sábado, 27 de septiembre de 2014

Menrila: Capitulo 4

Capitulo 4
- Cantar.
Todos me miraron extrañados.
- ¿Qué? Aquí solo hay un viejo que toca la guitarra y… pues eso, yo puedo cantar. Me lo ofreció la semana pasada.
- ¿Tú cantas? –me preguntó Feinan.


- Todos cantamos. –le dije con cara: eres tonto o qué.
- Quiero decir, ¿te dedicas a eso?
- Yo no me dedico a nada. Solo a plantar verduras en la huerta y a entrenarme con el arco. –les expliqué
No entendía porque se extrañaban tanto. A mí me gustaba cantar ¿No podía? o qué. Al final les propuse ir al bosque y ellos aceptaron. Feinan se empeñó en que cogiera el arco y que Kyle llevara su espada. A Michelle le dijo que llevara unos trapos por si alguien resultaba herido y la comida. No sabíamos que pretendía todavía con todo aquello.
Nos adentramos en el bosque y fuimos a un lugar donde no había tantos árboles.
- ¿Qué pretendes que hagamos? –preguntó Kyle.
- Entrenar para que “doña entrenamiento” aprenda. –respondió Feinan.
- No me llames así –le espeté.
- Bueno, eso da igual- dijo.
- No da igual.
- Bueno, lo que quieras, pero hoy aprenderás del maestro del combate. –me dijo.
- Tú, ¿maestro del combate? –y me eché a reír.
- Pues sí –respondió él sin enfadarse por el comentario que hice.
- La verdad es que es el mejor de Nilanda, si no, no lo enviarían a buscar al “último elegido”. –me informó Kyle- que es su deber principal –lo último dijo mirando exageradamente a Feinan.
- Ya hay tiempo para eso. –dijo él.
A mí me resultaba extraño creerme que Feinan era el mejor guerrero de Nilanda. Hasta estaba casi segura de que no sería todavía mayor de edad, pero para asegurarme del todo, decidí preguntárselo.
- ¿Cuántos años tienes?
 

