sábado, 20 de diciembre de 2014

Menrila: Capitulo 10

Capitulo 10
Kyle y Feinan entraron en el palacio sigilosamente y se dirigieron a la sala del trono, donde se encontraba el padre de Feinan, el Rey de Nilanda. Caminaban bastante rápido y notaban cómo todas las miradas de los que trabajaban allí se posaban en ellos. Las miradas eran de asombro y tristeza a la vez. Llegaron a la puerta que llevaba a la sala del trono y Feinan la abrió de par en par sin pedir permiso antes, lo que era una falta de respeto increíble.
Cuando el rey lo vio se quedó mirándolo sin decir nada.
- Traigo malas noticias, mi rey –dijo Feinan- no hay ningún elegido en Segelia. Hemos mirado en cada rincón del pueblo y no hay rastro del elegido.
- Estás mintiendo –dijo su padre firmemente.
- No lo hago, se lo prometo. –Feinan empezaba a ponerse nervioso.



- Te dije que no volvieras a menos que lo encontraras. Has desobedecido mis órdenes. ¿Qué tienes que decir al respecto?
- Os quería avisar de que no hay elegido en Segelia, mi rey. –dijo, pero en realidad volvió para no ponernos en peligro a nosotras.
- Enviad a unos cuantos soldados para que revisen hasta el último habitante que hay. Así no tendrá escapatoria. Si alguien se niega a ser registrado matadlo. –ordenó.
- ¡Te digo que allí no hay nada! –explotó Feinan gritando. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante la conducta de Feinan. Desde que era pequeño se encargaron de educarlo perfectamente. Siempre se dirigía de usted a su padre y no le había gritado nunca. Tenía un gran respeto hacia él y lo llamaba “mi rey”.
- No te atrevas a gritarme. La decisión está tomada –su padre dio por finalizada la discusión.
- ¡Pero no tienes ni idea de lo que harás con eso! ¡Hay muchas familias que temen a Nilanda por el hecho de que matasteis a muchos de sus hombres! ¡Sembrarás el caos! ¡Déjalos en paz! ¡Te odiarán! ¡Te odiaré! ¡Púdrete en el infierno!–gritó sin importarle lo que aquello provocaría.
- Cómo te atreves –se interrumpió.- ¡Cogedlo y dadle un latigazo por cada palabra que ha dicho! –les ordenó a los soldados y estos vinieron corriendo a arrestarlo.
- Si a tu hijo le haces esto, no me imagino lo que le harás al que no lo es. –dijo Feinan casi murmurando- Y por si no te acuerdas ¡soy el elegido del fuego! No te conviene matar a los elegidos ¿no es cierto? Sino hay más posibilidades de perder la guerra –se le marcó una sonrisa torcida en la cara.- Morirás muy pronto, ya lo verás y yo estaré ahí para reírme de ello. –dijo con una carcajada hueca- Te lo aseguro, ¡igual que tú lo hiciste con mi hermana! ¡Te vi matarla con solo 5 años! Y desde entonces no ha sido respeto lo que he sentido hacia ti como todos piensan, ha sido miedo a que me hicieras lo mismo. Pero ya no te tengo miedo –luego se compadeció de su madre- Pobre mamá, te tiene que aguantar todos los días –miró a su madre- a ti sí que te quiero mamá –y su madre empezó a llorar.
- ¡Llevadlo de aquí y dadle 50 latigazos ahora mismo! Sin embargo, no lo decapitéis. Necesitamos al fuego. Si no fuera así lo mataría yo mismo –dijo su padre y su madre empezó a llorar con más intensidad.
Lo llevaron a la sala de los castigos y todos los que estaban en Nilanda se reunieron para ver cómo lo torturaban. Lo harían cuando el sol se pusiera, cuando la llama de fuego de su interior era más débil. Justo cuando yo estaba intentando olvidarle.
El sol se puso y en la sala se oían solo los llantos desesperados de su madre, la reina. Lo ataron con cuerdas y cadenas para que no se moviera ni se escapara. Kyle miraba desde lo alto de la sala, con los ojos llenos de lágrimas y pensando en el modo de rescatar a su mejor amigo. No podía creerse lo que estaba a punto de ocurrir.

