dijo que no necesitaba darme puntos y que no hiciese tonterías con las flechas. No sé cómo, pero me hizo sonreír.
- ¿Cenamos? –preguntó Michelle.

- Yo no tengo mucha hambre, pero vale. –dije.
- ¡Yo estoy hambriento! –gritó Feinan.
- Después de dos días sin comer, normal. –añadió Kyle y nos sentamos todos en la mesa. – Michelle, gracias por tu hospitalidad.
- Oh, no es nada. Sin mis padres me siento muy sola.
Michelle era la persona más amable y humilde que conocía. Creo que por eso podía aguantarme.
Cenamos y luego charlamos un montón. Cada vez parecían más simpáticos, pero yo seguía con mi idea de que escondían algo.






Capitulo 3
A la mañana siguiente Feinan y Kyle se levantaron muy temprano y Michelle y yo seguíamos durmiendo.
- ¡Feinan, estás loco! ¡Ella es la elegida! ¡La tenemos que llevar a Nilanda! –le gritaba Kyle a Feinan.
- Tal vez esté loco, pero no pienso ponerla en peligro. Es muy joven y no quiero llevarla a combatir en la guerra.

- ¡Pero si será de nuestra edad! Si no la llevas ¡te matarán por traición! Y siendo el príncipe de Nilanda y uno de los elegidos ¡vas a montar un caos! – (Feinan era el elegido del fuego, el que salía en mis sueños).
Kyle intentaba que Feinan entrara en razón, pero él no estaba por la labor.
- Creo que ya se lo que te pasa –le anunció Kyle- Feinan se ha enamorado –dijo en tono burlón.
- ¡¿Qué?! ¡Pero qué estás diciendo! –chilló Feinan enrojeciéndose.
- ¿Y entonces por qué no quieres llevarla?
Feinan se quedó callado.
- Fein, tenemos que llevarla. –insistió Kyle.
- ¡No! No pienso hacerlo y tú tampoco lo harás. No le digas nada de esto y tampoco le digas quién soy.
- Solo si me dices el porqué.
Feinan se quedó en silencio otra vez pero luego añadió:
- Porque me gusta. Ya está, lo he dicho. ¿Contento?
- Nuestro Fein se ha hecho grande… -bromeó Kyle.
- No empieces Kyle. Y no te la lleves, ni le digas nada.
- No lo haré porque eres mi mejor amigo. –le prometió.
Feinan sonrió. Decidieron prepararnos el desayuno y justó entones aparecimos nosotras. Nos quedamos asombradas. Ningún chico me había preparado el desayuno nunca, ni siquiera el borracho de mi padre. Es más, dudaba que supieran hacerlo.

- Vaya, que sorpresa –dijo Michelle- muchas gracias.
- Buenos días –dije yo, que aún seguía medio dormida y bostecé. Michelle me dio un codazo para que les agradeciera yo también –ah, gracias.
Feinan se rió. Nos sentamos todos y empezamos a charlar.
- ¿Cómo tienes la mano? –me preguntó Feinan.
- Bien. No me duele, como ayer –le dije pero la verdad era que la tenía mucho mejor.
- Cabezota.
- Exagerado. –él se rió- no es para tanto.
- Después de que te curara…
- Antes de eso tampoco era para tanto.
- Si se infectaba sí.
- Pero eso no pasaría.
- Podría pasar.
Antes de que empezáramos a discutir de verdad, Kyle intervino.
- ¿A dónde iremos hoy?
Todos nos quedamos pensativos. A mí me gustaría andar por el pueblo porque estaban colocando los últimos detalles para la fiesta que se celebraba todos los años y también podíamos encontrar a ese tal “último elegido”. Pero Michelle dijo:
- Tenemos que comprar comida. En casa solo hay para dos y ahora somos cuatro.
- Michelle, no gastes el dinero en vano. –dije, para la sorpresa de todos.
- Reira, no creo que comprar comida sea gastar el dinero en vano –observó Kyle.

- En el pueblo solo venden verduras –expliqué- y ¡porque comprarlas pudiendo tenerlas gratis!
- ¡¿No hay carne?! –gritó alarmado Feinan- ¿enserio? –Kyle le pisó el pié.


- Solo para la realeza, como en todas partes. Para nosotros no hay nada. –informó Michelle. –excepto verdura y pasta. Lo más barato.
- Es verdad. Odio a la realeza. No sé qué se creen que son. Hasta dan latigazos por matar un miserable pájaro. Me dan asco. –dije cabreada pero sin levantar la voz.
Al oír aquello Feinan bajó la mirada. Él era un príncipe, por lo tanto era de la realeza, y no le sentó nada bien que yo dijera eso. Kyle se dio cuenta y decidió decir algo para que nosotras dejáramos de observarlo.
- ¿A qué viene eso del pájaro y los latigazos? –me preguntó.
- Una mala experiencia –dijo Michelle. – no fue el mejor día, ni la mejor ocurrencia.
- ¿Qué pasó? –quiso saber Feinan. Su voz sonó muy grave, casi no parecía él.

Michelle y yo intercambiamos una mirada y ella me hizo un gesto de afirmación diciéndome que lo contara yo. No me apetecía recordarlo pero no pasaba nada si le contábamos a ellos. No nos juzgarían por ello.
- Era un día nublado, pero hacía un calor insoportable –empecé a contar el relato- Mi hermano, Michelle y yo fuimos al bosque como es habitual, pero ese día llevamos un arco y una estaca con nosotros. Los llevamos porque dentro de poco tiempo pasarían por allí unos carros llenos de carne, pescado, joyas, dinero… para los reyes. Y claro, con tanto olor, vienen un montón de pájaros, por lo que pensamos matar uno para probar que tal sabe la carne. –Hice una pausa breve. Todos me miraban- Se acercaron un montón de gruses y mi hermano disparó una flecha. Se la clavó a uno y lo derribó, pero uno de los soldados lo vio y pensó que nosotros queríamos darle a él y no al pájaro. Entonces nos ataron con cadenas y nos metieron al carro para llevarnos al palacio y para que nos castigaran. –Michelle no podía oírlo más y se fue llorando a su cuarto. Era muy sensible y nunca olvidaría lo mal que lo pasó. Seguí contando- Aunque no me guste reconocerlo, estaba aterrorizada pero aún así nunca había visto tantas cosas caras. Era asombroso. Había comida como para todo el pueblo y no me podía creer que solo 5 personas comerían todo aquello. Pensé que todos los reyes y príncipes serían gordos, muy gordos. –recordar eso me hizo sonreír y Feinan y Kyle también rieron- Como estaba diciendo, llegamos al palacio y nos metieron en una mazmorra hasta que decidieran qué hacer con nosotros. Decidieron que estaría bien castigarnos dándonos unos latigazos, y eso hicieron con Michelle y conmigo –les enseñé la marca que tenía en el brazo- pero entonces descubrieron que mi hermano robó una moneda del carro.-me quedé un rato en silencio y se me llenaron los ojos de lágrimas- y lo mataron. ¡Lo mataron! ¡Solo tenía 16 años! ¡Castigaron a unos niños de 13 y 16 años! –grité, estaba furiosa- Tenemos suerte de estar vivas. Por eso digo que dan latigazos por matar un maldito pájaro.
Ellos se quedaron mudos. No sabían qué decir para que me sintiera mejor. En realidad, no había nada que me hiciera sentir mejor, excepto devolverme a mi hermano y eso era imposible.
- Lo siento –dijo Kyle.
- No pasa nada, tú no tienes la culpa. –le dije- Lo tienen esos asquerosos. La verdad es que me siento orgullosa de no pertenecer a la realeza.
Decir eso ya fue la gota que colmó el vaso para Feinan. Estaba ardiendo y sudoroso y Kyle no dejaba de mirarle.
- ¿Te apetece un vaso de agua? –le pregunté a Feinan.
- Muy amable por tu parte –me dijo con sarcasmo, fingiendo una de sus sonrisas, pero le salió fatal.

- No eres lo que se dice muy agradecido -le dije en broma.
- Eso es cuestión de opinión –tragó todo el agua de un solo trago.




Entonces apareció Michelle. Parecía que se encontraba mejor. No estaba llorando y ni se notaba que lo había hecho. Tenía su habitual alegría reflejada en la cara.
Al final decidimos dar una vuelta por el pueblo para que Kyle y Feinan lo viesen. Salimos a la calle y empezamos a andar. Kyle estuvo diciendo lo maravilloso que era todo, aunque solo fueran cosas normales y corrientes. Feinan se limitó a mirar alrededor y no decir nada.
De pronto apareció Jaden (mi ex novio) y me agarró del brazo. Yo me solté.

- ¿Qué quieres? -le pregunté mosqueada.
No es que estuviera enfadada con él, pero no solía estar acostumbrada a que me cogiera del brazo. Además, ya no me gustaba que lo hiciera, no era mi novio.
- ¿Por qué iba a querer algo? –dijo.
- Porque estoy segura de que sí.
- Vale, me has pillado. Quería saber si te gustaría venir conmigo a la fiesta, lo pasaremos mejor que el año pasado –me aseguró.
Yo no quería ir con él a la fiesta. Ya no me caía muy bien y me sorprendía que él quisiera ir conmigo.
- No es difícil pasarlo mejor que el año pasado –le dije- lo siento, pero le dije a Feinan que iría con él. –y le agarré del brazo. Jaden puso mala cara. -¿A que sí, Fein?


- ¿A sí?... Quiero decir, sí sí. –respondió él pillándolo desprevenido.
- Bueno… pues entonces… que lo paséis bien –fingió una sonrisa y se fue a paso rápido. Cuando vi que se alejó lo bastante, le solté el brazo a Feinan.
Michelle empezó a reír.
- ¿Quién era ese? –preguntó Kyle riéndose.
- Jaden, el ex novio de Reira –dijo Michelle. Yo miré al suelo, avergonzada y ellos se rieron.



- Pues entonces no tenemos más remedio de ir juntos a esa fiesta –soltó Feinan con su sonrisa tan especial.
- ¿Quién ha dicho que quiera ir? –contraataqué con otra sonrisa.
- ¿No quieres? –me preguntó un poco desilusionado.
- Si quiero. ¿Cómo no iba a querer? Es la única noche que puedo hacer lo que quiero.
- ¿Y qué es lo que quieres? –me preguntó Michelle extrañada por mi respuesta.





Capitulo 4
- Cantar.
Todos me miraron extrañados.
- ¿Qué? Aquí solo hay un viejo que toca la guitarra y… pues eso, yo puedo cantar. Me lo ofreció la semana pasada.
- ¿Tú cantas? –me preguntó Feinan.


- Todos cantamos. –le dije con cara: eres tonto o qué.
- Quiero decir, ¿te dedicas a eso?
- Yo no me dedico a nada. Solo a plantar verduras en la huerta y a entrenarme con el arco. –les expliqué
No entendía porque se extrañaban tanto. A mí me gustaba cantar ¿No podía? o qué. Al final les propuse ir al bosque y ellos aceptaron. Feinan se empeñó en que cogiera el arco y que Kyle llevara su espada. A Michelle le dijo que llevara unos trapos por si alguien resultaba herido y la comida. No sabíamos que pretendía todavía con todo aquello.
Nos adentramos en el bosque y fuimos a un lugar donde no había tantos árboles.
- ¿Qué pretendes que hagamos? –preguntó Kyle.
- Entrenar para que “doña entrenamiento” aprenda. –respondió Feinan.
- No me llames así –le espeté.
- Bueno, eso da igual- dijo.
- No da igual.
- Bueno, lo que quieras, pero hoy aprenderás del maestro del combate. –me dijo.
- Tú, ¿maestro del combate? –y me eché a reír.
- Pues sí –respondió él sin enfadarse por el comentario que hice.
- La verdad es que es el mejor de Nilanda, si no, no lo enviarían a buscar al “último elegido”. –me informó Kyle- que es su deber principal –lo último dijo mirando exageradamente a Feinan.
- Ya hay tiempo para eso. –dijo él.
A mí me resultaba extraño creerme que Feinan era el mejor guerrero de Nilanda. Hasta estaba casi segura de que no sería todavía mayor de edad, pero para asegurarme del todo, decidí preguntárselo.
- ¿Cuántos años tienes?
 