- Eso no se pregunta, es de mala educación –me dijo él, haciéndose el educado (pero en realidad no lo era en absoluto).
- No sabía que fueras tan viejo como para no decírmelo –le bromeé.
- 16. ¿Por qué lo preguntas?
- ¡¿Teniendo 16 años ya eres el mejor guerrero de Nilanada?! –dije asombrada.
- Sí. He tomado clases desde los 5 años, así que no te extrañes tanto. –intentó quitarle importancia.
Todavía no me lo creía. Tenía la misma edad que yo y era tan importante. Además, tomar clases desde los 5 años debía de ser caro. ¿Era rico?
- ¿Eres rico? –le pregunté. Justo la pregunta que menos le gustaría.
- Eh… no, que va, me entrenaba mi tío. –eso que me dijo era verdad, pero no me dijo que su tío era de la noble y que dirigía la armada junto con su padre. Si me dijera eso, no me extrañaría tanto. –pero ahora le gano yo. –añadió.
Dicho eso empezó a preparar el campo para entrenar. Marcó un árbol como diana y luego le dijo a Kyle que se pusiera delante de ella con su espada.
- ¿Me quieres matar o qué? –dijo éste, sin poder entender para qué le ordenó que se situara allí.
- ¿Cómo iba a querer hacerlo? Sino me quedaría sin mejor amigo. –bromeó.- Toma –y me dio su espada.
- Veo que la vida de los que estamos aquí no te importa –dije. ¡A quién se le ocurría darme una espada! Además la suya, que parecía tan cara como afilada.- yo no sé utilizar esto.
- “Esto” que dices tú, se llama espada y se coge así –me la puso correctamente. – pronto aprenderás.
Mientras tanto, Michelle nos miraba con atención y se reía con cada cosa que hacía mal.
Veía que Feinan tenía mucha paciencia conmigo y para agradecérselo decidí tomármelo con calma el asunto de la espada. Poco a poco, fui aprendiendo como sujetarla y manejarla.
- ¡Descanso! –gritó Michelle, que ya tenía toda la comida preparada.
Fuimos corriendo a donde estaba y nos sentamos en la hierba verde. Mientras comíamos, ellos hablaban, pero yo estaba fijándome en la cueva que estaba en frente. Era la cueva en que encontré la flor, y tenía mucha curiosidad para ver qué más había dentro.
- Cuando comamos, ¿alguien me ayuda a esa cueva? –solté de repente.
- ¡¿Qué?! Rei, me dijiste que no volverías a entrar allí. –me recordó Michelle.
- Ya sé y lo siento, pero quiero descubrir qué más hay. ¿Alguien me ayuda?
- Estás loca.-me hizo saber Michelle.
- Tal vez lo esté. No sé. Pero no me importa, porque así consigo que me entrenen, o que haga crecer plantas, o ser vuestra amiga… y me gusta. –ellos sonrieron.
No sé si me llamaría a mí misma loca, pero lo único de lo que estoy segura es que nunca dejo de lado lo que quiero.
Terminé de comer y conseguí convencerles de que me ayudaran. Kyle y Feinan todavía no se habían enterado por qué tenía tanto interés en esa cueva y tuvimos que explicarles lo que pasó.
Nos adentramos en la cueva y Kyle inspeccionó las piedras de las paredes y nos informó:
- Debajo de esta capa de piedra hay esmeralda mezclada con otros tipos de piedra. Si no estuviera mezclada, seríamos ricos –nos quedamos desilusionados.
- ¿Esto está bien sujeto, no? –le preguntó Feinan refiriéndose a las paredes.
- Supongo que sí, pero…-se interrumpió.
Nada más oír eso, Feinan clavó su espada en la pared y extrajo un trozo pequeño de aquella piedra de la que hablaba Kyle. Por suerte, la pared no se derrumbó pero Kyle se llevó la mano a su frente y puso los ojos en blanco. No se podía creer la tontería que acababa de hacer Feinan ¡La pared se había podido derrumbar!
- Eres tonto. –le dijo entonces.
- De nacimiento –bromeó Feinan con otra de sus sonrisas y luego me dio el trozo de piedra de color verde.
Me fijé mejor en ella y me percaté de que era del mismo color que sus ojos. Para asegurarlo, puse la piedra al lado de su cara y me reí al ver que eran iguales.
- ¿Pero qué haces? –me preguntó extrañado.
- Comprobar una cosa. –me limité a decir.
- ¿El qué?

- Que tus ojos son del mismo color que la piedra. –dije eso y Feinan miró haber si Michelle y Kyle seguían allí. Como no estaban allí, decidió preguntarme:
- ¿Te gustan? –me quedé sin habla. ¿A qué venía eso? Pero la verdad era que me gustaban mucho… y me enrojecí.
- Puede. –le dije y seguí andando detrás de Kyle y Michelle. Él sonrió.

Llegamos al fondo de la cueva y por no ser por mí visión bastante mejorada por causa de aquella extraña flor, no vería nada. No sé cómo se arreglaban los demás, es más, yo no sabía que Feinan también podía ver como yo lo hacía.
No había nada más que oscuridad y decidimos que la próxima vez volveríamos con candelabros y que por hoy debíamos dejarlo allí.
Pasamos toda la tarde andando por los alrededores. Michelle y yo pensábamos que estábamos buscando al “último elegido”, pero en realidad estábamos paseando, simplemente. Llegaron las nueve de la noche y Michelle nos convenció de que teníamos que ir a casa y cenar, y eso hicimos. Pero, más tarde, en vez de ir a la cama, nos fuimos a mi casa a visitar mi madre y mi abuela. Ellas nos acogieron encantadas y pasamos la noche allí.

Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.




No hay comentarios:

Publicar un comentario