Primer latigazo, el segundo más doloroso. Lo sé porque yo sentía todo lo que Feinan estaba sintiendo en ese mismo instante. Estaba dormida, era como una pesadilla de dolor.
Feinan gritaba y sus ojos color esmeralda le ardían. Sus gritos retumbaban en mi cabeza y sentía ganas de llorar. Estaba sufriendo de verdad y lo peor era que el que le daba los latigazos era su padre. Le daba tan fuerte que le cortaba la respiración. Era como si mi corazón se parase.
A Feinan se le cayó el puñal al suelo y notó que con cada golpe que le daban mi corazón paraba de latir. Al principio se preocupó y luego, se dio cuenta de lo que ocurría: estábamos unidos por el hecho de ser elegidos y estar enamorados. Yo sentía lo que él sentía, y el sentía lo que yo sentía.
El latigazo número treinta. De no ser un elegido ya se abría muerto hace tiempo. Una persona normal no puede aguantar tanto dolor. Estaba sudoroso y su piel ardía en llamas.
Latigazo número 35: en todo el pecho. Estaba tosiendo. Tosía mucho. Tosía sangre.
- ¡Feinan no te rindas! –gritó Kyle y el rey lo atravesó con la mirada. Todos lo miraban.
- No te atrevas a interrumpir, sino serás decapitado. –le advirtió el rey.
- Hijo, no te rindas –susurró la madre de Feinan y este sonrió al oírlo. Nadie más lo oyó.
- ¿Qué,… ya… te has cansado?… fracasado de mierda… -Le dijo Feinan a su padre casi sin aliento y con los ojos llenos de sangre.

Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
- Podría… clavarme esto… justo aquí… Te ahorraría… el trabajo -dijo señalando el puñal y el corazón- pero… prometí una… cosa –y soltó una carcajada hueca- y… morir… no está… en mis planes.
- ¡Calla! –le espetó su padre y le dio otros tres latigazos.
- Yo… seré feliz y… tú… no existirás… -dicho eso tosió sangre otra vez. Se ganó otro latigazo.- me pregunto… si… habrás… querido a…- tosió- alguien en… tu miserable… vida. –silencio- Creo… que no- y otra sonrisa torcida apareció en su cara pero no duró mucho en convertirse en un grito de dolor. Otro latigazo- Yo… sí. –y sonrió al recordarme.
- ¡Si no te callas, vas al calabozo! –le aseguro su padre.
- Una… chica… increíble. –otro latigazo- De pelo… castaño… ojos marrones… y guerrera… hasta el… fin.
- ¿Cómo se llama? –preguntó secamente su padre con la intención de encontrarme y matarme delante de Feinan. Con eso sí que lograría dañar a su hijo.
- Oh… eso… ¿se me habrá…olvidado? –otro latigazo. Todavía le quedaban fuerzas para bromear aún estando en una situación como aquella. Kyle y su madre no se lo podían creer, igual que todos los presentes. Entre ellos estaba mi primo, Deif quien oyendo lo que decía Feinan supo que se trataba de mí.

- Pues ten presente que la mataré. –le dijo su padre y Deif abrió los ojos como platos.
- Oh… no lo harás –dijo Feinan- aunque lo… quisieras e… intentaras.
- Lo haré, de la manera más cruel que existe y además, delante de ti ¿Por qué no lo podría hacer? –latigazo numero 50. El latigazo fue tan fuerte que Feinan casi no pudo responder.
- Porque ella es mi guerrera. –susurró, guardó el puñal en el bolsillo y se desmayó delante de todos. En medio de la gigantesca sala de castigo. Lleno de sudor y... sangre.



Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Mi pequeña sirena

Sinopsis: Tengo 14 años y he pasado de ser humana a ser sirena. Mis padres están muertos y yo he aparecido en la orilla de una playa del Caribe, durante una noche de tormenta. No tengo a donde ir y deambulo por la calle comiendo sobras caducadas que los supermercados echan a la basura. Solo me siento a gusto en el agua, en el mar. ¿Qué haré? ¿A dónde iré? ¿Me voy a quedar sola para siempre?... son las preguntas que no puedo sacar de la cabeza.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Menrila: Capitulo 9

Capitulo 9
- ¿Te importa si me quedo? –me preguntó Jaden, un tanto dubitativo.