- Eso no se pregunta, es de mala educación –me dijo él, haciéndose el educado (pero en realidad no lo era en absoluto).
- No sabía que fueras tan viejo como para no decírmelo –le bromeé.
- 16. ¿Por qué lo preguntas?
- ¡¿Teniendo 16 años ya eres el mejor guerrero de Nilanada?! –dije asombrada.
- Sí. He tomado clases desde los 5 años, así que no te extrañes tanto. –intentó quitarle importancia.
Todavía no me lo creía. Tenía la misma edad que yo y era tan importante. Además, tomar clases desde los 5 años debía de ser caro. ¿Era rico?
- ¿Eres rico? –le pregunté. Justo la pregunta que menos le gustaría.
- Eh… no, que va, me entrenaba mi tío. –eso que me dijo era verdad, pero no me dijo que su tío era de la noble y que dirigía la armada junto con su padre. Si me dijera eso, no me extrañaría tanto. –pero ahora le gano yo. –añadió.
Dicho eso empezó a preparar el campo para entrenar. Marcó un árbol como diana y luego le dijo a Kyle que se pusiera delante de ella con su espada.
- ¿Me quieres matar o qué? –dijo éste, sin poder entender para qué le ordenó que se situara allí.
- ¿Cómo iba a querer hacerlo? Sino me quedaría sin mejor amigo. –bromeó.- Toma –y me dio su espada.
- Veo que la vida de los que estamos aquí no te importa –dije. ¡A quién se le ocurría darme una espada! Además la suya, que parecía tan cara como afilada.- yo no sé utilizar esto.
- “Esto” que dices tú, se llama espada y se coge así –me la puso correctamente. – pronto aprenderás.
Mientras tanto, Michelle nos miraba con atención y se reía con cada cosa que hacía mal.
Veía que Feinan tenía mucha paciencia conmigo y para agradecérselo decidí tomármelo con calma el asunto de la espada. Poco a poco, fui aprendiendo como sujetarla y manejarla.
- ¡Descanso! –gritó Michelle, que ya tenía toda la comida preparada.
Fuimos corriendo a donde estaba y nos sentamos en la hierba verde. Mientras comíamos, ellos hablaban, pero yo estaba fijándome en la cueva que estaba en frente. Era la cueva en que encontré la flor, y tenía mucha curiosidad para ver qué más había dentro.
- Cuando comamos, ¿alguien me ayuda a esa cueva? –solté de repente.
- ¡¿Qué?! Rei, me dijiste que no volverías a entrar allí. –me recordó Michelle.
- Ya sé y lo siento, pero quiero descubrir qué más hay. ¿Alguien me ayuda?
- Estás loca.-me hizo saber Michelle.
- Tal vez lo esté. No sé. Pero no me importa, porque así consigo que me entrenen, o que haga crecer plantas, o ser vuestra amiga… y me gusta. –ellos sonrieron.
No sé si me llamaría a mí misma loca, pero lo único de lo que estoy segura es que nunca dejo de lado lo que quiero.
Terminé de comer y conseguí convencerles de que me ayudaran. Kyle y Feinan todavía no se habían enterado por qué tenía tanto interés en esa cueva y tuvimos que explicarles lo que pasó.
Nos adentramos en la cueva y Kyle inspeccionó las piedras de las paredes y nos informó:
- Debajo de esta capa de piedra hay esmeralda mezclada con otros tipos de piedra. Si no estuviera mezclada, seríamos ricos –nos quedamos desilusionados.
- ¿Esto está bien sujeto, no? –le preguntó Feinan refiriéndose a las paredes.
- Supongo que sí, pero…-se interrumpió.
Nada más oír eso, Feinan clavó su espada en la pared y extrajo un trozo pequeño de aquella piedra de la que hablaba Kyle. Por suerte, la pared no se derrumbó pero Kyle se llevó la mano a su frente y puso los ojos en blanco. No se podía creer la tontería que acababa de hacer Feinan ¡La pared se había podido derrumbar!
- Eres tonto. –le dijo entonces.
- De nacimiento –bromeó Feinan con otra de sus sonrisas y luego me dio el trozo de piedra de color verde.
Me fijé mejor en ella y me percaté de que era del mismo color que sus ojos. Para asegurarlo, puse la piedra al lado de su cara y me reí al ver que eran iguales.
- ¿Pero qué haces? –me preguntó extrañado.
- Comprobar una cosa. –me limité a decir.
- ¿El qué?

- Que tus ojos son del mismo color que la piedra. –dije eso y Feinan miró haber si Michelle y Kyle seguían allí. Como no estaban allí, decidió preguntarme:
- ¿Te gustan? –me quedé sin habla. ¿A qué venía eso? Pero la verdad era que me gustaban mucho… y me enrojecí.
- Puede. –le dije y seguí andando detrás de Kyle y Michelle. Él sonrió.

Llegamos al fondo de la cueva y por no ser por mí visión bastante mejorada por causa de aquella extraña flor, no vería nada. No sé cómo se arreglaban los demás, es más, yo no sabía que Feinan también podía ver como yo lo hacía.
No había nada más que oscuridad y decidimos que la próxima vez volveríamos con candelabros y que por hoy debíamos dejarlo allí.
Pasamos toda la tarde andando por los alrededores. Michelle y yo pensábamos que estábamos buscando al “último elegido”, pero en realidad estábamos paseando, simplemente. Llegaron las nueve de la noche y Michelle nos convenció de que teníamos que ir a casa y cenar, y eso hicimos. Pero, más tarde, en vez de ir a la cama, nos fuimos a mi casa a visitar mi madre y mi abuela. Ellas nos acogieron encantadas y pasamos la noche allí.





Capitulo 5
A la mañana siguiente, yo fui la primera en despertarme. Tuve el mismo sueño de todas las noches pero esta vez fue más largo. El joven que combatía resultaba herido y yo intentaba salvarlo. No me gusto cómo terminó, porque nada más aparecer yo, me desperté.
Fui a la cocina pensando en el sueño y me quedé entretenida con la flor que había en el tiesto. La hacía crecer y luego la devolvía a su tamaño original. Lo hice un montón de veces hasta que apareció Kyle y me sacó de mis pensamientos.
- Buenos días –me dijo.



- Ah… Buenos días Kyle.
Empezamos a preparar el desayuno y se me cayó una taza preciosa al suelo, se hizo añicos. Kyle puso los ojos en blanco y supuse que pensó: vaya desastre que es. Pero en realidad lo que pensó fue: es igual que Feinan.
Decidí que tenía que arreglar la taza, pero no tenía nada con que hacerlo. Se me ocurrió envolverla con raíces para sujetarla y luego para que quedara más bonita, hice crecer una flor dentro del cristal. Así parecía que eran cristales incrustados. Quedó preciosa, incluso más bonita que antes.
- A quedado estupenda –me elogió Kyle. Yo le sonreí.
Entonces aparecieron los demás y empezamos a desayunar. Mi madre estaba entusiasmada porque hoy era la fiesta y estuvo hablándonos de todo lo que iba haber y de lo bien que íbamos a pasar. Cuando terminamos de comer, me dijo que le acompañara a su cuarto. Allí, me enseñó un vestido precioso. (Yo no soy muy de vestidos, pero aquel era precioso).
- Este vestido es el que llevé yo cuando tenía tú edad, Reira. Me gustaría que te lo pusieras hoy. ¿Sabes? Nuca se vuelve a tener 16 años. Aprovéchalo –me dijo melancólica.
- Oh, mamá es precioso. Muchas gracias –y la abracé.
- Pero, ¿Me podrías hacer un favor? –cambió de tema.
- ¿Qué favor?
- ¿Me podrías plantar zanahorias en la huerta? Lo harás en seguida. Gracias.
No me dio tiempo ni de responder. Aunque me daba mucha pereza, tenía que ayudarlas.
Fui a la huerta y como Michelle, Feinan y Kyle no estaban, supuse que habían ido al pueblo. Empecé a plantar zanahorias y a cantar. Cuando terminé de hacerlo, alguien empezó a aplaudir. Miré hacia atrás y vi que el que aplaudía era Feinan.
Le miré como diciendo: ¿Por qué aplaudes?
- No cantas mal –me dijo. Aunque preferiría que me dijera: cantas bien. Pero él no era así.
Damon Salvatore - damon-salvatore photo
- Oh, gracias. –le agradecí su “cumplido” y después de un silencio incómodo le pregunté- ¿Dónde están los demás?
- Se han ido al pueblo. Michelle dijo algo sobre ir a casa del lechero y no sé qué más.
Me extrañó que él no fuera con ellos también, mejor dicho, me extraño que se separase de Kyle. Siempre estaban juntos.
- ¿Por qué no has ido con ellos? –le pregunté.
- ¿No quieres que esté aquí? –dijo, interpretando mal mi pregunta. Y su sonrisa desapareció poco a poco.
- Yo no he dicho eso –dije con una sonrisa mientras la de él reaparecía deslumbrante como antes.

Otra vez otro silencio incómodo.
- ¿Quieres ir a algún sitio? –me preguntó.
- ¿Qué sitio? –no tenía ni idea de dónde querría ir Feinan.
- No sé. Yo no soy el que vive aquí.
- Pero me lo has preguntado tú. Y además, aún viviendo aquí, no sé a dónde te gustaría ir.
- Descubrámoslo. –y nos echamos a andar.
Dimos vueltas y más vueltas alrededor del pueblo hasta que nos adentramos en el bosque. Fuimos al lago, justo donde los conocimos hace dos días y nos sentamos en un tronco. Una vez más, un silencio incómodo.
De pronto, oímos unos pasos detrás de nosotros. Nos giramos para atrás (los dos a la vez) y nos levantamos. Feinan puso su brazo delante de mí con la intención de protegerme pero yo la aparté. No necesitaba que nadie me protegiera.
- Quédate aquí –me ordenó.
Yo no quería quedarme allí pero le hice caso hasta que se alejo. Entonces me subí al árbol y saqué mi cuchilla (por si acaso). Vi que por ahí andaba un ladrón, estaba armado, y Feinan estaba bastante cerca de él, sin ningún arma.
El ladrón se percató de la presencia de Feinan y se abalanzó sobre él sin pensarlo dos veces. Sacó un puñal e iba a clavárselo en la espalda pero Feinan se enteró, se dio la vuelta y paró el ataque sujetándole la mano. Cayeron al suelo y seguían peleando. Yo, tenía que hacer algo para ayudar a Feinan y decidí lanzarle la cuchilla al ladrón. Se le clavó en el pecho y quedó inmóvil.
Feinan hizo un gesto de tranquilidad y suspiró. Luego me dijo:
- Gracias. –y me sonrió- Aunque le ganaba igualmente. –añadió.
- No sé yo… -dije recuperando mi cuchilla del pecho del ladrón- estos ladrones son de lo peor. Deberías ir armado con algo como esto –le quité al ladrón su puñal y se la entregué a Feinan –prométeme que lo llevarás siempre contigo, no tengo ganas de volver a salvarte.
- No será un trabajo tan duro –bromeó- pero vale, te lo prometo y gracias -luego miró al ladrón y preguntó -¿Qué hacemos con éste?
- Dejarlo aquí. No será el único. Además, es legal matar a estos sin alma. O como yo lo digo: no hay latigazos por deshacerte de estos sin sangre. –se rió un poco (demasiado poco) y luego me preguntó:
- ¿Por qué los llamas “sin sangre”?
- Porque cuando los matas, casi no derraman sangre. Mira –y le señale al ladrón.- Hay una leyenda que lo explica. –le informe.
- Has dicho “cuando los matas” ¿Cuántos has matado?
- Este es el primero, pero he visto como lo hacían otros.
Nos quedamos un rato en silencio y luego decidimos volver a mi casa.
- Eres la única chica que conozco que sabe “defenderse” –comentó cuando íbamos de camino a mi casa.
- ¿Y eso es malo? –pregunté sin saber muy bien qué quería decir con aquello.


- No, justo lo contrario. –y me sonrió.- Nunca imaginé que una chica que cantara tan bien pudiera matar a un “sin sangre”.
Me acababa de decir que cantaba "tan bien"… y me ruboricé. (Me resultó patético lo que me pasó).
- Lo que has dicho no tiene sentido –le dije sinceramente apartando mis pensamientos.
- Sí lo tiene. –luego se explicó- Quiero decir, una persona no puede ser tan dulce y tan… ¿violenta?, al mismo tiempo.
Yo le miré con cara como diciendo: ¿Qué me has llamado?
- Olvídalo –me dijo con una sonrisa torcida.
- Lo que tú digas, ya hemos llegado –y entramos dentro de la casa.
Allí nos esperaban todos para comer. Nos sentamos junto a ellos y charlamos un montón. Luego nos preguntaron qué hicimos nosotros toda la mañana y respondimos diciendo: andar por ahí. Yo no quería decirles lo del ladrón porque si no, les daba un ataque de los grandes.
Terminamos de comer y yo me dirigía a donde estaba mi perrita cuando mi madre me detuvo.
- Reira, no puedes ensuciarte ahora, tienes que irte a tu cuarto y prepararte para la fiesta.



- Pero mamaaaa, todavía son las tres y media y la fiesta no empieza hasta las siete y media, además, Neylin –mi perrita- ¡no está sucia! Así que no me ensuciaré. –le aseguré.
- Conociéndote, lo harás –intervino Feinan.
- Tú de qué lado estás –le dije haciéndome la enfadada.
Entonces mamá empezó a dar un discurso lago de los suyos.
- Muchachos –con eso se refería a todos nosotros- No volveréis a tener 16 años nunca más, tenéis que aprovechadlo sino os arrepentiréis. Yo conocí a tu padre cuando era como tú –me dijo entonces, y yo pensé: sí, pero ya era tu novio y además yo voy con Feinan. Y no me imaginaba casada con él. La idea me dio gracia y empecé a reírme.- ¿Hija, por qué te ríes?
- Por nada, da igual –todos se quedaron mirándome- ¡Que da igual! –luego le dije a mi madre rindiéndome –Vale, tú ganas, voy a “arreglarme”. –ella me sonrió.
- Venga, vosotros también –les dijo a los demás y yo les saqué la lengua y me fui a mi cuarto.
No sé cómo iban a vestirse Kyle y Feinan porque no tenían nada que ponerse aparte de lo que llevaban ahora.
Para empezar, me di un baño con el jabón que hizo mi abuela el otro día. Olía tan bien… Cuando entré en mi cuarto vi a mi madre sentada en mi cama y sonriendo alegremente. Se emocionó mucho con el asunto de la fiesta.
Estuvo toda la tarde arreglándome: me maquilló, vistió, me cepilló el pelo y luego me hizo unas trenzas preciosas. Mi cabello castaño quedó suelto pero con unas trenzas pegadas en los lados. Me gustó mucho. No parecía yo.

