Capitulo 2
Ellos aceptaron la invitación y fuimos a casa de Michelle. A mi seguía sin convencerme la idea y además, ahora tenía que dejarla sola con ellos porque tenía entrenamiento.
Mi primo Deif me entrenaba a diario con el arco. Al principio él se negaba a hacerlo pero le convencí diciéndole que si venía la guerra quería ser de utilidad y que así podría defenderme. Y era cierto. Si la guerra viniera a nuestro pueblo, no me quedaría de brazos cruzados solo porque era una chica.
Cogí el arco y me dirigía a la puerta hasta que Feinan me detuvo.
- ¿A dónde vas? –quiso saber. No era habitual ver una chica con arco así que se extrañó.
- A entrenarme.
- ¿Para qué?
- Para ser útil, o al menos, no ser inútil.
- No lo necesitas. Seguro que tú príncipe azul te protege. –dijo con una pícara sonrisa.
- No tengo príncipe azul. –y salí de la puerta.
No tenía ningún príncipe azul y tampoco lo necesitaba. Una vez, tuve un novio, pero no me entendía. Es que no se esforzaba siquiera. Y en las fiestas del pueblo, intentó besarme, pero eso fue todo. Lo intentó, pero no lo consiguió. Yo, en aquel año estaba coladita por él, hasta que me enteré de lo idiota que era. Desde aquel entonces, no ha vuelto a gustarme ningún chico.
Me dirigía al campo de entrenamiento y Feinan me seguía. Me paré en seco y me di la vuelta quedándome cara a cara con él.
- ¿Por qué me sigues? –le pregunté.
- Quiero ver lo buena que eres con el arco –y sonrió, otra vez.
Su sonrisa era irritante y encantadora, a la vez. Cuando llegamos, mi primo Deif estaba sentado encima de un tronco. Fuimos a donde estaba y lo saludamos.
- Hoy traes compañía eh –me dijo.
- Se puede decir que sí.
- Hola, soy Feinan. –se presentó.
- Yo soy Deif. ¿Sois novios, o algo por el estilo? –preguntó sonriente.
- ¡No! –dijimos ruborizándonos.
A Deif le encantaba hacerme rabiar y no echaba a perder ninguna oportunidad que se le presentaba.
Empezamos con el entrenamiento. Había cuatro dianas y debía clavar la flecha justo en el medio. Conseguí hacerlo en tres pero en el cuarto la clavé un poco más a la izquierda de lo que debería. Entonces Deif empezó a decirme que me tenía que concentrar más y que la cuerda debía de estar más tensa y cosas así… una chapa. Suspiré. Feinan no hacía más que reírse.
- Por hoy hemos terminado –anunció Deif- Tengo que decirte algo Rei –se lo veía preocupado.
- Me voy a Nilanda, me tengo que dirigir ahora mismo –nada más escuchar eso Feinan prestó atención y su mirada cambió a ser más triste- junto con muchos hombres más del pueblo. Vamos a prepararnos para la guerra.
- ¡¿Qué?! –dije alteradísima- ¡Tú no puedes ir! ¡Eres demasiado joven! –estaba tan furiosa que rompí una flecha con las manos.
- Aquí cuando cumples los 18 ya no eres joven.
- Pero no te puedes ir… -me deslicé en el tronco hasta quedarme sentada en el suelo con las rodillas atraídas hacia mí y la cabeza apoyada en ellas.
Me había hecho polvo. Después de Michelle era con quien más estaba y lo quería mucho. ¿Y si le pasaba algo? ¿Y si nunca volvía a verlo?
- No quiero irme Reira, pero no tengo otra opción –hizo una breve pausa y añadió con una sonrisa triste- mírame –le obedecí- volveré, no te preocupes.
Y lo abracé. Sería la última vez que lo veía durante mucho tiempo y le quería enseñar lo agradecida que estaba por todo lo que hizo por mí.
- Gracias Deif, por todo –tenía los ojos llenos de lágrimas y casi no podía ni hablar. Pero yo no lloraba delante de la gente y no pensaba hacerlo hoy. Pestañeé para secarme las lágrimas pero no funcionó. Luego añadí- Te echaré de menos, y mucho.
- Yo también. Además de ser mi prima eres una de los dos únicos amigos que tengo. Creo que debería irme a reunirme con los otros –informó tristemente- no te olvides de mí eh –dijo con su habitual sentido de humor.
- Jamás, te lo prometo.
Y se alejó. Mi único primo se iba. Uno de mis mejores amigos se iba. Se alejaba a donde mataron a la madre de Michelle. A ese sitio que nunca quise visitar. Al sitio de donde venía Feinan.
- No es un sitio tan malo… -quiso animarme Feinan pero yo estaba demasiado furiosa y a punto de llorar como para creérmelo.
- ¡Lo único que sé es que se ha ido! –grité y clavé con la mano una flecha en el árbol con todas mis fuerzas. La mano empezó a sangrarme pero no le hice caso. Me alejé corriendo de allí y me dirigí a casa de Michelle dejando a Feinan atrás.
Cuando llegué a su casa, me encerré en el cuarto de invitados y rompí a llorar. Me sentía fatal y tenía tanta rabia en mi interior que me daba ganas de destrozarlo todo. Había la posibilidad de que no volviera a verlo jamás, o peor aún, que muriera.
Pasó como unos segundos y escuché la puerta cerrarse. Feinan había venido corriendo detrás de mí y estaba casi sin aliento.
- Michelle, ¿Dónde está Reira?
- Déjala en paz por ahora. Te lo digo en serio. Cuando está así hay que esperar a que se calme y venga ella. No vayas a donde ella, por favor –le informó ella.
- ¡No es eso!... bueno ¡si es eso! Pero ¡tiene la mano sangrando! –gritó alterado.
El enfado todavía lo tenía conmigo pero ya había parado de llorar, así que decidí bajar. Cuando bajé las escaleras se me quedaron mirando, Kyle también estaba. Me sentía incómoda.
- ¿Tengo monos en la cara? –dije en broma pero seria.
- Rei, no seas tan dura contigo misma. –me sugirió Michelle.
- Tengo que serlo –me limité a decir. Y era la verdad. Si no era dura, nunca me tomarían enserio.
- No tienes porque –replicó Kyle- No hay nada malo en ello.
- Si no soy así, nunca me tomarán enserio. Siendo una chica, no tengo otra opción.
En el Reino Menrila, las chicas eran indefensas y no hacían más que limpiar la casa y criar sus hijos. Además, no podían hacer nada para cambiarlo. Pero yo pensaba remediar eso.
- Pues yo no puedo verte la mano así –dijo Feinan- ven.
- No me duele. Está bien. –intenté quitarle importancia, pero era cierto que me dolía, y bastante.
- Lo que tú digas. –y me acerque a donde estaba.
Me agarró el brazo y examinó la herida. Después se arrancó un trozo de su camiseta (que por cierto, ya estaba hecha añicos) y me envolvió la mano. Me dijo que no necesitaba darme puntos y que no hiciese tonterías con las flechas. No sé cómo, pero me hizo sonreír.
- ¿Cenamos? –preguntó Michelle.
- Yo no tengo mucha hambre, pero vale. –dije.
- ¡Yo estoy hambriento! –gritó Feinan.
- Después de dos días sin comer, normal. –añadió Kyle y nos sentamos todos en la mesa. – Michelle, gracias por tu hospitalidad.
- Oh, no es nada. Sin mis padres me siento muy sola.
Michelle era la persona más amable y humilde que conocía. Creo que por eso podía aguantarme.
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