Como
todos los días, estaba ayudando con las tareas de casa. No éramos
ricos, tampoco pobres, pero en un pueblo como Segelia solo los de la
nobleza vivían sin trabajar. Mientras trabajaba solía cantar
canciones inventadas por mí misma. Me hacían sentir alegre. Tenía
una amiga estupenda llamada Michelle con quién compartía un secreto
muy gordo desde hacía poco tiempo y descubría lugares donde nadie
iba. Michelle tenía el pelo de color rubio, con tirabuzones bastante
largos. Sus ojos eran azules como el cielo y su piel era paliducha.
Esa
tarde también vino a mi casa para ir a dar una vuelta por el bosque.
-
Hola Rei –me saludó alegremente.
Yo
también la saludé y dejé de plantar lechugas.
-
Puedes hacer crecer las lechugas en un segundo. ¿Por qué no lo
haces?
Y
justo eso era el secreto que tenía. Hace dos semanas, fuimos al
bosque como de costumbre. Allí, nos adentramos en una cueva donde
había una flor radiante de color rojizo. Michelle me advirtió de
que no me acercara, pero yo soy demasiado aventurera como para
hacerle caso. Toqué la flor y noté que era muy suave. Para mi
sorpresa, se marchito justo cuando aparté la mano de ella y luego
empezó a arderme el corazón. Michelle dice que me desmallé pero yo
solo recuerdo que me sentía especialmente unida con la naturaleza,
con las plantas. Desde ese momento extraño, puedo dominar la
naturaleza como me plazca y hacer crecer plantas de la nada.
-
Porque mi madre se enteraría de que no es normal. Aunque me
encantaría hacerlo. –le dije.
Entonces
nos dirigimos hacia el bosque. El camino estaba hecho de piedras y
arena. Como estábamos entrando en una guerra, por ellos pasaban
carruajes que estaban preparándose. Me daban escalofríos con solo
verlos y los sueños que tenía todas las noches no hacían solo que
empeorar las cosas.
Soñaba
que un guerrero de nuestra edad venía y que yo lo conocía. Entonces
empezaba la pelea y él peleaba con el fuego que surgía de sus
manos. Lo malo es que resultaba herido y luego me despertaba. Siempre
era el mismo sueño.
-
Rei, ¿hoy por dónde iremos? –me preguntó Michelle.
-
No se… por donde te apetezca. Pero hoy, no sé porque, me gustaría
ir por el camino que está al lado del lago.
-
¿Tienes otro de tus presentimientos?
Yo
le sonreí. Seguimos andando y oí unas voces en el lago. Me agaché
entre los arbustos y le tiré a Michelle de la mano para que ella
también lo hiciera.
-
¿Qué pasa? –me preguntó ella extrañada.
-
Sshh. Se oyen voces en el lago –le informé susurrando.
Levanté
la cabeza para ver mejor quién rondaba por el lago. Había dos
personas, dos chicos, jóvenes. Cada uno tenía su espada, eso me
puso nerviosa. Decidí agudizar el oído y oír lo que decían.
-
¿Qué vamos a hacer ahora? No hemos encontrado al último elegido
todavía y no creo que esté en este pueblo.
-
Pues yo estoy seguro de que está aquí, lo puedo sentir. Está muy
cerca.
Eso
estaba claro, buscaban a alguien, a un tal “último elegido”.
-
¿Qué dicen? –me preguntó Michelle.
-
Sshh –le hice para que se callara y seguir escuchándoles.
Junto
con el poder de controlar las plantas, se me agudizó el oído un
montón y escuchaba hasta el corazón de aquellos dos desconocidos.
Seguí escuchándolos.
-
Espero que lo encontremos pronto. Con su ayuda derrotaremos a los
bárbaros.
Entonces
Michelle me rozó el brazo y cuando me giré ya se había caído para
atrás. Yo le hice un gesto para que se quedara allí.
-
Sshh –dijo uno de los chicos- alguien nos espía.
Mierda,
nos habían descubierto. Empezaron a mirar a todas partes. Si nos
quedábamos allí nos encontrarían y si nos movíamos de allí con
la intención de escapar, también. Decidí actuar.
Levanté
las raíces de los árboles y las manejé hasta coger las dos
espadas. Me hice con las espadas y ellos me vieron, pero no podían
atacarme. Al menos eso pensaba yo. Le grité a Michelle que se
situara detrás de mí y ella lo hizo.
-
Es ella -le susurró uno de los chicos al otro con los ojos como
platos (suponiendo que yo no lo oiría, claro).
-
No digas nada, por el momento –le dijo el otro.
Se
acercaron hacia nosotras observándonos desde la cabeza a los pies.
Yo hice lo mismo y vi que eran bastante guapos.
-
Hola, me llamo Feinan y él es Kyle. –se presentaron.
-
Buenas tardes –dijo Kyle sin muchas ganas.
Feinan
tenía el pelo negro, muy negro. Sus ojos eran verdes tan intensos
como las esmeraldas y su piel era pálida e inmaculada. Para mi gusto
era más guapo que Kyle.