Vi que ya eran las seis y media ¡se me pasó el tiempo rapidísimo! Y entonces me dijo mi madre:

- Perfecta. Serás la más guapa del pueblo –yo la abracé y ella bajó a donde estaban los demás.
Me quedé un rato más pensando cómo iba a ser todo. Aunque no me guste, tengo que admitir que estaba bastante nerviosa.

Por fin, baje las escaleras y todos nos quedamos boquiabiertos…






Capitulo 6
Me quedé boquiabierta porque todos estaban estupendos… mentira. Me quedé boquiabierta porque Feinan estaba igualito que mi hermano. Si tuviera los ojos marrones sería su copia idéntica. El traje que tenía puesto también era de mi hermano y el de Kyle era el de mi padre. Me entró un poco de nostalgia, pero estaban muy guapos. Michelle también estaba preciosa, aunque para mí solía estarlo siempre. Lo que llamó mi atención fue su pelo, lo tenía más definido de lo habitual; le quedaba genial.

Ellos también se quedaron boquiabiertos al verme y yo les sonreí. Fui a donde estaban y Feinan me preguntó con su peculiar sentido del humor:
- Perdona, ¿has visto a Reira? Es que he quedado con ella para ir a la fiesta y no aparece por ningún lado.



- Eres tonto.-le dije.
- De nacimiento. –intervino Kyle guiñándole el ojo a Feinan.
Mi madre me llevó casi volando hasta la cocina donde se encontraba mi abuela.
- Oh, mi pequeña. –me dijo mi abuela- Estás preciosa. Te pareces mucho a tu madre cuando tenía tu edad. –y la ayudé a levantarse de la silla para que me pudiera abrazar. Luego me susurró al oído. –Mañana cuéntame cómo besa ese muchacho tan guapo eh.
- ¡Abuela! -grité alborotada. Pero ella me ignoró y le dijo con la mano a Feinan que se acercara. Él le hizo caso.
- Cuida bien de mi niña y no hagáis tonterías. –le dijo entonces. Yo me llevé la mano a la frente sin poder creerme lo que oía.



- Se lo prometo –le aseguró Feinan con una amplia sonrisa.
Mi abuela se nos quedó mirando un rato más y luego nos cogió una mano a cada uno. Dijo:
- Que pareja más bonita. –mi abuela sabía perfectamente cómo hacerme enrojecer y en esta ocasión también lo consiguió. Se sentó en la silla y me advirtió- Brad (el anciano que toca la guitarra) me dijo que él se irá a las ocho, no me acuerdo porque pero a partir de ese momento podrás bailar con este muchacho tan guapo.
- Creo que nos tenemos que ir yendo. –dije con la intención de escaparme de una vez de allí.
Nos juntamos con Michelle y Kyle y nos fuimos a la plaza. Ya había mucha gente, desde niños pequeños hasta ancianos. Entre ellos encontré a Brad y me fui a donde él después de prometerle a Feinan que volvería en una media hora. No quería dejarlo solo, sino se aburriría como una ostra.
Mientras yo estaba con Brad, Jaden y su acompañante (no sé si sería su novia o no) fueron a donde los demás. Entonces Jaden le dijo algo a su chica y ella se alejó de allí.
- Fe-no sé qué ¿puedo hablar contigo? –le preguntó Jaden entonces a Feinan.
- No. –respondió éste secamente.
- ¿Tienes miedo? –intentó chincharle.
- No veo nada por lo que deba asustarme –dijo Feinan mirando a ambos lados.
- Vale. Entonces te lo digo de otra manera: voy hablar contigo, quieras o no. –espetó Jaden.
- Eres un poco pesado ¿lo sabías? –bromeó Feinan entonces.
- Pues entonces te lo digo aquí y ahora: Reira es mía. –dijo Jaden muy seguro.

- ¿Y entonces por qué no está contigo? –dijo Feinan sin alterarse pero por dentro estaba rabioso.- Mira, si quisiera estar contigo, no estaría conmigo.
- Una chica así, nunca debería estar con un perdedor como tú. –espetó Jaden.
- Así ¿cómo? ¿preciosa? Pues te digo una cosa: déjanos en paz, tú ya tuviste tu oportunidad y la fastidiaste. Así que ya sabes. –Feinan dejó claramente el asuntó y Jaden se alejó de allí.
Ya eran las siete y media… ¡tenía que cantar! Estaba nerviosísima. Brad empezó a tocar la guitarra y me di cuenta de que debía empezar ¡ya! Y eso hice.
Canté lo mejor que pude hasta las ocho menos cinco. Vi que Feinan estaba sentado en una silla y con una cara de aburrimiento… que se me ocurrió una idea para darle un susto.
- Me gustaría cantar la última canción con un amigo mío que está sentado en aquella silla medio rota de allí. –anuncié- ¿Vienes? –le pregunté a Feinan con una sonrisa maligna.
Él puso una cara como diciendo: ¿estás hablando en serio?
- Ven. –le dije.
- Que vaya, que vaya, que vaya, que vaya –empezó toda la gente menos Jaden y al final Feinan cedió.
Vino a donde estaba yo y me susurró:
- ¡Yo no sé cantar!



- Claro que sabes –le susurré yo a él y luego les dije a todos- ¿Cantamos todos?
Algunos dijeron: ¡claro! Otros: ¡sí! Otros: ¡vamos! Pero todos dieron su afirmación.
Lo que pasó a continuación fue alucinante. Todos cantábamos a pleno pulmón y también me divertí bailando con Feinan. La verdad es que reí más que canté. Ya eran más de las ocho y Brad se tenía que ir. Nos despedimos y él se fue.
Feinan y yo decidimos bajar a un lado de la plaza, donde estaban Michelle y Kyle con una señora con la que Michelle se llevaba muy bien. (Luisa, la señora que cuidó de Michelle como si fuera su propia hija cuando su madre murió).

- Vaya voz que tienes –me dijo Luisa. Yo no sabía que decir y me quedé callada sonriendo– bueno, me tengo que ir, hasta pronto –nos dijo a todos y se alejó hacia su casa.
Entonces Kyle y Michelle intercambiaron una mirada y nos dijeron:
- Eh… hasta mañana.



Nosotros nos quedamos con unas caras de no entender nada, pero Feinan pronto supo cómo aprovechar la ocasión diciéndoles:
- Ah, ya entiendo. Queréis estar solos. Por nosotros genial ¿a que sí Reira?
- ¡Claro! –dije yo.
- ¡¿Qué?! –dijeron alborotados.
- Que no pasa nada… no tenéis porque darnos explicaciones… tranquilos… -insistió Feinan.
- Yo te mato –le advirtió Kyle- Os aseguramos que no es eso. -Michelle hizo un gesto de afirmación- Además, es justo lo contrario ¿A que sí, Fein?
- Calla –le dijo éste muy serio y ellos rieron. Yo no entendía nada, pero antes de que me diera tiempo a preguntar, Michelle y Kyle se fueron.
- ¿Qué pasa? –le pregunté a Feinan.

- Nada. –dijo él desviando la mirada y se quedó mirando al otro lado. Yo le moví la cara con la mano para que me mirase y me dijera lo que escondían, pero él no dijo nada. –Da igual –dijo al final- ¿Quieres bailar?

- Supongo –dije quedándome con las ganas de saber lo que se tramaban, pero conociendo a Feinan no me lo contaría, era demasiado cabezota.
La gente estaba bailando justo en el centro de la plaza y nos dirigimos allí. Que oportuno fue. ¡Justo cuando llegamos, empezaron a tocar una lenta! Luego entendimos porque fue tan oportuno: Kyle y Michelle estaban al lado de los músicos. Si fuera legal… ¡los mataría! ¿Por qué se comportaban así? Estaba confusa. ¡Ni que fuéramos novios!
Feinan alargó su mano para que yo la cogiera y luego sonrió tímidamente (lo que era descomunal en él). Yo se la cogí y entonces me dijo:
- Ahora veremos si bailas igual que cantas.
Si me obligaran a admitirlo diría que el chico sabía bailar. Yo, al contrario, nunca había bailado una lenta y me dejaba llevar por él. Entonces, la música se apaciguó y nos quedamos mirando el uno al otro, como nunca lo habíamos hecho, como si nos hubieran hechizado. Me atrajo más hacia él y yo no puse resistencia, me gustaba la idea. Sus fuertes y firmes brazos me sujetaban por la cintura y yo tenía los míos detrás de su cuello, de modo que podíamos seguir observando el uno al otro. La canción terminó y sin que me diera cuenta ya tenía sus labios encima de los míos. No sabía si había sido él o yo el que dio el paso, pero no me importaba. Solo quería que el tiempo se congelara y que siguiera teniéndolo tan cerca como lo tenía ahora. Algunos nos miraban, pero tampoco me importaba.



Apoye mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón más rápido de lo normal. Estuvimos un rato más de aquella manera hasta que empezaron a tocar una canción muy alegre. Sin decir ni una palabra, decidimos ir a una esquina de la plaza, justo al lado de un callejón sin salida.
- Esta fiesta es mucho mejor que la de mi pueblo –me dijo con su sonrisa asombrosa.- me alegro de estar aquí, contigo. –yo me acurruqué contra él y su sonrisa se amplió. Paso un buen rato y añadió- ¿Sabes? Antes no te lo he dicho pero… estás preciosa con ese vestido.
- No es mi estilo –dije y se rió- y oye… tú… tampoco estás nada mal, quiero decir, te queda bien el traje –entonces me hizo cosquillas. - ¡Feinan, eso no vale!
Pero él siguió haciéndome cosquillas, parecíamos niños pequeños. Luego decidí ponerlo a prueba.
- Vale, te has puesto el traje pero, apuesto a que se te ha olvidado la promesa –le aseguré.
-¿Qué promesa? ¿Hablas del puñal? –me preguntó acodándose de ella.
- Sí. Si no, ¿cómo vas a salvarte?
- Pero ¿por qué necesitaría salvarme ahora? –dijo extrañado y yo, que tenía la cuchilla enredada con una cuerda en el tobillo, la saqué y la sujeté al lado de su cuello.- ya entiendo.- dijo entonces.
- Me lo prometiste –dije poniendo una cara triste.
- Ah, lo siento mucho –me dijo. Yo me reí y luego le besé.
- No pasa nada –le dije guardando la cuchilla de nuevo donde estaba. –Pero una vez… bueno, el año pasado, nos atacaron en plena fiesta. Por eso te lo decía, quería asegurarme de que no te pase nada.
- Y Jaden no supo protegerte –dijo para sus adentros pero yo lo oí.
- No hables de ese pesado –dije.
Él recuperó su sonrisa y me besó, me dio un beso tierno. Pero luego me besó otra vez, con más fuerza, con más pasión. Esta vez sí que me di cuenta de lo mucho que me importaba, y eso, conociéndolo tan poco.







Capitulo 7
Dormimos en casa de Michelle y a la mañana siguiente Feinan fue el primero en levantarse, pero no se molestó en prepararnos el desayuno. Ni siquiera preparó el suyo. Se quedó pensativo con el vaso en la mano, hasta que se levantó Kyle. Entonces fue como si se despertara de pronto diciendo:
- Kyle, tenemos que irnos, ya. –y mientras tanto empezó a preparar bocadillos para el viaje.
Kyle se quedó perplejo. Primero decía que no me dijera nada sobre la misión que tenían y sobre de que yo fuera la “última elegida” y ahora decía que se tenían que ir.
- ¡¿Pero qué dices?! –gritó Kyle.



- Baja la voz –le ordenó Feinan- tú no tienes porque venir, si quieres quédate, si quieres quédate viviendo en la casa de Michelle, con Michelle –lo último dijo dándole un codazo a Kyle y éste puso los ojos en blanco- mira, haz lo que quieras pero yo me voy.
- ¿Por qué? –dijo Kyle, triste.
- Porque –hizo una pausa- después de lo que pasó ayer… me he dado cuenta de que la quiero, y mucho. Y estando yo aquí están en peligro, las dos. No quiero ser un problema, mejor dicho un peligro. –luego dijo muy decidido- me voy de aquí hoy mismo.
- Me voy contigo –dijo Kyle y Feinan sonrió tristemente.- pero después de despedirse debidamente, puede que no las veamos nunca más.
- Tienes razón.
Justo en ese momento aparecimos nosotras en la cocina y ellos desviaron la mirada. Michelle y yo nos miramos extrañados y decidí preguntar:
- Vale. ¿Qué pasa aquí? –nadie me respondió- miradnos. –tampoco me hicieron caso.- ¡Basta ya! –odio que me ignoren de esa manera.
Entonces Kyle miró a Feinan y éste hizo un gesto de afirmación.
- Nos tenemos que ir, ya.
- ¡¿Qué?! –dije sin saber qué más decir.- ¡¿Por qué?!
- Por la misión –intervino Feinan mordiéndose el labio. Estaba nervioso.- sino podríamos perder la guerra ¿y no nos conviene, verdad? –dijo intentando bromear.
- Sé que no es solo eso. Escondéis algo desde que llegasteis y pienso averiguarlo. –les hice saber y ellos me miraron boquiabiertos.- Pero eso ahora me da igual, nos os vayáis. –dije con toda la sinceridad.
- No. No os podéis ir, por favor –dijo Michelle, casi suplicando. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas.

- Por favor –les dije y luego le miré a Feinan- por favor. –repetí y exploté en lágrimas. Era la primera vez que lo hacía delante de la gente desde que prometí no hacerlo cuando murió mi hermano, pero aunque lo intentara, no podía dejar de llorar. Feinan me abrazó.