- Si es lo que quieres... –le dije. Estaba sola sin saber qué hacer y tener compañía no me haría mal. Se sentó en frente de mí y hubo un incómodo silencio. Cogí el arco y las flechas y me dirigí al campo de entrenamiento improvisado que hicimos el otro día.- ¿Vienes? –le pregunté.
- Claro. –y me siguió.
Llegamos al sitio y le di la espada de mi padre. No me hacía mucha gracia pero lo hice.
- ¿En qué consiste tu amado entrenamiento? –quiso saber sonriente mientras admiraba la espada.

- Arco, espada y cuchilla. –le dije simplemente y él me miró extraño- el arco lo domino y la cuchilla también, pero me vendría bien ayuda con lo de la espada.
- Genial, justo lo que se me da mejor.
- ¿A sí? Eso ya lo veremos mañana.
- Hablando de mañana, ¿tienes algún plan?
- Vivo sin saber que hacer. No, no tengo. –le dije con sinceridad.
- ¿A qué se debe eso? Puedes hacer lo que te venga en gana y cuando lo quieras.

- El problema es que no sé qué hacer. Cuando conocí a Kyle y Feinan hacíamos muchas cosas y lo pasaba bien. Pero ahora, Michelle está ocupado leyendo a niños y yo me siento abandonada. –me crucé de brazos y miré al suelo. Necesitaba desahogarme con alguien y lo hice con Jaden. Él me abrazó y yo no me negué, lo que me resulto raro. Pero al menos sentí que no estaba sola.



- No estás sola. Podemos “jugar” como en los viejos tiempos. –intentó animarme- Lo pasábamos realmente bien, ¿Te acuerdas? Solíamos subir a ese árbol tan gordo y apostábamos quién subía más arriba.
- Yo te ganaba. –recordarlo me hizo sonreír.
- Hum… no sé… ¿Lo comprobamos? –y echó correr hacía el árbol gordo. Yo lo seguí y me percaté de que estaba sonriendo.

Subimos casi hasta arriba y nos sentamos en la misma rama. Me sentía feliz. Empezaba a creer que Jaden había cambiado de verdad. Ya no era tan imbécil como creía.
- Empate –me dijo entonces. Yo le sonreí mientras contemplaba las vistas de nuestro alrededor. No me podía creer que la guerra podía destruir todo aquello, era tan bonito…
- ¿Sabes? Me había olvidado de lo divertido que era subir aquí.
- Yo también. –y se me quedó mirando. Me sentí bastante incómoda.
Luego ocurrió lo inesperado. Se inclinó un poco para quedar frente a mi cara. Me observó y me besó. ¡Yo no me aparté! Hice lo contrario, le devolví el beso. ¿Pero, qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba con Feinan? Bueno, el estaba lejos y cabía la posibilidad de que no volviese. Estaba confusa, muy confusa.
Cuando nos apartamos sonrió. Yo me quedé mirando hacia abajo, intentando descubrir porque no me aparté. Debió notar mi confusión y me rodeó con el brazo.
- Eh… esto… ha sido -quise aclarar las cosas pero no encontraba palabras para expresar lo que sentía.


- Genial –dijo acabando la frase.
Y aunque no me gustara, la verdad era que no me disgustó el beso, me sentí querida y no abandonada como estaba antes.
- No ha sido como lo esperaba –dije casi murmurando y él me miró como defraudado- quiero decir, ha sido agradable, me he sentido bien. –y le sonreí con total sinceridad.
- ¿Lo dices enserio?
- Si, muy enserio. Aunque no quiera admitirlo.
- ¿De verdad? –aunque quisiera creerme, no lo hacía y para demostrárselo lo besé, con ganas. Luego me sonrió. – Ya veo.
- Tengo que irme. Adiós. –le dije y me dispuse a irme de allí hasta que me agarró de la mano.
- Espera –me dijo- ¿A dónde vas?
- A casa. ¿Por qué lo preguntas?
- No, no importa. Allí no soy bienvenido, creo.
- Podemos cambiar eso –le dije nos dirigimos hacia mi casa.
El camino era largo, pero a mí se me hizo corto. Hacia tanto tiempo que no hablaba con Jaden que olvidé porque me “enamoré” de él el año pasado: por su parloteo constante y el hecho de que me haga reír con lo que dice.

Yo no soy muy de hablar y me gusta estar con alguien que sepa romper esos silencios incómodos.
Cuando llegamos a casa…
- Hola abuela –la saludé, sonriente, al entrar- ¿Dónde está mamá?