Kyle
tenía el pelo rubio y los ojos negros... ¿Con algo de azul? Era raro el color. Nunca había visto ese color tan extraño. Su piel estaba un poco bronceada, solo un poco, muy poco; tal vez era porque se situaba al lado de Feinan.
Eran
muy distintos, como la noche y el día.
-
Hola, soy Reira. –me presenté muy seria.
-
Y yo Michelle. ¿Qué hacéis aquí? –quiso saber. Yo le lancé una
mirada… No me parecía adecuado hablar con ellos, no los
conocíamos.
Feinan
le dijo a Kyle que le dejara explicar a él.
-
Estamos preparándonos para la guerra. Yo soy de Nilanda y él es de
Fandeira, somos compañeros. Quiero decir, tenemos el mismo enemigo,
como vosotras. –se explicó.- ¿podrías devolvernos las espadas?
-
Espera. –dije con intención de asegurarme- No hasta que nos digáis
la verdad.
-
Os hemos dicho la verdad –replicó Kyle.
-
Pero no toda la verdad, ¿No es cierto? –contraataqué.
-
Cierto. –dijo Feinan con una amplia sonrisa. Tenía una sonrisa
asombrosa, pero no era el momento de pensar aquello- Muy lista – me
alagó.
Sabía
perfectamente que me escondían algo. Vinieron en busca de alguien y
no solo porque estaban preparándose para la guerra.
-
Sé que estáis buscando a un tal “último elegido” y que pensáis
que está aquí, en este pueblo –les hice saber- ¿Para qué lo
necesitáis?
-
¿Cómo sabes eso? –me preguntó Kyle con un tono de nerviosismo en
su voz.
-
Porque os ha oído. –intervino Michelle.
-
Eso es imposible, quiero decir, estábamos demasiado lejos como para
hacerlo.
-
No es imposible. –contraatacó Michelle- Cuando encontró aquella
flor extraña, se le agudizó el… -la interrumpí. No me hacía
gracia que le contase lo ocurrido en aquella cueva a unos
desconocidos extraños como aquellos.
-
Solo porque puedo hacerlo, y ya está. –no quise darles más
explicaciones- Entonces contadnos la verdad, si queréis que os
ayudemos en algo.
A
Feinan se le dibujo una sonrisa torcida en la cara (muy seductora,
por cierto) pero a Kyle no le parecía que le hiciera mucha gracia.
-
Vale, si queréis la verdad tendréis la verdad –nos aseguró
Feinan- pero prometedme que lo mantendréis en secreto. Si no,
podríamos perder la guerra, ¿entendido? –y su sonrisa se esfumó.
Eso significó para mí que hablaba en serio. Kyle miró para el otro
lado, estaba inquieto.
-
Entendido. –dijimos nosotras muy seguras.
Hizo
una pausa antes de contárnoslo.
-
Será mejor que nos sentemos –advirtió Kyle- va para largo.
-
Tenemos tiempo -aseguré.
Nos
sentamos cerca del lago, donde estaban sus trastos. Yo todavía
seguía con las espadas y como soy un poco torpe me hice un arañazo.
(No era nada profundo pero empezó a sangrarme).
-
Ten cuidado Reira –me dijo Feinan- será mejor que nos las
devuelvas.
-
No, todavía no.
-
¿Sabes? Eres un poco cabezota. –me afirmó y luego se echó a
reír.
-
¿Un poco? No parará hasta que consiga lo que quiere –añadió
Michelle.
-
Um…Me gusta –dijo Feinan para sus adentros. Nadie se enteró
excepto yo.
-
¿Qué es lo que te gusta? –quise saber.
-
Oh… na…nada -tartamudeó- no oigas lo que no te digan a ti. –me
dijo con otra de sus sonrisas.
Nos
sentamos para hablar de lo que vinieron a hacer, pero todavía no
habían dicho nada sobre ello. Como Feinan no tenía intenciones de
empezar a contarlo él, se encargó Kyle de hacerlo.
-
Mirad. Hemos venido desde muy lejos, yo de Fandeira y Fein de Nilanda
para encontrar al último elegido y hemos pensado acampar aquí por
hoy. A sido un viaje muuuuy largo así que no pensábamos bajar al
pueblo hasta mañana.
-
Mañana empezaremos a buscarlo. –añadió Feinan. Kyle le miró
perplejo.
Estuvimos
un rato en un silencio incómodo que yo aproveché para curarme la
herida y Kyle bebió un trago de su cantimplora.
-
Si queréis, repito, solo si queréis, podéis vivir unos días en mi
casa en vez de en el bosque. Mi padre se ha ido al campamento de
guerra de Fandeira y estoy sola en casa. Además Reira me va a hacer
compañía durante unos meses. –dijo Michelle.
-
¡Pero si no los conoces! –grité asombrada.
-
Han venido a ayudar en la guerra y no tienen donde dormir. Me
gustaría ayudarles.
Yo
me quedé callada. Era su casa, así que ella vería a quién
invitaba. No me parecían chicos malos, pero sabía que nos escondían
algo. Me prometí a mí misma averiguarlo.
Escrito por: Seira Vela
Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.
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