Lloré un montón apoyada es su pecho hasta que noté una lágrima que no era mía en la frente. Miré para arriba y vi que él también tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se negaba a llorar.



- No pienses que soy un llorica eh –me dijo cuando se enteró que lo miraba e intentó sonreír.
- Lo mismo te digo. –le dije y entonces me besó. Tal vez sería nuestro último beso, o tal vez no sería el último, pero de lo que estaba segura era que estaría un montón de tiempo lejos de él.

Fue un beso largo, larguísimo y cuando se terminó, sentí como una punzada en mi corazón. Se me ocurrió una idea.
- Déjame el puñal. –le dije secándome las lágrimas.
- ¿Para qué? –me preguntó sorprendido.
- Tú déjamelo –me lo dio y cuando lo tenía en las manos, cerré los ojos; así me concentraba mejor. Enredé unas raíces salidas de mis manos en el puñal y luego hice crecer una flor pequeñita en un extremo.- Toma –y le devolví el puñal.- Escucha la flor –él hizo lo que le decía.
- ¡Se oyen latidos, como si fuera un corazón! –dijo asombrado.
- Es el mío –le expliqué y sus ojos se abrieron como platos.- Así sabrás que estoy bien, o al menos, si no lo pierdes, te acordarás de mí –me sonrió- Si mi corazón deja de latir, la flor también lo hará. Y si estoy enferma, la flor se marchitará. Sabrás como estoy.


- Vaya. Es impresionante. –dijo- muchas gracias –y me abrazó otra vez- te quiero.
- Yo también te quiero –le confesé.



Pasado un rato, más corto de lo que me gustaría, nos separamos y el cogió los bocadillos. Nos fuimos a donde estaban Kyle y Michelle. Yo abracé a Kyle como despedida y Feinan abrazó a Michelle.
Entonces llegó el momento que no quería que llegase con todas mis ganas, el momento en que se iban. Abrieron la puerta y estaban a punto de irse hasta que Feinan se paró de golpe. Se quitó un collar. El collar era un simple cordón enganchado a ¡la piedra color esmeralda que arrancó en la cueva! Retrocedió un poco hasta llegar al sitio que estaba yo y allí me puso el colgante.



- Como mis ojos ¿Recuerdas? –me recordó.
- Sí. Por cierto, preciosos. –le dije.
Nos dedicamos nuestra última sonrisa y se fue. Se alejó y se alejó y se alejó, hasta que desaparecieron de mi vista. Michelle, que todavía seguía llorando, me abrazó y me llevó dentro de casa.
- Volveremos a verlos –me aseguró. Pero yo no estaba muy segura de eso.
Pasé todo el día deambulando como una sonámbula y Michelle no dijo ni una palabra, lo que era rarísimo en ella. Siempre tiene algo que decir.
- Rei, me voy a la cama –me dijo entonces- buenas noches.
- Que duermas bien –le dije e intenté sonreír, pero no funcionó.
Me quedé sola sentada en una esquina de la entrada, al lado de la puerta, como si creyera que volverían a entrar por esa misma puerta que los vio marchar.




Pasé toda la noche allí, observando la piedra color esmeralda y soñando despierta con los ojos de Feinan. Y esperando al momento en el que pudiera volver a verlo sonreír.
El día siguiente también fue asqueroso. Decidí ir a mi casa y desahogarme con mi abuela contándole todo lo sucedido. Otra vez me encontré a mí misma llorando, sin poder dejar de hacerlo, abrazando a mi abuela e intentando olvidar todo aquello cayendo en un sueño profundo, con la esperanza de no volver a despertar para no sufrir tanto.
Me desperté y vi que mi abuela todavía seguía a mi lado, llorando y abrazándome.
- Mi pequeña Reira, volveréis a encontraros. Sé que el destino lo quiere de esa manera. –y entonces sonrió- tú eres fuerte, prepárate para ello.
- Gracias, abuela. Eres la mejor –le dije con una pequeña sonrisa apagada. No sabía lo que haría sin ella y sin Michelle. Eran todo lo que una chica podía desear: una abuela y tú amiga que nunca te faya. Era lo que me quedaba y era afortunada de tenerlas al lado.
Cuando ya nos tranquilizamos las dos, salí con mi arco y la espada de mi padre al bosque. Convencí a Michelle de que viniera ella también.
- ¿Qué pretendes que haga yo? – me preguntó Michelle mientras observaba la espada.


- Entrenarme.
- ¡¿Qué?! Yo no sé nada de todo esto. ¿Cómo pretendes que te entrene?
- Yo te entreno a ti y tú me entrenas a mí –le expliqué.
- Reira, no estoy muy segura de querer hacerlo –me dijo.
- ¿Si no lo haces tú, quién lo hará? Todos los guerreros se han ido y no pienso pedirle a Jaden que me entrene.
- Hablando de Jaden… hay algo que no sabes.
- ¿El qué? –pregunté ansiosa de saberlo.
Ella me contó todo lo sucedido en la fiesta y cómo quería volver conmigo. Pero yo no podía volver con él, mejor dicho, no quería estar con nadie que no se llamara Feinan.
- Pues entonces, ¿entrenamos juntas? –le pregunté.
- ¿Cómo es que siempre consigues que haga lo que quieres? –me preguntó ella con una sonrisa que llevaba todo el día sin aparecer.
- Porque eres la mejor amiga que existe. –le dije y ella me abrazó.



El entrenamiento fue un desastre total, pero al menos nos distrajimos y no pensamos en “cosas tristes”. Al final del día estaba hecha polvo y nada más entrar en casa de Michelle, me senté en el suelo, al lado de la puerta. Lloré un poco más y me quedé dormida allí mismo.





Capitulo 8
Estuve toda la semana entrenando día y noche y tengo que decir que mejoré un montón. Clavaba todas las flechas justo en el centro de las dianas y manejaba la espada como nunca imaginé que llegaría a hacerlo. También aumenté mi poder con la naturaleza y todos mis sentidos mejoraron un montón. Fue todo un logro para mí.
Michelle, al menos conseguía clavar las flechas en la diana, a diferencia de antes, y ya no se hacía cortes con la espada.
Lo peor era que estábamos agotadas y decidimos tomar un par de días de descanso. En nuestros días de descanso fuimos a pasear por el pueblo, pero no había nada nuevo que ver. El bosque también estaba más solitario que lo normal.



Faltaba gente, mejor dicho hombres, y daba al pueblo una sensación de vacío. ¡Tenía tantas ganas para que la guerra se terminara! Y eso que todavía no había empezado.
***


Kyle y Feinan seguían con su viaje a Nilanda y mientras tanto preparaban la excusa que le iba a poner Feinan a su padre (el rey) para decirle que no habían encontrado al último elegido.
- Le decimos que hemos buscado en todo el pueblo, en cada casa que había y que también hemos mirado en el bosque, pero que no hay ni rastro del último elegido. –dijo Kyle- ¿Se lo tragará? –preguntó entonces dubitativo.
- No sé –confesó Feinan- pero estoy seguro que enviará a alguien a dar la noticia de que hemos estado allí y no lo hemos encontrado. –hizo una pausa- Espero que Reira no descubra que la elegida es ella.
Siguieron andando, cabizbajos. Había la posibilidad de que los castigaran por no cumplir la misión y alejarse de Segelia. Pero ellos no estaban dispuestos a ponernos en peligro a Michelle y a mí. Tenían que pensar algo para sobrevivir.
- Tú puedes ir a Fandeira. No te dirán nada, eres de allí –le dijo Feinan a Kyle.



- Si fuera a Nilanda tampoco me dirían ni me harían nada, no soy de allí así que no me pueden hacer nada. –aseguró Kyle.- Pero a ti tampoco te harán nada. Tú padre no lo permitirá y tampoco le conviene a nadie que te maten, eres uno de los elegidos.
- Eso espero.
Todavía les quedaba dos días de viaje y aunque los dos estaban hambrientos tenían que aguantar hasta el día siguiente, no tenían mucha comida con ellos.
***


En esa misma noche tuve la pesadilla de siempre pero con algo más. ¡Descubrí la sonrisa del guerrero! Estaba segura de a quién pertenecía, no había otra igual. Era la de Feinan, sin dudarlo. Pero, ¿Qué significaba aquello? El guerrero herido que ahora yacía en el suelo y que peleaba con fuego tenía la sonrisa de Feinan. Pensé que solo sería una pesadilla sin sentido y no le di importancia.



Cuando me levanté Michelle ya tenía el desayuno preparado y me senté al lado de ella.
- ¿Qué tal has dormido? –me preguntó.



- Bueno… con la pesadilla de siempre.
- ¿Por qué tienes siempre el mismo sueño? Es extraño.
- No es siempre igual. Algunas veces se alarga y pasan más cosas –no le quise decir nada sobre lo que soñé hoy y cambié de tema.- ¿Qué haremos hoy?
- Ah, yo tengo que ir a leerles una historia a los niños. Se lo prometí a Luisa. –me hizo saber ella.
Otra vez me quedaba sola sin saber qué hacer. La verdad es que ya me estaba acostumbrando.
- Vale. –entonces se me ocurrió una cosa- no me esperes despierta.
- ¿Qué pretendes hacer? ¿A dónde vas?
- Ya te lo cuento mañana -y salí corriendo con mi arco en dirección al lago. Estaba nerviosa.



***


Mientras tanto Kyle y Feinan estaban en una cueva desayunando. Feinan miraba la flor del puñal y estaba oyendo mi corazón acelerado por el motivo de estar corriendo y estar nerviosa. Kyle lo miraba.
- Está bien –dijo- no te preocupes. –Feinan asintió.

Recogieron la comida que sobró y siguieron con su camino. A lo lejos Feinan ya podía ver la bandera del castillo pero Kyle no la pudo ver hasta que llegaron a la entrada del pueblo.
- Ya hemos llegado –dijo Kyle suspirando.
- Venga, que saldremos de esta –lo animó Feinan con su sonrisa de siempre. Kyle al verla se relajó un poco.
Se encaminaron a la “casa” de Feinan, al palacio. Pero entonces éste se paró de golpe y…
***


Yo ya llegué al lago y me derrumbé en el suelo, justo donde los habíamos encontrado. Miré al lago… hacía tanto calor… que me encantaría darme un baño allí mismo. Había leyendas sobre aquel lago, algunos decían que estaba maldito y otras que era maravilloso. Me quedé dubitativa, pero al final la tentación me venció. ¿Las leyendas solo son leyendas, no?
Me desnudé y me metí en el lago. Apuesto a que sería la primera en hacerlo. El agua estaba templada, muy relajante. Cerré los ojos y me quedé flotando. Se me vinieron un montón de recuerdos a la cabeza: De cómo de niña le robaba pan al panadero para darle a un gatito callejero, de cuando conocí a Michelle, cómo construí con mi hermano una casita de madera torcida, de cuando mi abuelo me llevó por primera vez al monte, cuando mi hermano me hizo el arco… todos los recuerdo era buenísimos y el último fue el que me hizo derramar una lágrima: el beso de Feinan.
Entonces deseé con todas mis fuerzas verlo, cómo estaba ahora, dónde se encontraba… pero pensé: los deseos siguen siendo deseos. Me dispuse a salir de aquel lago encantado cuando me paré en seco al ver…



***
Mi deseo se cumplió: vi como estaba Feinan delante de un castillo con Kyle al lado y con los ojos como platos.



Pero lo que yo no sabía era que el también me vio a mí en aquel mismo momento.
***


- Fein, ¿te pasa algo? –le preguntó Kyle entonces, pero no le respondió- ¿Feinan?
- Ostras –dijo éste alucinando- Vaya.
- ¿Qué pasa? –dijo Kyle preocupado- ¡Feinan! –y le dio un codazo.
- ¡Kyle! ¡No me distraigas! –le dijo Feinan mosqueado y despertando de la visión- ¡Ya la he perdido de vista!
- ¿A quién?- preguntó Kyle sin poder entender nada.
- ¡A Reira! –chilló Feinan.
- Pero, ¿Qué dices? –dijo Kyle aún más extrañado.



- La he visto, Kyle. –dijo Feinan con una sonrisa amplia- Estaba en aquel lago que tú me dijiste que no lo tocara y estaba… desnuda –añadió ampliando la sonrisa.



- Creo que estas delirando. Vamos. Necesitas tomar aire fresco.
- ¡No estoy delirando! –protestó Feinan. - ¡y no necesito aire fresco!
- Pues entonces entremos a tu “casita” –dijo Kyle con sarcasmo.
- El peor sitio que existe. –añadió Feinan y entraron al castillo.


***
Antes de que me diera tiempo a despertarme del sueño, el agua empezó a congelarse y salí corriendo de allí.
Me vestí y me quedé mirando el lago ahora congelado. Era muy raro. Hacía un calor que no se podía aguantar y el lago se congeló. Si no lo hubiera visto, no lo creería.
Luego aparté la vista del lago y la clavé en el árbol más gordo que había. De pequeña, solía jugar en aquel árbol imaginándome que era una gigantesca torre. Al recordarlo, sonreí sin querer. Todo era más sencillo cuando era pequeña. Todo era un juego para mí, a diferencia que ahora.
Me tumbé en el suelo y me quedé dormida. Pero me desperté de repente al oír un corazón latiendo.
- ¿Quién anda ahí? –pregunté firmemente. Nadie me respondió.