- Se ha ido donde Luisa a ayudarla con algo –dijo secamente, lo que no era habitual en ella.- ¿Qué hace este aquí? ¿Qué pasa con aquel muchacho tan apuesto? Te prometió que volvería.
- ¡Pero no lo hará abuela! –exploté- ¿No te das cuenta? ¡Tiene demasiado que hacer como para preocuparse de una niña ingenua! –hice una pausa y me percaté de que mi abuela estaba mirándome con la boca abierta. Me relajé un poco y le dije con suavidad- No va a volver abuela, está en Nilanda. Y Jaden ha sido quién me ha hecho sentir que no estoy sola, además, ya no es imbécil –Jaden me miró de repente- sin ofender –y le sonreí.
- Yo también estoy aquí Reira, no estás sola. –me dijo mi abuela.

- Lo sé, y te lo agradezco mucho. Pero por favor, no trates así a Jaden. Como tú me dijiste una vez: todos merecen una segunda oportunidad pero nadie merece una tercera a menos que seas tú mismo.
- Tienes razón, mi pequeña. –luego le agarró la mano a Jaden y añadió- te doy la segunda oportunidad –y sonrieron.
- Lo siento mucho señora, le prometo que he cambiado.

- Eso parece, sino mi Reira ya te habría echado de aquí. –y lo habría hecho.
Desde que cortamos el año pasado, mi abuela le ha guardado rencor por lo que ha sido siempre: un niñato ligón. Pero me alegro de que le diera una segunda oportunidad. Las personas pueden cambiar.
Nos sentamos en la cocina. Mi madre ya tenía la comida preparada y como ella comería en casa de Luisa nosotros lo hicimos entonces. Jaden hablaba y mi abuela reía. Yo al verlos me di cuenta de que todavía podía ser feliz.

Después de comer fuimos a dar una vuelta en el pueblo y no fue tan agradable. Paseábamos tranquilamente con nuestros brazos rodeando la espalda del otro, mirando las estrellas que alumbraban la noche; pero esa tranquilidad duró muy poco. Solo había otras cuatro chicas de nuestra edad (Michelle incluida) en nuestro pequeño pueblo y tres de ellas nos pararon.
- ¿Ya has engañado otra vez a la zorra esta? Pues por vaya birria me dejaste–dijo una.
- ¿Vosotros no estuvisteis saliendo un tiempo? Oh, espera, rompisteis el año pasado y tú, bonito, empezaste a salir conmigo. –dijo otra.
- Qué bonito. Me dejas plantada en la fiesta por esta marichico. Asqueroso. –dijo la última, era la chica con la que Jaden fue a la fiesta.
- Vosotras no sois nada comparadas con Reira, callaros que sois todas unas fulanas. Dejadnos en paz ¿entendido? –espetó Jaden.

- Aquí el único imbécil eres tú, que después de acostarte con todas nosotras nos dejas tiradas. –dijo la primera.
- ¡Yo no me he acostado con ninguna! Estaba muy bien hasta que habéis llegado, así que iros a incordiar a otro. –dicho eso se alejaron.
Jaden había estado saliendo con todas aquellas y no me hacía gracia. Esperaba que fuera cierto que no se había acostado con ninguna, pero no estaba segura.
- ¿Es verdad? –le pregunté. No sabía muy bien si quería escuchar la respuesta o no.
- ¿El qué?
- Que te has acostado con ellas.
- ¡No! ¡Y no lo haré! –dijo alborotado- Igual te suena cursi, pero te diré la verdad. He estado enamorado de ti desde la primera vez que subimos al árbol, el día que nos conocimos. Cuando dejaste de hacerme caso, empecé a beber mucho y eso que solo tenía 13 o 14 años. Me convertí en aquel imbécil. Luego, no sé cómo salimos juntos y yo no podía dejar el alcohol. Para variar, lo estropeé y para olvidarlo empecé a salir con todas esas, lo que fue un error. Ninguna de ellas me gustaba pero entre el alcohol y las chicas conseguía olvidarte. Me llamaba a mi mismo obsesionado y loco. Ya te lo he dicho. Eres tú, solo tú... la que siempre me ha interesado.
Me conmovió mucho su historia y también me alegré de saber que le importaba tanto. Lo abracé.