Oí algunas hojas moverse y el latido era más fuerte. Entonces noté un olor familiar, descubrí quién era.
- Jaden, sé que eres tú. ¿Qué haces aquí?
- Ahora mismo hablarte. Antes observar cómo dormías.
- ¿Por qué? –le pregunté secamente.
- Porque quiero decirte algo y no encontraba ni el lugar ni el momento adecuado.
- ¿Y cómo has descubierto que estaba aquí? –La verdad es que me preocupaba más cómo lo descubrió que lo que quería decirme.
- Porque te conozco desde pequeño. –sí, mucho antes de convertirte en un imbécil ligón, pensé.
- ¿Qué quieres decirme? –decidí preguntar sentándome en el suelo. Él también se sentó.
- Iré al grano, sé que no te gusta que ande con rodeos.
- La verdad es que me da igual, tengo tiempo. –estaba tan aburrida que no me importaba escucharle. Tenía tiempo de sobra hasta la puesta del sol.
- ¿Y cómo es que tienes tanto tiempo? ¿Dónde está ese admirador tuyo?
- ¿De qué hablas?
- Tú ya sabes de que hablo. Hablo de ese Fe-so sé qué.
- Feinan –le dije claramente. –a tenido que volver a su pueblo. –al recordarlo noté una punzada en mi interior y la tristeza se apoderó de mí.



- Ya veo que no quieres hablar de eso –dijo entonces y me quedé asombrada. Nunca había hecho el menor caso a mi estado de humor y ese día lo hizo, para mi sorpresa. –no pretendía… -lo interrumpí.
- No pasa nada. ¿Cómo es que te has dado cuenta?
- ¿Cuenta de qué? –me preguntó sin saber a qué me refería.
- De mi cambio de humor. Antes te daba igual.
- Justo de eso quería hablarte. Quiero decirte que ahora ya no me da igual, que me importas. Y te quería pedir perdón por haberme comportado cómo un imbécil.
No sabía qué decir. Estaba dispuesta a perdonarlo pero no ha volver con él. No me apetecía ser el perrito faldero de un chico que se pone a ligar con la primera que encuentra en la calle.
- ¿Qué dices? -me preguntó.
- ¿Qué quieres que diga? –le pregunté sin saber qué más decir.
- Que me perdonas, al menos... –me dijo mirando al suelo. Hacer eso no era típico en él. Siempre mantenía la cabeza bien alta.
- Te perdono, pero ¿Qué quieres decir con ese “al menos”? –me quedé confusa. Él me sonrió, pero su sonrisa no era tan asombrosa como la de Feinan.
- Oh, por ahora me conformo con eso –sus palabras fueron demasiado egoístas y quiso corregirse- quiero decir, me alegro de que me perdones y quiero que sepas que me pareciste la más guapa de la fiesta. Nada más.
- No sería para tanto... –el cumplido me hizo enrojecer un poco.
- Sí lo es –dicho eso se levantó y se dispuso a irse. –te dejo con tu querida intimidad.
- Espera. –no quería que se fuera todavía, antes de preguntarle una cosa. Entonces dio media vuelta y se quedó mirándome.
- ¿Me podrías hacer un favor? –hizo un gesto de afirmación- ¿Me podrías ayudar a entrenarme?
- ¿Quieres que te entrene yo? –me preguntó extrañado.

- Sí. ¿Por qué no? ¿No serás tan malo, no?
- ¿Yo malo? Imposible. –dijo en broma- si quieres, lo haré.
- Gracias.







Capitulo 9
- ¿Te importa si me quedo? –me preguntó Jaden, un tanto dubitativo.

- Si es lo que quieres... –le dije. Estaba sola sin saber qué hacer y tener compañía no me haría mal. Se sentó en frente de mí y hubo un incómodo silencio. Cogí el arco y las flechas y me dirigí al campo de entrenamiento improvisado que hicimos el otro día.- ¿Vienes? –le pregunté.
- Claro. –y me siguió.
Llegamos al sitio y le di la espada de mi padre. No me hacía mucha gracia pero lo hice.
- ¿En qué consiste tu amado entrenamiento? –quiso saber sonriente mientras admiraba la espada.

- Arco, espada y cuchilla. –le dije simplemente y él me miró extraño- el arco lo domino y la cuchilla también, pero me vendría bien ayuda con lo de la espada.
- Genial, justo lo que se me da mejor.
- ¿A sí? Eso ya lo veremos mañana.
- Hablando de mañana, ¿tienes algún plan?
- Vivo sin saber que hacer. No, no tengo. –le dije con sinceridad.
- ¿A qué se debe eso? Puedes hacer lo que te venga en gana y cuando lo quieras.

- El problema es que no sé qué hacer. Cuando conocí a Kyle y Feinan hacíamos muchas cosas y lo pasaba bien. Pero ahora, Michelle está ocupado leyendo a niños y yo me siento abandonada. –me crucé de brazos y miré al suelo. Necesitaba desahogarme con alguien y lo hice con Jaden. Él me abrazó y yo no me negué, lo que me resulto raro. Pero al menos sentí que no estaba sola.



- No estás sola. Podemos “jugar” como en los viejos tiempos. –intentó animarme- Lo pasábamos realmente bien, ¿Te acuerdas? Solíamos subir a ese árbol tan gordo y apostábamos quién subía más arriba.
- Yo te ganaba. –recordarlo me hizo sonreír.
- Hum… no sé… ¿Lo comprobamos? –y echó correr hacía el árbol gordo. Yo lo seguí y me percaté de que estaba sonriendo.

Subimos casi hasta arriba y nos sentamos en la misma rama. Me sentía feliz. Empezaba a creer que Jaden había cambiado de verdad. Ya no era tan imbécil como creía.
- Empate –me dijo entonces. Yo le sonreí mientras contemplaba las vistas de nuestro alrededor. No me podía creer que la guerra podía destruir todo aquello, era tan bonito…
- ¿Sabes? Me había olvidado de lo divertido que era subir aquí.
- Yo también. –y se me quedó mirando. Me sentí bastante incómoda.
Luego ocurrió lo inesperado. Se inclinó un poco para quedar frente a mi cara. Me observó y me besó. ¡Yo no me aparté! Hice lo contrario, le devolví el beso. ¿Pero, qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba con Feinan? Bueno, el estaba lejos y cabía la posibilidad de que no volviese. Estaba confusa, muy confusa.
Cuando nos apartamos sonrió. Yo me quedé mirando hacia abajo, intentando descubrir porque no me aparté. Debió notar mi confusión y me rodeó con el brazo.
- Eh… esto… ha sido -quise aclarar las cosas pero no encontraba palabras para expresar lo que sentía.



- Genial –dijo acabando la frase.
Y aunque no me gustara, la verdad era que no me disgustó el beso, me sentí querida y no abandonada como estaba antes.
- No ha sido como lo esperaba –dije casi murmurando y él me miró como defraudado- quiero decir, ha sido agradable, me he sentido bien. –y le sonreí con total sinceridad.
- ¿Lo dices enserio?
- Si, muy enserio. Aunque no quiera admitirlo.
- ¿De verdad? –aunque quisiera creerme, no lo hacía y para demostrárselo lo besé, con ganas. Luego me sonrió. – Ya veo.
- Tengo que irme. Adiós. –le dije y me dispuse a irme de allí hasta que me agarró de la mano.
- Espera –me dijo- ¿A dónde vas?
- A casa. ¿Por qué lo preguntas?
- No, no importa. Allí no soy bienvenido, creo.
- Podemos cambiar eso –le dije nos dirigimos hacia mi casa.
El camino era largo, pero a mí se me hizo corto. Hacia tanto tiempo que no hablaba con Jaden que olvidé porque me “enamoré” de él el año pasado: por su parloteo constante y el hecho de que me haga reír con lo que dice.


Yo no soy muy de hablar y me gusta estar con alguien que sepa romper esos silencios incómodos.
Cuando llegamos a casa…
- Hola abuela –la saludé, sonriente, al entrar- ¿Dónde está mamá?


- Se ha ido donde Luisa a ayudarla con algo –dijo secamente, lo que no era habitual en ella.- ¿Qué hace este aquí? ¿Qué pasa con aquel muchacho tan apuesto? Te prometió que volvería.
- ¡Pero no lo hará abuela! –exploté- ¿No te das cuenta? ¡Tiene demasiado que hacer como para preocuparse de una niña ingenua! –hice una pausa y me percaté de que mi abuela estaba mirándome con la boca abierta. Me relajé un poco y le dije con suavidad- No va a volver abuela, está en Nilanda. Y Jaden ha sido quién me ha hecho sentir que no estoy sola, además, ya no es imbécil –Jaden me miró de repente- sin ofender –y le sonreí.
- Yo también estoy aquí Reira, no estás sola. –me dijo mi abuela.

- Lo sé, y te lo agradezco mucho. Pero por favor, no trates así a Jaden. Como tú me dijiste una vez: todos merecen una segunda oportunidad pero nadie merece una tercera a menos que seas tú mismo.
- Tienes razón, mi pequeña. –luego le agarró la mano a Jaden y añadió- te doy la segunda oportunidad –y sonrieron.
- Lo siento mucho señora, le prometo que he cambiado.


- Eso parece, sino mi Reira ya te habría echado de aquí. –y lo habría hecho.
Desde que cortamos el año pasado, mi abuela le ha guardado rencor por lo que ha sido siempre: un niñato ligón. Pero me alegro de que le diera una segunda oportunidad. Las personas pueden cambiar.
Nos sentamos en la cocina. Mi madre ya tenía la comida preparada y como ella comería en casa de Luisa nosotros lo hicimos entonces. Jaden hablaba y mi abuela reía. Yo al verlos me di cuenta de que todavía podía ser feliz.

Después de comer fuimos a dar una vuelta en el pueblo y no fue tan agradable. Paseábamos tranquilamente con nuestros brazos rodeando la espalda del otro, mirando las estrellas que alumbraban la noche; pero esa tranquilidad duró muy poco. Solo había otras cuatro chicas de nuestra edad (Michelle incluida) en nuestro pequeño pueblo y tres de ellas nos pararon.
- ¿Ya has engañado otra vez a la zorra esta? Pues por vaya birria me dejaste–dijo una.
- ¿Vosotros no estuvisteis saliendo un tiempo? Oh, espera, rompisteis el año pasado y tú, bonito, empezaste a salir conmigo. –dijo otra.
- Qué bonito. Me dejas plantada en la fiesta por esta marichico. Asqueroso. –dijo la última, era la chica con la que Jaden fue a la fiesta.
- Vosotras no sois nada comparadas con Reira, callaros que sois todas unas fulanas. Dejadnos en paz ¿entendido? –espetó Jaden.


- Aquí el único imbécil eres tú, que después de acostarte con todas nosotras nos dejas tiradas. –dijo la primera.
- ¡Yo no me he acostado con ninguna! Estaba muy bien hasta que habéis llegado, así que iros a incordiar a otro. –dicho eso se alejaron.
Jaden había estado saliendo con todas aquellas y no me hacía gracia. Esperaba que fuera cierto que no se había acostado con ninguna, pero no estaba segura.
- ¿Es verdad? –le pregunté. No sabía muy bien si quería escuchar la respuesta o no.
- ¿El qué?
- Que te has acostado con ellas.
- ¡No! ¡Y no lo haré! –dijo alborotado- Igual te suena cursi, pero te diré la verdad. He estado enamorado de ti desde la primera vez que subimos al árbol, el día que nos conocimos. Cuando dejaste de hacerme caso, empecé a beber mucho y eso que solo tenía 13 o 14 años. Me convertí en aquel imbécil. Luego, no sé cómo salimos juntos y yo no podía dejar el alcohol. Para variar, lo estropeé y para olvidarlo empecé a salir con todas esas, lo que fue un error. Ninguna de ellas me gustaba pero entre el alcohol y las chicas conseguía olvidarte. Me llamaba a mi mismo obsesionado y loco. Ya te lo he dicho. Eres tú, solo tú... la que siempre me ha interesado.
Me conmovió mucho su historia y también me alegré de saber que le importaba tanto. Lo abracé.


- Te quiero –me confesó.
- Y yo a ti. –le dije y no era mentira.
Nos fuimos a su casa y me recibieron encantados. Su madre me enseñó toda la casa y su abuelo me explicó trucos de pelea.
- Estoy encantada de que este hijo mío esté de nuevo contigo Reira, si no se vuelve un borracho inaguantable. –me dijo su madre y yo no sabía que decir.
- Mamaaa… -dijo Jaden un poco avergonzado.
- Hijo, si se te notaba desde lejos. Con tal de decir su nombre te ruborizabas y subías a tu cuarto.
- ¡Mamá!
Noté que se ponía rojo y me reí. Luego subimos a su cuarto. Estaba lleno de cosas únicas y antiguas. Y había fotografías de todos a los que conocía: de su padre, madre, abuela, abuelo, hermana recién nacida…
- Está un poco desordenado –me dijo- ¿Pero da igual, no?
- Sí, da igual tranquilo. Me gustan las cosas antiguas que tienes pero odio esa botella del suelo. –cogí la botella y le di un traguito para ver cómo sabía- ¡¿Pero cómo puedes beber esto?! Está nauseabundo.
- Te acostumbras. -dijo simplemente- pero si no te gusta lo dejo. –y se acercó mucho a mí, hasta quedarnos cara a cara.
- No me gusta –le dije sonriendo.
- Entonces decidido, lo dejo –y empezó a besarme el cuello haciéndome sentir cosquillas.
Las cosquillas pasaron a ser caricias y las caricias pasaron a ser más fuertes. Me tocaba todo el cuerpo y yo también tocaba todo él. Nos echamos en la cama quitándonos lo zapatos y él se deshizo de mi blusa mientras me besaba por todas partes. Le quité su camiseta dejando ver su perfecto cuerpo, el que ahora mismo ardía. Nos acercamos más si cabía y justo entonces oí a alguien tocando la puerta. Nos sacaron de la magia y nos separamos de inmediato. Se vistió de inmediato y fue hacia la puerta, me dijo que escondiera debajo de la cama.
- Pasa. –dijo Jaden.
Entonces la puerta se abrió y entraron su primo de 20 años y la novia embarazada de este, que tenía 19 años. En Menrila solían casarse con 20-22 años y las chicas se quedaban embarazadas antes, a los 17 o 18. Yo tenía 16 y todavía me faltaba un poquito para eso y me gustaría que me faltase más.
- Hola –saludaron –hemos venido a invitarte a nuestra boda.
- Vaya, ¿os casáis? –preguntó Jaden sorprendido.
- Si, la semana que viene me voy a Fandeira y primero quería casarme con esta preciosidad. –le explicó su primo- me gustaría quedarme hasta que nazca el bebe pero no puedo –añadió tristemente.
- Oh, lo siento -dijo Jaden y a la novia se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Entonces vendrás, primito?
- No me lo perdería por nada. Ah otra cosa, no me llames así. –su primo rió.
- ¿Vendrás acompañado?
- Me gustaría. –respondió Jaden y me pregunté si se trataba de mí.
- ¿A quién vas a llevar? –quiso saber su primo.
- Hum… -y sonrió- a alguien que está muy cerca. –yo también sonreí.
- ¿Cerca? ¿Qué dices primito? Da igual. ¿No me lo vas a decir? Muy bien, la veremos pasado mañana a las 12:30 en la plaza ¿entendido? No llegues tarde, que te conozco.
- ¿Yo, tarde? Imposible –y todos se rieron.
Luego se despidieron y me pregunté cómo hacía Jaden para que su primo y la novia sonriesen en ese momento tan duro en el que estaban. Y no lo hacía solo con ellos, a mí también me hizo sonreír esa mañana y hizo que mi abuela riera cuando estábamos comiendo. Me imaginé que sería una de esas personas con las que no puedes guardar rencor y acabas riendo. Salí desde debajo de la cama y empecé a vestirme.
- ¿Y qué me dices? –me preguntó quitándome la blusa y así impidiendo que me la pusiera- no te la pongas todavía –insistió con tono de niño pequeño. Yo reí y me senté en la cama.
- ¿Qué tengo que decirte? –no sabía a lo que se refería.
- Me tienes que decir que me acompañarás a la boda. –y sonrió.
- Si te digo que sí, ¿me devolverás la blusa?
- Puede.
- Vale, iré. –y se sentó a lado de mí. Luego me besó y empezó a tocarme el pecho produciéndome escalofríos de placer. –No, no. Hoy ya has tenido suficiente –dije recuperando la blusa y poniéndomela- me tengo que ir –lo besé una vez más y me dispuse a ir hasta que me cogió la mano y me detuvo. Me gustaba y odiaba (a la vez) que me hiciera eso.
- Si todavía no se ha puesto el sol.
- Por eso me tengo que ir. Antes de que se ponga el sol. –me limité a decir y di otro paso a delante arrastrándolo a él también. Me miró extrañado- me voy al acantilado a pasar la noche, necesito pensar.
- ¿Sola? –me preguntó.
- No, con esto. -Y le enseñe la cuchilla atada a mi tobillo. Él rió.
- Eres de lo que no hay. –me besó en la mejilla- que pienses bien.
Salí de la casa a paso rápido y fui al acantilado. Sentía una extraña sensación, como si estuviera haciendo lo incorrecto. Me tumbé en el suelo y saqué el colgante color “ojos de Feinan”. Entonces recordé su sonrisa asombrosa, su sentido del humor, como me atravesaban sus ojos esmeralda… lo mucho que lo quería… ¡Pero que estaba pensando! ¡Él nunca volvería! Me olvidaría en un par de días, como a mí me gustaría hacer con él. Pero era imposible. En qué lio me había metido. Sentía algo distinto que me unía a él, algo mágico, algo increíble, algo atrayente… que me impedía dejar de pensar en él.



Capitulo 10
Kyle y Feinan entraron en el palacio sigilosamente y se dirigieron a la sala del trono, donde se encontraba el padre de Feinan, el Rey de Nilanda. Caminaban bastante rápido y notaban cómo todas las miradas de los que trabajaban allí se posaban en ellos. Las miradas eran de asombro y tristeza a la vez. Llegaron a la puerta que llevaba a la sala del trono y Feinan la abrió de par en par sin pedir permiso antes, lo que era una falta de respeto increíble.
Cuando el rey lo vio se quedó mirándolo sin decir nada.
- Traigo malas noticias, mi rey –dijo Feinan- no hay ningún elegido en Segelia. Hemos mirado en cada rincón del pueblo y no hay rastro del elegido.
- Estás mintiendo –dijo su padre firmemente.
- No lo hago, se lo prometo. –Feinan empezaba a ponerse nervioso.



- Te dije que no volvieras a menos que lo encontraras. Has desobedecido mis órdenes. ¿Qué tienes que decir al respecto?
- Os quería avisar de que no hay elegido en Segelia, mi rey. –dijo, pero en realidad volvió para no ponernos en peligro a nosotras.
- Enviad a unos cuantos soldados para que revisen hasta el último habitante que hay. Así no tendrá escapatoria. Si alguien se niega a ser registrado matadlo. –ordenó.
- ¡Te digo que allí no hay nada! –explotó Feinan gritando. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante la conducta de Feinan. Desde que era pequeño se encargaron de educarlo perfectamente. Siempre se dirigía de usted a su padre y no le había gritado nunca. Tenía un gran respeto hacia él y lo llamaba “mi rey”.
- No te atrevas a gritarme. La decisión está tomada –su padre dio por finalizada la discusión.
- ¡Pero no tienes ni idea de lo que harás con eso! ¡Hay muchas familias que temen a Nilanda por el hecho de que matasteis a muchos de sus hombres! ¡Sembrarás el caos! ¡Déjalos en paz! ¡Te odiarán! ¡Te odiaré! ¡Púdrete en el infierno!–gritó sin importarle lo que aquello provocaría.
- Cómo te atreves –se interrumpió.- ¡Cogedlo y dadle un latigazo por cada palabra que ha dicho! –les ordenó a los soldados y estos vinieron corriendo a arrestarlo.
- Si a tu hijo le haces esto, no me imagino lo que le harás al que no lo es. –dijo Feinan casi murmurando- Y por si no te acuerdas ¡soy el elegido del fuego! No te conviene matar a los elegidos ¿no es cierto? Sino hay más posibilidades de perder la guerra –se le marcó una sonrisa torcida en la cara.- Morirás muy pronto, ya lo verás y yo estaré ahí para reírme de ello. –dijo con una carcajada hueca- Te lo aseguro, ¡igual que tú lo hiciste con mi hermana! ¡Te vi matarla con solo 5 años! Y desde entonces no ha sido respeto lo que he sentido hacia ti como todos piensan, ha sido miedo a que me hicieras lo mismo. Pero ya no te tengo miedo –luego se compadeció de su madre- Pobre mamá, te tiene que aguantar todos los días –miró a su madre- a ti sí que te quiero mamá –y su madre empezó a llorar.
- ¡Llevadlo de aquí y dadle 50 latigazos ahora mismo! Sin embargo, no lo decapitéis. Necesitamos al fuego. Si no fuera así lo mataría yo mismo –dijo su padre y su madre empezó a llorar con más intensidad.
Lo llevaron a la sala de los castigos y todos los que estaban en Nilanda se reunieron para ver cómo lo torturaban. Lo harían cuando el sol se pusiera, cuando la llama de fuego de su interior era más débil. Justo cuando yo estaba intentando olvidarle.
El sol se puso y en la sala se oían solo los llantos desesperados de su madre, la reina. Lo ataron con cuerdas y cadenas para que no se moviera ni se escapara. Kyle miraba desde lo alto de la sala, con los ojos llenos de lágrimas y pensando en el modo de rescatar a su mejor amigo. No podía creerse lo que estaba a punto de ocurrir.

Primer latigazo, el segundo más doloroso. Lo sé porque yo sentía todo lo que Feinan estaba sintiendo en ese mismo instante. Estaba dormida, era como una pesadilla de dolor.
Feinan gritaba y sus ojos color esmeralda le ardían. Sus gritos retumbaban en mi cabeza y sentía ganas de llorar. Estaba sufriendo de verdad y lo peor era que el que le daba los latigazos era su padre. Le daba tan fuerte que le cortaba la respiración. Era como si mi corazón se parase.
A Feinan se le cayó el puñal al suelo y notó que con cada golpe que le daban mi corazón paraba de latir. Al principio se preocupó y luego, se dio cuenta de lo que ocurría: estábamos unidos por el hecho de ser elegidos y estar enamorados. Yo sentía lo que él sentía, y el sentía lo que yo sentía.
El latigazo número treinta. De no ser un elegido ya se abría muerto hace tiempo. Una persona normal no puede aguantar tanto dolor. Estaba sudoroso y su piel ardía en llamas.
Latigazo número 35: en todo el pecho. Estaba tosiendo. Tosía mucho. Tosía sangre.
- ¡Feinan no te rindas! –gritó Kyle y el rey lo atravesó con la mirada. Todos lo miraban.
- No te atrevas a interrumpir, sino serás decapitado. –le advirtió el rey.
- Hijo, no te rindas –susurró la madre de Feinan y este sonrió al oírlo. Nadie más lo oyó.
- ¿Qué,… ya… te has cansado?… fracasado de mierda… -Le dijo Feinan a su padre casi sin aliento y con los ojos llenos de sangre.

Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
- Podría… clavarme esto… justo aquí… Te ahorraría… el trabajo -dijo señalando el puñal y el corazón- pero… prometí una… cosa –y soltó una carcajada hueca- y… morir… no está… en mis planes.
- ¡Calla! –le espetó su padre y le dio otros tres latigazos.
- Yo… seré feliz y… tú… no existirás… -dicho eso tosió sangre otra vez. Se ganó otro latigazo.- me pregunto… si… habrás… querido a…- tosió- alguien en… tu miserable… vida. –silencio- Creo… que no- y otra sonrisa torcida apareció en su cara pero no duró mucho en convertirse en un grito de dolor. Otro latigazo- Yo… sí. –y sonrió al recordarme.
- ¡Si no te callas, vas al calabozo! –le aseguro su padre.
- Una… chica… increíble. –otro latigazo- De pelo… castaño… ojos marrones… y guerrera… hasta el… fin.
- ¿Cómo se llama? –preguntó secamente su padre con la intención de encontrarme y matarme delante de Feinan. Con eso sí que lograría dañar a su hijo.
- Oh… eso… ¿se me habrá…olvidado? –otro latigazo. Todavía le quedaban fuerzas para bromear aún estando en una situación como aquella. Kyle y su madre no se lo podían creer, igual que todos los presentes. Entre ellos estaba mi primo, Deif quien oyendo lo que decía Feinan supo que se trataba de mí.

- Pues ten presente que la mataré. –le dijo su padre y Deif abrió los ojos como platos.
- Oh… no lo harás –dijo Feinan- aunque lo… quisieras e… intentaras.
- Lo haré, de la manera más cruel que existe y además, delante de ti ¿Por qué no lo podría hacer? –latigazo numero 50. El latigazo fue tan fuerte que Feinan casi no pudo responder.
- Porque ella es mi guerrera. –susurró, guardó el puñal en el bolsillo y se desmayó delante de todos. En medio de la gigantesca sala de castigo. Lleno de sudor y... sangre.







Capitulo 11
Me desperté gritando. Había sido lo peor que sentí en toda mi vida. Lo que yo no sabía era que había sido real, muy real.
Noté que estaba sudando y me aclaré la cara con agua del acantilado. Bajé al pueblo. Como todavía eran las cinco y media no había nadie. Decidí ir a casa de Michelle y desayunar.
Cuando llegué se me cayó todo lo que estaba en el cajón encima y hubo un estruendo gigantesco. Con tanto ruido Michelle acabó despertándose y vino a la cocina para ver lo que ocurría.
- ¿Pero qué andas haciendo a estas horas? –me preguntó.
- Volver del acantilado, decirte que me gusta Jaden y que se me ha caído todo lo que estaba dentro de este cajón encima. –le dije muy deprisa.
- Espera, espera, espera. ¿Qué acabas de decirme?



- Que se me ha caído… -me interrumpió.
- ¡Cómo te va a gustar otra vez ese imbécil!
Le conté todo lo ocurrido y ella se quedó boquiabierta. No se podía creer que lo hubiera perdonado. Suelo ser muy rencorosa.
- Pero tengo que confesarte una cosa. –le dije.
- Dime.
- Todavía estoy unida con Feinan de algún modo. No soy capaz de explicarlo, pero es lo que me pasa y no puedo dejar de pensar en él.
- Tranquila, estas confusa, eso es todo. -me dijo y me abrazó.