- Te quiero –me confesó.
- Y yo a ti. –le dije y no era mentira.
Nos fuimos a su casa y me recibieron encantados. Su madre me enseñó toda la casa y su abuelo me explicó trucos de pelea.
- Estoy encantada de que este hijo mío esté de nuevo contigo Reira, si no se vuelve un borracho inaguantable. –me dijo su madre y yo no sabía que decir.
- Mamaaa… -dijo Jaden un poco avergonzado.
- Hijo, si se te notaba desde lejos. Con tal de decir su nombre te ruborizabas y subías a tu cuarto.
- ¡Mamá!
Noté que se ponía rojo y me reí. Luego subimos a su cuarto. Estaba lleno de cosas únicas y antiguas. Y había fotografías de todos a los que conocía: de su padre, madre, abuela, abuelo, hermana recién nacida…
- Está un poco desordenado –me dijo- ¿Pero da igual, no?
- Sí, da igual tranquilo. Me gustan las cosas antiguas que tienes pero odio esa botella del suelo. –cogí la botella y le di un traguito para ver cómo sabía- ¡¿Pero cómo puedes beber esto?! Está nauseabundo.
- Te acostumbras. -dijo simplemente- pero si no te gusta lo dejo. –y se acercó mucho a mí, hasta quedarnos cara a cara.
- No me gusta –le dije sonriendo.
- Entonces decidido, lo dejo –y empezó a besarme el cuello haciéndome sentir cosquillas.
Las cosquillas pasaron a ser caricias y las caricias pasaron a ser más fuertes. Me tocaba todo el cuerpo y yo también tocaba todo él. Nos echamos en la cama quitándonos lo zapatos y él se deshizo de mi blusa mientras me besaba por todas partes. Le quité su camiseta dejando ver su perfecto cuerpo, el que ahora mismo ardía. Nos acercamos más si cabía y justo entonces oí a alguien tocando la puerta. Nos sacaron de la magia y nos separamos de inmediato. Se vistió de inmediato y fue hacia la puerta, me dijo que escondiera debajo de la cama.
- Pasa. –dijo Jaden.
Entonces la puerta se abrió y entraron su primo de 20 años y la novia embarazada de este, que tenía 19 años. En Menrila solían casarse con 20-22 años y las chicas se quedaban embarazadas antes, a los 17 o 18. Yo tenía 16 y todavía me faltaba un poquito para eso y me gustaría que me faltase más.
- Hola –saludaron –hemos venido a invitarte a nuestra boda.
- Vaya, ¿os casáis? –preguntó Jaden sorprendido.
- Si, la semana que viene me voy a Fandeira y primero quería casarme con esta preciosidad. –le explicó su primo- me gustaría quedarme hasta que nazca el bebe pero no puedo –añadió tristemente.
- Oh, lo siento -dijo Jaden y a la novia se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Entonces vendrás, primito?
- No me lo perdería por nada. Ah otra cosa, no me llames así. –su primo rió.
- ¿Vendrás acompañado?
- Me gustaría. –respondió Jaden y me pregunté si se trataba de mí.
- ¿A quién vas a llevar? –quiso saber su primo.
- Hum… -y sonrió- a alguien que está muy cerca. –yo también sonreí.
- ¿Cerca? ¿Qué dices primito? Da igual. ¿No me lo vas a decir? Muy bien, la veremos pasado mañana a las 12:30 en la plaza ¿entendido? No llegues tarde, que te conozco.
- ¿Yo, tarde? Imposible –y todos se rieron.
Luego se despidieron y me pregunté cómo hacía Jaden para que su primo y la novia sonriesen en ese momento tan duro en el que estaban. Y no lo hacía solo con ellos, a mí también me hizo sonreír esa mañana y hizo que mi abuela riera cuando estábamos comiendo. Me imaginé que sería una de esas personas con las que no puedes guardar rencor y acabas riendo. Salí desde debajo de la cama y empecé a vestirme.
- ¿Y qué me dices? –me preguntó quitándome la blusa y así impidiendo que me la pusiera- no te la pongas todavía –insistió con tono de niño pequeño. Yo reí y me senté en la cama.
- ¿Qué tengo que decirte? –no sabía a lo que se refería.
- Me tienes que decir que me acompañarás a la boda. –y sonrió.
- Si te digo que sí, ¿me devolverás la blusa?
- Puede.
- Vale, iré. –y se sentó a lado de mí. Luego me besó y empezó a tocarme el pecho produciéndome escalofríos de placer. –No, no. Hoy ya has tenido suficiente –dije recuperando la blusa y poniéndomela- me tengo que ir –lo besé una vez más y me dispuse a ir hasta que me cogió la mano y me detuvo. Me gustaba y odiaba (a la vez) que me hiciera eso.
- Si todavía no se ha puesto el sol.
- Por eso me tengo que ir. Antes de que se ponga el sol. –me limité a decir y di otro paso a delante arrastrándolo a él también. Me miró extrañado- me voy al acantilado a pasar la noche, necesito pensar.
- ¿Sola? –me preguntó.
- No, con esto. -Y le enseñe la cuchilla atada a mi tobillo. Él rió.
- Eres de lo que no hay. –me besó en la mejilla- que pienses bien.
Salí de la casa a paso rápido y fui al acantilado. Sentía una extraña sensación, como si estuviera haciendo lo incorrecto. Me tumbé en el suelo y saqué el colgante color “ojos de Feinan”. Entonces recordé su sonrisa asombrosa, su sentido del humor, como me atravesaban sus ojos esmeralda… lo mucho que lo quería… ¡Pero que estaba pensando! ¡Él nunca volvería! Me olvidaría en un par de días, como a mí me gustaría hacer con él. Pero era imposible. En qué lio me había metido. Sentía algo distinto que me unía a él, algo mágico, algo increíble, algo atrayente… que me impedía dejar de pensar en él.





Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Menrila: Capitulo 8

Capitulo 8
Estuve toda la semana entrenando día y noche y tengo que decir que mejoré un montón. Clavaba todas las flechas justo en el centro de las dianas y manejaba la espada como nunca imaginé que llegaría a hacerlo. También aumenté mi poder con la naturaleza y todos mis sentidos mejoraron un montón. Fue todo un logro para mí.
Michelle, al menos conseguía clavar las flechas en la diana, a diferencia de antes, y ya no se hacía cortes con la espada.
Lo peor era que estábamos agotadas y decidimos tomar un par de días de descanso. En nuestros días de descanso fuimos a pasear por el pueblo, pero no había nada nuevo que ver. El bosque también estaba más solitario que lo normal.



Faltaba gente, mejor dicho hombres, y daba al pueblo una sensación de vacío. ¡Tenía tantas ganas para que la guerra se terminara! Y eso que todavía no había empezado.
***


Kyle y Feinan seguían con su viaje a Nilanda y mientras tanto preparaban la excusa que le iba a poner Feinan a su padre (el rey) para decirle que no habían encontrado al último elegido.
- Le decimos que hemos buscado en todo el pueblo, en cada casa que había y que también hemos mirado en el bosque, pero que no hay ni rastro del último elegido. –dijo Kyle- ¿Se lo tragará? –preguntó entonces dubitativo.
- No sé –confesó Feinan- pero estoy seguro que enviará a alguien a dar la noticia de que hemos estado allí y no lo hemos encontrado. –hizo una pausa- Espero que Reira no descubra que la elegida es ella.
Siguieron andando, cabizbajos. Había la posibilidad de que los castigaran por no cumplir la misión y alejarse de Segelia. Pero ellos no estaban dispuestos a ponernos en peligro a Michelle y a mí. Tenían que pensar algo para sobrevivir.
- Tú puedes ir a Fandeira. No te dirán nada, eres de allí –le dijo Feinan a Kyle.



- Si fuera a Nilanda tampoco me dirían ni me harían nada, no soy de allí así que no me pueden hacer nada. –aseguró Kyle.- Pero a ti tampoco te harán nada. Tú padre no lo permitirá y tampoco le conviene a nadie que te maten, eres uno de los elegidos.
- Eso espero.
Todavía les quedaba dos días de viaje y aunque los dos estaban hambrientos tenían que aguantar hasta el día siguiente, no tenían mucha comida con ellos.
***


En esa misma noche tuve la pesadilla de siempre pero con algo más. ¡Descubrí la sonrisa del guerrero! Estaba segura de a quién pertenecía, no había otra igual. Era la de Feinan, sin dudarlo. Pero, ¿Qué significaba aquello? El guerrero herido que ahora yacía en el suelo y que peleaba con fuego tenía la sonrisa de Feinan. Pensé que solo sería una pesadilla sin sentido y no le di importancia.