Me gustaría que todo aquello fuera confusión y nada más. Pero lo que estaba claro era que había una especie de vínculo que nos unía. Aún así, sabía que Michelle siempre estaría conmigo, y me sentí un poco mejor. Sonrei.
***


Feinan pasó toda la noche encerrado en el calabozo. Sus heridas todavía sangraban y tenía la piel desgarrada. Su padre no dejó que ningún médico lo atendiera. Le tiraron una barra de pan dura para comer, hasta tenía moho y todo.
Pero entonces apareció su madre, con cremas hechas por ella misma con hierbas curativas, aguja e hilo para cerrar las heridas y un trozo de carne bien fresca. Cuando vio a su hijo tirado en el suelo sintió como si le apuñalaran el corazón.
- Oh, mi niño. Pero que te ha hecho ese animal. Ven, acércate.
Feinan se acercó a los barrotes con la poca fuerza que le quedaba y dejó que su madre lo abrazara, aunque el abrazó le resultó doloroso. Su madre empezó a curarlo de prisa. Si la veían allí, no quería imaginar lo que le harían.
- Gracias –dijo Feinan y tosió.
- No hables hijo. Tienes que descansar y comer algo. Toma. –y le dio el trozo de carne.
- No… pienso comer carne… en la vida –dijo Feinan tosiendo.

- ¿Por qué no? Venga, hazlo, te dará fuerzas.
- No quiero… ser… príncipe. Por eso…no comeré carne… Jamás. –esta vez tosió sangre. Su madre cogió su cara con las manos y lo observó.
- Pobrecito. ¿Has encontrado a tu amor, verdad? –Feinan asintió- es ella la elegida, ¿a que sí? Y no la quieres poner en peligro. –sonrió tristemente.
- ¿Cómo… lo sabes? –preguntó Feinan asombrado.
- Soy tu madre y las madres sabemos todo. Te lo veo en los ojos. Con tal de mencionarla se te ponen vidriosos. Por cierto, ¿Cómo se llama?
- Reira. –y tosió otra vez- es… preciosa, mamá… y… la quiero… mucho. –se tambaleó un poco, mareado.
- Que suerte tiene. –dijo su madre.
- A ti… también… te quiero… mucho, mamá –e intentó sonreír como siempre lo hacía.- mira. –sacó lentamente el puñal que le di y se lo puso a su madre al lado del oído- ¿Lo… oyes?
- Casi no lo hago, pero puedo sentir como un retumbar en la flor.
- Es… su corazón… su… latido –cambió de postura- así… al menos… sé que está viva.
- ¿Cómo es que esta flor contiene el latido de su corazón? –preguntó su madre.
- Es la… elegida… de… la naturaleza. Pregúntale a… ella. –y por fin sonrió como lo hacía siempre. Dándole a su madre felicidad y tranquilidad.
Después de prometerle que el día siguiente le llevaría verdura y pasta para comer y un poco de agua, su madre se alejó de allí sigilosamente. Dejándolo acompañado de las ratas que rondaban por el alrededor.
***


Pasaron dos días y tenía que prepararme para la boda del primo de Jaden.
Jaden se empeñó en que tenía que ponerme el vestido que me puse para la fiesta del pueblo y al final le hice caso.
- Eres un pesado –le dije y suspiré. Si fuera Feinan me habría respondido: de nacimiento. Pero Jaden respondió: un poco.
Ya eran las 12:20 y Jaden no encontraba su traje.
- ¡Pero dónde se habrá metido ese estúpido traje! –gritó asqueado.


- ¿No es esa bola arrugada de ahí? –le pregunté.
- Ostras ¿y ahora qué hago?
- Ponértelo e irnos a la iglesia. –se lo puso y siguió refunfuñando.
- No puedo ir así. –dijo señalándose e intenté alisar su traje. Luego rió.
- Vamos, llegamos tarde –le recordé.
Salimos de su habitación corriendo y cuando llegamos a la iglesia estaban a punto de empezar con la ceremonia. Entramos sigilosamente pero aún así se nos quedaron mirando. Jaden le hizo un gesto de disculpa a su primo y luego señaló su traje. Su primó rió mientras negaba con la cabeza.
Nos sentamos bastante delante porque había sitios reservados para familiares y sus acompañantes y entonces empezó la ceremonia. La novia estaba preciosa y emocionadísima. El novio también tenía los ojos llenos de lágrimas. Me daban tanta pena… Se casaban hoy y la semana que venía se tenían que separar.
Terminó la ceremonia y salimos fuera, a la plaza. Todos los felicitaban y nosotros también lo hicimos.
- ¡Felicidades! –dijimos y Jaden silbó fuerte.
- Eres un loco de remate –le dijo su primo riéndose y la novia también se rió.- pronto os toca a vosotros –yo me quedé con los ojos de par en par y Jaden rió. "¿Pero qué dice este?" pensé.
- Ya veremos, ya veremos –dijo Jaden y yo le miré como diciendo: ¡¿Qué dices?! Pero en el fondo sabía que no hablaba en serio. Entonces nos alejamos de allí.
Fuimos a la casa donde estaba el pequeño banquete de verduras.
- Tengo 16 años –le advertí.


- Y yo 17 –dijo Jaden tranquilamente.
- Digo que todavía no pienso casarme –le dije directamente.
- Ni yo –dijo riendo y me rodeó la espalda con el brazo- Pero, ¿Quieres… ser mi prometida? –no podía creerme lo que me decía.
- ¿Eso que conlleva? –pregunté. La verdad es que no lo sabía, aparte de decirle que me casaría con él más adelante.
- No se… por ahora, ¿no mantener… “bueno tú ya sabes” con ningún otro? Ser mi novia... ¿Y besarme solo a mí? –dijo con una sonrisa malvada.
- Entonces… sí. –en realidad me gustaba la idea y lo besé.
- ¡Estoy prometido! –grito como un tonto.
- Calla –le dije riendo.
Mi abuela siempre decía que ya era hora de encontrar “al padre de mis futuros hijos” pero yo no tenía tantas prisas. Siempre le decía: ¡abuela tengo 16 años y no 17 o 18, y aún teniendo 18 también esperaría! Cuando le contara que estaba prometida no se lo creería.
Comimos lo que siempre comíamos, nada diferente. Normal, no había dinero. Lo diferente fue que no le dejé beber ni una solo gota de alcohol a Jaden. Fue más fácil de lo que me había imaginado, no protestó pero sí que puso mala cara.
- Tengo tanta sed… -me dijo cuando salimos fuera- no he bebido nada.
- Ese es tú problema. No has querido beber nada que no tuviera alcohol… -le recordé.


- Pero no he bebido alcohol –apuntó con una sonrisa y me agarró la mano- ¿Vamos a visitar a tú amiguita? –me preguntó.
- ¿Te parece bien ir así vestidos a una casa dónde hay muchos niños escuchando un cuento e interrumpirlos? –le respondí en vez de decir: no.
- Sí –dijo y sin que tuviera tiempo a protestar ya estaba tocando la puerta de la casa de Luisa- ¿Podemos nosotros también escuchar un cuento? –le preguntó a Michelle cuando entramos.
- Por mí… sentaos donde no tapéis a nadie.
Nos sentamos justo al final de la sala y todos los niños nos miraban sonrientes.
- Señorita Michelle –dijo una niña- ¿Son esos el príncipe y la princesa que salen en el cuento que nos estás contando? –yo me reí y Michelle nos miró. Jaden le dijo con gestos que dijera que sí y Michelle le hizo caso.
- La princesa es muy guapa –le dijo otra niña.
- Es preciosa –añadió Jaden y yo me sonrojé.
- Entonces, ¿te gusta la princesa? –le preguntó la misma niña a Jaden- ¿os casareis y comeréis perdices al final del cuento?
- Eso nos dirá la “señorita Michelle”, ¿verdad? –respondió Jaden.
- Y ¿eres tan fuerte como en el cuento? –le preguntó un niño entonces.
- Sí, sí, muy fuerte –le dijo Jaden al niño de unos tres años. Luego lo cogió en su regazo y le hizo cosquillas. Siempre se le dieron bien los niños.
Luego Michelle siguió contando el cuento y los niños preguntaban un montón de cosas que ella inventaba las respuestas al instante. Finalizó el cuento diciendo que los príncipes se besaban y como consecuencia los niños se nos quedaron mirando.
- Besaos, como en el cuento –nos dijo de repente una niña de pelo rubio muy claro que me llamó la atención.
- Eso, eso –dijo otro niño.
Michelle nos miraba sonriente y yo le miré a Jaden. Él me puso su mano en la cintura y posó suavemente sus labios encima de los míos. Yo le puse mis manos entre el cuello y la cara y le devolví el beso. Todos los niños se reían y nos señalaban. Nosotros también nos reímos.


Entonces Jaden se levantó y corrió hacia los niños riendo y diciendo: ¿vosotros qué miráis? Enseguida lo rodearon y empezaron a hacerle mil preguntas. Pero había una niña que se avergonzaba y estaba un poco aparte. Jaden se dio cuenta y le dijo:
- ¿Y tú cómo te llamas?
- Daisy. –le respondió la niña mirando al suelo.
- Qué bonito nombre –la niña sonrió- Ven, Daisy –y ella fue corriendo hasta él y Jaden la cogió en su regazo. Se veía que era un buen chico. Sería un buen padre también.
Yo me acerque a donde se encontraba Michelle y me senté a su lado.
- Parece uno de ellos. –me dijo.
- Es que es uno de ellos –confirmé riendo.
- ¿Desde cuándo se le da tan bien lo de ser padre?
- Padre, no sé. Pero los niños siempre se le han dado bien, hasta estando borracho y siendo imbécil.




Capitulo 12
Ese día también le llevó comida su madre a Feinan. Este se lo tragó de inmediato. Sus heridas ya se estaban curando y ya podía hablar sin toser, pero estaba claro que le quedarían unas cicatrices impresionantes que le recordarían la mala experiencia pasada.
- Tengo que contarte una cosa. –le dijo su madre triste.
- Dime.
- Han enviado unos soldados para inspeccionar Segelia. Han partido hoy mismo, a la mañana, junto con tu padre.
- ¡¿Qué?! ¡Tenéis que impedirlo! ¡Tenéis que impedir que maten a gente inocente! –dijo gritando, histérico. No se lo podía creer.
- Calla. Que sino nos pillan. –le advirtió su madre- Kyle está pensando en un plan para sacarte de aquí, tenemos que esperar. Si encuentran a Reira la traerán a palacio y entonces convendrá que estés vivo. No hagas tonterías y espera. –Feinan escuchaba con atención lo que le decía su madre mientras cerraba los puños de pura rabia- ¿Sabe ella que es la elegida?
- No.

- Entonces no se podrá esconder… ¿Sabe quién eres?
- Sabe que me llamo Feinan, que soy de Nilanda y que tenía la misión de buscar al último elegido. Nada más.
- ¿No le contaste que eres uno de los elegidos y el príncipe de Nilanda?
- No. No quería que me odiara.
- ¿Por qué iba a odiarte? –preguntó su madre asombrada.
- Da igual. Odia la “nobleza”. Igual que yo he empezado a hacerlo. –hizo una pausa- Si la encuentran y si la traen, ayúdala. Ayúdala, por favor. Y si al principio no confía en ti, cuidado con la cuchilla de su tobillo –le advirtió sonriendo.
- Lo haré, hijo. No te preocupes –y le sonrió con dulzura, con una dulzura propia de una madre.

- Confío en ti, mamá.
Los planes de su padre, el rey, seguían adelante y unos diez soldados lo acompañaban en dirección a Segelia, en mi búsqueda, con la intención de torturarme y matarme delante de Feinan. Me quedaban unos pocos días de tranquilidad y yo no estaba al corriente de ello.
***


Me desperté en casa de Michelle pero estaba impaciente por ir a mi casa a darle la nueva noticia a mi abuela. Me sentía muy contenta.


- ¡Michelle, me voy a casa, volveré para comer! –grité desde la entrada.
- ¡Entendido! –respondió ella.
Salí corriendo de allí y llegué en poco tiempo a casa.
- ¡Abuela! ¿Dónde estás? ¡Abuela!
- Pero ¿qué sucede, mi niña? –oí la voz de mi abuela que provenía de la cocina. Corrí hasta ella y esbocé una sonrisa al verla.
- ¡Estoy prometida! –grité y luego le expliqué- solo prometida, no me caso todavía ni estoy embarazada ni nada de eso pero… ¡Pues eso! –mi abuela me abrazó.
- Felicidades, pequeña. ¿Pero estás segura de que ese muchacho sabrá cómo criar a sus hijos?
- Estoy segurísima abuela. Lo tendrías que haber visto ayer cómo se comportaba con los niños a los que Michelle les cuenta historias. Había una niña muy tímida… -y le conté todo lo ocurrido.

- Si tú eres feliz, yo también lo seré –me dijo al final- solo deseo que la guerra acabe antes de que cumpláis los dieciocho.
- Igual que yo -le recordé. No quería que me pasara lo mismo que al primo de Jaden y a su novia.
Me fui a mi cuarto y me tumbé en la hamaca que tenía como cama. ¡¿Por qué todas las veces que me quedaba sola se me tenía que venir Feinan a la cabeza?! ¡No quería pensar en él! ¡No! ¡No! Y ¡No!
Pero era inevitable. Todavía no me había quitado el colgante que me dio. Lo intenté un par de veces pero luego volvía a ponérmelo. “¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti, Feinan?” –No dejaba de preguntarme dentro de mi cabeza- “¿Es posible olvidarte o viviré así lo que me queda de vida?”
Lo que yo no sabía era que los elegidos podían vivir eternamente, a menos que te maten, claro está.
De pronto oí y vi como una piedra se estampaba contra mi ventana medio rota (no sé cómo no se rompió con el golpe). No me hacía falta acercarme y mirar para abajo para saber quién era. Oía su latido y olía su olor. Eso era suficiente para adivinar de quién se trataba, era Jaden.
- ¿Entrenamos? –me preguntó mientras levantaba su espada.
- Por supuesto –le respondí y baje corriendo con mi arco en las manos.
Fuimos al bosque, al campo de entrenamiento improvisado de Feinan. El lugar me recordó a él pero aparté de inmediato esos pensamientos de mi cabeza.
Jaden era buen entrenador. Me enseñó muchos trucos que se hacían con la espada y luego hicimos una pelea de mentira. Yo tenía ventaja: podía percibir con mis sentidos mejoradísimos lo que iba a hacerme. No era justo, tenía que contárselo, merecía saberlo y no solo porque le hacía trampa sino porque era mi prometido.
- Jaden,para –le ordené.