Cuando me levanté Michelle ya tenía el desayuno preparado y me senté al lado de ella.
- ¿Qué tal has dormido? –me preguntó.



- Bueno… con la pesadilla de siempre.
- ¿Por qué tienes siempre el mismo sueño? Es extraño.
- No es siempre igual. Algunas veces se alarga y pasan más cosas –no le quise decir nada sobre lo que soñé hoy y cambié de tema.- ¿Qué haremos hoy?
- Ah, yo tengo que ir a leerles una historia a los niños. Se lo prometí a Luisa. –me hizo saber ella.
Otra vez me quedaba sola sin saber qué hacer. La verdad es que ya me estaba acostumbrando.
- Vale. –entonces se me ocurrió una cosa- no me esperes despierta.
- ¿Qué pretendes hacer? ¿A dónde vas?
- Ya te lo cuento mañana -y salí corriendo con mi arco en dirección al lago. Estaba nerviosa.



***


Mientras tanto Kyle y Feinan estaban en una cueva desayunando. Feinan miraba la flor del puñal y estaba oyendo mi corazón acelerado por el motivo de estar corriendo y estar nerviosa. Kyle lo miraba.
- Está bien –dijo- no te preocupes. –Feinan asintió.

Recogieron la comida que sobró y siguieron con su camino. A lo lejos Feinan ya podía ver la bandera del castillo pero Kyle no la pudo ver hasta que llegaron a la entrada del pueblo.
- Ya hemos llegado –dijo Kyle suspirando.
- Venga, que saldremos de esta –lo animó Feinan con su sonrisa de siempre. Kyle al verla se relajó un poco.
Se encaminaron a la “casa” de Feinan, al palacio. Pero entonces éste se paró de golpe y…
***


Yo ya llegué al lago y me derrumbé en el suelo, justo donde los habíamos encontrado. Miré al lago… hacía tanto calor… que me encantaría darme un baño allí mismo. Había leyendas sobre aquel lago, algunos decían que estaba maldito y otras que era maravilloso. Me quedé dubitativa, pero al final la tentación me venció. ¿Las leyendas solo son leyendas, no?
Me desnudé y me metí en el lago. Apuesto a que sería la primera en hacerlo. El agua estaba templada, muy relajante. Cerré los ojos y me quedé flotando. Se me vinieron un montón de recuerdos a la cabeza: De cómo de niña le robaba pan al panadero para darle a un gatito callejero, de cuando conocí a Michelle, cómo construí con mi hermano una casita de madera torcida, de cuando mi abuelo me llevó por primera vez al monte, cuando mi hermano me hizo el arco… todos los recuerdo era buenísimos y el último fue el que me hizo derramar una lágrima: el beso de Feinan.
Entonces deseé con todas mis fuerzas verlo, cómo estaba ahora, dónde se encontraba… pero pensé: los deseos siguen siendo deseos. Me dispuse a salir de aquel lago encantado cuando me paré en seco al ver…



***
Mi deseo se cumplió: vi como estaba Feinan delante de un castillo con Kyle al lado y con los ojos como platos.



Pero lo que yo no sabía era que el también me vio a mí en aquel mismo momento.
***


- Fein, ¿te pasa algo? –le preguntó Kyle entonces, pero no le respondió- ¿Feinan?
- Ostras –dijo éste alucinando- Vaya.
- ¿Qué pasa? –dijo Kyle preocupado- ¡Feinan! –y le dio un codazo.
- ¡Kyle! ¡No me distraigas! –le dijo Feinan mosqueado y despertando de la visión- ¡Ya la he perdido de vista!
- ¿A quién?- preguntó Kyle sin poder entender nada.
- ¡A Reira! –chilló Feinan.
- Pero, ¿Qué dices? –dijo Kyle aún más extrañado.



- La he visto, Kyle. –dijo Feinan con una sonrisa amplia- Estaba en aquel lago que tú me dijiste que no lo tocara y estaba… desnuda –añadió ampliando la sonrisa.



- Creo que estas delirando. Vamos. Necesitas tomar aire fresco.
- ¡No estoy delirando! –protestó Feinan. - ¡y no necesito aire fresco!
- Pues entonces entremos a tu “casita” –dijo Kyle con sarcasmo.
- El peor sitio que existe. –añadió Feinan y entraron al castillo.