- ¿Por qué?
- Porque tengo que contarte una cosa.
- ¿El qué?
- Siéntate. –y nos sentamos los dos- Júrame que cuando lo sepas no me abandonarás y que me seguirás queriendo igual que ahora. Ah, y no te asustes.
- Te lo juro. –me dijo muy serió- dime.


Le conté lo que podía hacer y también que mis sentidos habían mejorado un montón. Él al principio no me creyó pero cuando levanté todas las raíces de los árboles del alrededor y casi se los clavo, gritó: ¡Voilà! ¡Te creo! Te creo!
- Impresionante –dijo- ¿Sabes? No te abandonaré nunca porque te quiero aún más que antes. Eres distinta, única, impresionante. –yo me acurruqué más contra él.
- Gracias. –le agradecí y él me besó en la cabeza. Se me quedó mirando- ¿Qué miras?
- Te miro a ti. Me gusta hacerlo.
- Loco –le dije y me reí. Luego me tumbé.
- Loco por ti –y se tumbó encima de mí, besándome.
***


Ya había pasado una semana y los soldados junto con el rey de Nilanda ya habían llegado a nuestro humilde pueblo.
Nuestros reyes nos ordenaron que nos reuniéramos todos en la plaza. Todos, incluidos los bebes recién nacidos. El rey y un mensajero real estaban en el gigantesco balcón del castillo, y debajo, junto a un carruaje en el que vinieron los de Nilanda, se encontraban diez soldados.
Yo estaba con Jaden y Michelle contemplando el movimiento que había a nuestro alrededor. El mensajero empezó a hablar y dijo un montón de cosas de la guerra que no le hice caso (eran asuntos de armas) pero de pronto oí que decía el nombre Feinan y presté mucha atención.
- Después de que el príncipe de Nilanda, el joven de 16 años, Feinan, nos traicionara al no encontrar al elegido y atreverse a contradecirle a nuestro rey, su propio padre, fue duramente castigado. Sin embargo, no lo mataron, es uno de los elegidos, el elegido del fuego y lo necesitamos para la guerra.
No me podía creer de lo que me había enterado. Sentía tanta rabia que intenté gritar y destrozar cualquier cosa pero Michelle y Jaden me sujetaron. ¡No me había dicho que era el príncipe y tampoco uno de los elegidos! El mensajero siguió hablando y creo que el rey nos estaba mirando (éramos los únicos que se movían).
- Hemos venido en busca del último elegido. Sabemos que se encuentra aquí, en esta plaza, entre vosotros –el padre de Feinan se acercó para vernos mejor- Si sería tan amable de decirnos quién es, nos ahorraríamos el mal trago de “registraros” a todos. Desde el más pequeño, al más grande.
Oír eso ya fue la gota que colmó el vaso. Me subí al balcón de la casa que tenía al lado y preparé el arco para disparar. No me importaba lo que le sucediese a mi vida pero estaba segura de que si no hacía algo matarían a personas inocentes, hasta bebes recién nacidos.
- ¡Baja de ahí! –me ordenó Jaden y no le hice caso- ¡te digo que te bajes o te bajo yo!
Subió para buscarme y consiguió bajarme de allí pero ya fue demasiado tarde.
- Traédmelos –ordenó el rey, el padre de Feinan- ¡quien osa interrumpirme y tener la desfachatez de subirse ahí en medio de mi charla! -añadió gritando.
Los soldados corrieron a buscarnos y toda la gente se apartó de inmediato, por miedo a que les matasen. Jaden consiguió matar a uno pero en seguida lo atraparon. Yo le entregué el arco a Michelle y le ordené que se escondiera. Entonces vinieron a por mí y me arrestaron.


Nos llevaron al gigantesco balcón donde se encontraba el rey y…





Capitulo 13
- Decidme quién es el maldito elegido… sino… ¿A quién os apetece que mate primero? –les dijo el padre de Feinan a los habitantes que estaban aterrados en la plaza. Luego nos inspeccionó a nosotros- ¿No hay respuesta? Entonces… creo que empezaré por la chica.
- ¡Ni se te ocurra! –le advirtió Jaden.
- Oh… que pena… parece que encima son parejita. –sonrió malvadamente.
- ¡Mátame a mí y déjala a ella en paz! –sugirió Jaden.
- ¡No! –grité- Ha sido culpa mía que estemos aquí. Él no tiene nada que ver.
- Entonces tu castigo será ver cómo muere –me dijo el rey y le clavó la espada Jaden. Él cayó en redondo al suelo. Me quedé sin aire.- Puedes soltarla –le dijo entonces al soldado que me sujetaba.

Las piernas me fallaban y me desplomé en el suelo. Abracé a Jaden, todavía seguía con vida pero no le quedaba mucho.
- Jaden, lo siento, de verdad. Ha sido mi culpa. Te quiero. Te quiero mucho –le dije entre sollozos.

-Sshh. No es… -respiró hondo- culpa tuya. Bésame… por última… vez. –y lo besé como él me pidió que lo hiciera. Noté que su corazón se paraba y me aparté para observarlo- se… feliz, con quien tú quieras. Te quiero mucho. –sonrió, cerró los ojos y murió.
- ¡¡¡NO!!! –grité a pleno pulmón y me dirigí a ese asqueroso rey de Nilanda- ¡púdrete en el infierno!

Cuando le dije aquello le recordé a su hijo. Le vino a la cabeza el momento en que Feinan le dijo eso y entonces se dio cuenta:
- Hum… -dijo agarrándome por el cuello- ojos marrones… cabello castaño… ¡Tú conoces al traidor de mi hijo! –dijo apretando la mano y así cortándome la respiración. Luego me soltó.
- ¡Creo que la mayoría de chicas tienen los ojos y el pelo como yo! –le recordé y estaba a punto de desenganchar mi cuchilla del tobillo para clavársela cuando me agarró del pelo. Al menos no se enteró de que tenía una cuchilla.
- No. Sé que a ese traidor de Feinan le gustarías. Sois igual de deseducados y rebeldes –miró a unos soldados y dijo- Llevadla a palacio y encerrarla en el calabozo. Los demás y yo volveremos dentro de dos semanas, junto con el elegido.

Me arrastraron a uno de los carruajes en el que habían venido y mientras pude ver como Michelle lloraba e intentaba llegar hasta mí, pero Luisa se lo impedía. Di gracias a que mi abuela y mi madre no me vieron en aquellas condiciones, se les rompería el corazón.
En todo el trayecto de 7 días estuve pensando en Jaden. Lo mataron por mi culpa y no pude hacer nada para impedirlo. Juré que me vengaría, matando al rey de Nilanda, al padre de Feinan.
Dos soldados estuvieron preguntándome cosas como cómo conocí a Feinan, qué hicimos juntos, quién era Jaden, si conocía al elegido… pero los ignoré. No quería hablar con asesinos como aquellos.

Llegamos al pueblo y cuando estábamos pasando por las calles, noté cómo la gente posaba la mirada en mí y no me gustó nada. Ya tenía el palacio delante y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Era impresionantemente grande y tenía la puerta de entrada hecha con oro. Sí que serán ricos –pensé- no me extraña que a ese idiota quisiera carne.
Me arrastraron hasta la sala del trono y:
- Mi reina, el rey nos ordenó que metiéramos a esta muchacha rebelde en el calabozo. Os informo de ello –le dijo un soldado y yo miré para arriba con la intención de ver qué aspecto tenía la madre de Feinan pero el que me sujetaba me empujó la cabeza abajo. Como la reina no dijo nada, me llevaron directamente al calabozo.
Había cuatro celdas y dos estaban bacías. Me encerraron en la primera por lo que no pude ver quién estaba en la otra, al lado de la mía.
Cuando los soldados se alejaron saqué la cuchilla y empecé a dar cuchillazos por todas partes con la intención de que algo se rompiera y tener la posibilidad de escaparme de allí, pero lo único que conseguí fue cansarme y que el corazón me latiera a mil por hora.
Dio la casualidad de que Feinan estaba escuchando mi latido de la flor del puñal y mi latido del corazón real y se dio cuenta de que la que estaba encerrada al lado suyo, era yo.
- ¿Reira? –preguntó dándome un susto enorme. La voz me sonó familiar y no tardé mucho en darme cuenta de quién lo preguntaba. Así que no le respondí- ¿Eres tú? -se le pusieron los ojos vidriosos.
- Déjame en paz, alteza –le dije secamente y decidí no hablarle más. Estaba demasiado enfadada como para hablarle.
- Lo siento mucho por no habértelo contado. Entiendo que ahora no quieras hablarme pero solo quiero que sepas que lo siento mucho.
Clavé por última vez la cuchilla en la pared y empecé a llorar silenciosamente mientras me acordaba de Jaden.


Pasó un rato bastante largo y apareció la madre de Feinan. Me resultó bastante raro que viniera al calabozo, las reinas no suelen ir allí, pero pronto entendí para lo que había ido. Aún así le di la espalda, no quería ninguna cosa que me dieran para comer. Luego fue a donde Feinan.
- ¿Cómo van las heridas? –le preguntó.
- Igual que ayer –respondió este con una irónica sonrisa.

- Pegarle a su propio hijo… -recordó su madre en voz baja pero nosotros pudimos oírla.- Por cierto, ¿Cuántos latigazos fueron?
¿Latigazos? ¿Igual que sucedía en mi pesadilla que tuve en el acantilado? Entonces supe que todo había sido real, el dolor que sentí era de Feinan.
- No quiero pensar en eso mamá, la verdad es que no me acuerdo. Tenía bastante con estar allí como para empezar a contarlos.
- Cincuenta –dije interrumpiéndolos y asombrándolos por haber hablado- Fueron cincuenta.


- ¿Cómo lo sabes? –me preguntaron los dos a la vez, al unísono.
- No me apetece hablar –les dije secamente y me quedé mirando la pared que tenía en frente.
La reina vino y agarró los barrotes de mi celda con expresión de tristeza y dulzura a la vez. Se veía que era buena persona pero aún no confiaba en ella.
- ¿Qué te pasa, Reira? Quizá podamos ayudarte.
Yo no le respondí. Se me llenaron los ojos de lágrimas pero seguí mirando la pared de piedra, intentando no derramar niguna.


- Llorar es bueno cuando lo necesitas. –me aconsejó viendo cómo estaban mis ojos.
- Ella no llora. Se niega a hacerlo.–argumentó Feinan desde elotro lado.
- ¿Por qué? Es una forma de expresar afecto... no es nada malo.
- Sí que lo es. Demuestras debilidad, que no te puedes defender. En Segelia sino te toman por una pluebereña inútil. Y además, de regalo te dan latigazos -añadí. Feinan se sintió mal.
- Entonces desahógate...–sugirió su madre.
Y al final exploté:
- El padre de aquel, –dije señalando la celda de Feinan- tu marido, ¡a matado a mi prometido! –grité de pura rabia- Ya lo sabes ¿Contenta?
- ¡¿Prometido?! –gritó Feinan alucinando.
- Lo siento mucho, cariño –me dijo su madre.
- Y yo lo siento por ti porque cuando salga de aquí te quedarás sin marido –le aseguré pero a ella no pareció importar lo que le dije.
- No si antes lo mato yo –dijo Feinan- ¿Por cierto, quién era tu prometido? –quiso saber.
- A ti no te importa –le espeté y su madre le lanzó una mirada como diciendo que se callara.
- Pues sí que me importa –dijo Feinan.
- ¡Feinan! –le riñó su madre.
- Pues merezco saberlo –insistió Feinan.
- Yo también merecía saber a quién besé. –contraataqué con una risa hueca.
- ¡Ya te he dicho que lo siento! –me recordó- Y ahora me dirás que es ese imbécil de Jaden.
- Pues no te lo iba a decir pero ¡Sí, era él! ¡Y no es un imbécil! Quiero decir era… -y se me inundaron otra vez los ojos de lágrimas.

- Lo que faltaba. –dijo Feinan.
- No seas insensible, Feinan –le regañó su madre.
No encontraba motivos para explicar por qué se comporta Feinan de aquella manera. Y aunque yo no podía verlo, tenía los ojos llenos de lágrimas.
- ¿Por qué él? –me preguntó entonces y su madre suspiró.
- Porque me quería, mucho. –me limité a decir.
- ¿Y crees que yo no?
No le respondí y empecé a llorar. ¡Pero por qué tenía que romper mi promesa y llorar por culpa de él! Siempre que había llorado delante de alguien, era por su culpa.
De pronto oímos unos pasos y la madre de Feinan se alejó corriendo. Era un soldado que nos traía el pan mohoso. Yo lo dejé en el sitio en el que me puso, ignorándolo, pero Feinan se lo tiró de vuelta, dándole en toda la cabeza, y luego se rió. El soldado fue a pegarle pero…
- Yo que tú no haría eso –le advirtió Feinan.
- ¿Y porque no? –preguntó el soldado.

- Haz lo que quieras… Si quieres que te arda el cuerpo es tu problema. –oído eso, el soldado dejó el pan dentro de la celda y se fue sin decir nada.


Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.





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