***
Antes de que me diera tiempo a despertarme del sueño, el agua empezó a congelarse y salí corriendo de allí.
Me vestí y me quedé mirando el lago ahora congelado. Era muy raro. Hacía un calor que no se podía aguantar y el lago se congeló. Si no lo hubiera visto, no lo creería.
Luego aparté la vista del lago y la clavé en el árbol más gordo que había. De pequeña, solía jugar en aquel árbol imaginándome que era una gigantesca torre. Al recordarlo, sonreí sin querer. Todo era más sencillo cuando era pequeña. Todo era un juego para mí, a diferencia que ahora.
Me tumbé en el suelo y me quedé dormida. Pero me desperté de repente al oír un corazón latiendo.
- ¿Quién anda ahí? –pregunté firmemente. Nadie me respondió.



Oí algunas hojas moverse y el latido era más fuerte. Entonces noté un olor familiar, descubrí quién era.
- Jaden, sé que eres tú. ¿Qué haces aquí?
- Ahora mismo hablarte. Antes observar cómo dormías.
- ¿Por qué? –le pregunté secamente.
- Porque quiero decirte algo y no encontraba ni el lugar ni el momento adecuado.
- ¿Y cómo has descubierto que estaba aquí? –La verdad es que me preocupaba más cómo lo descubrió que lo que quería decirme.
- Porque te conozco desde pequeño. –sí, mucho antes de convertirte en un imbécil ligón, pensé.
- ¿Qué quieres decirme? –decidí preguntar sentándome en el suelo. Él también se sentó.
- Iré al grano, sé que no te gusta que ande con rodeos.
- La verdad es que me da igual, tengo tiempo. –estaba tan aburrida que no me importaba escucharle. Tenía tiempo de sobra hasta la puesta del sol.
- ¿Y cómo es que tienes tanto tiempo? ¿Dónde está ese admirador tuyo?
- ¿De qué hablas?
- Tú ya sabes de que hablo. Hablo de ese Fe-so sé qué.
- Feinan –le dije claramente. –a tenido que volver a su pueblo. –al recordarlo noté una punzada en mi interior y la tristeza se apoderó de mí.



- Ya veo que no quieres hablar de eso –dijo entonces y me quedé asombrada. Nunca había hecho el menor caso a mi estado de humor y ese día lo hizo, para mi sorpresa. –no pretendía… -lo interrumpí.
- No pasa nada. ¿Cómo es que te has dado cuenta?
- ¿Cuenta de qué? –me preguntó sin saber a qué me refería.
- De mi cambio de humor. Antes te daba igual.
- Justo de eso quería hablarte. Quiero decirte que ahora ya no me da igual, que me importas. Y te quería pedir perdón por haberme comportado cómo un imbécil.
No sabía qué decir. Estaba dispuesta a perdonarlo pero no ha volver con él. No me apetecía ser el perrito faldero de un chico que se pone a ligar con la primera que encuentra en la calle.
- ¿Qué dices? -me preguntó.
- ¿Qué quieres que diga? –le pregunté sin saber qué más decir.
- Que me perdonas, al menos... –me dijo mirando al suelo. Hacer eso no era típico en él. Siempre mantenía la cabeza bien alta.
- Te perdono, pero ¿Qué quieres decir con ese “al menos”? –me quedé confusa. Él me sonrió, pero su sonrisa no era tan asombrosa como la de Feinan.
- Oh, por ahora me conformo con eso –sus palabras fueron demasiado egoístas y quiso corregirse- quiero decir, me alegro de que me perdones y quiero que sepas que me pareciste la más guapa de la fiesta. Nada más.
- No sería para tanto... –el cumplido me hizo enrojecer un poco.
- Sí lo es –dicho eso se levantó y se dispuso a irse. –te dejo con tu querida intimidad.
- Espera. –no quería que se fuera todavía, antes de preguntarle una cosa. Entonces dio media vuelta y se quedó mirándome.
- ¿Me podrías hacer un favor? –hizo un gesto de afirmación- ¿Me podrías ayudar a entrenarme?
- ¿Quieres que te entrene yo? –me preguntó extrañado.

- Sí. ¿Por qué no? ¿No serás tan malo, no?
- ¿Yo malo? Imposible. –dijo en broma- si quieres, lo haré.
- Gracias.






Escrito por: Seira Vela

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