Capitulo
10
Kyle
y Feinan entraron en el palacio sigilosamente y se dirigieron a la
sala del trono, donde se encontraba el padre de Feinan, el Rey de
Nilanda. Caminaban bastante rápido y notaban cómo todas las miradas
de los que trabajaban allí se posaban en ellos. Las miradas eran de
asombro y tristeza a la vez. Llegaron a la puerta que llevaba a la
sala del trono y Feinan la abrió de par en par sin pedir permiso
antes, lo que era una falta de respeto increíble.
Cuando
el rey lo vio se quedó mirándolo sin decir nada.
-
Traigo malas noticias, mi rey –dijo Feinan- no hay ningún elegido
en Segelia. Hemos mirado en cada rincón del pueblo y no hay rastro
del elegido.
-
Estás mintiendo –dijo su padre firmemente.
-
Te dije que no volvieras a menos que lo encontraras. Has desobedecido
mis órdenes. ¿Qué tienes que decir al respecto?
-
Os quería avisar de que no hay elegido en Segelia, mi rey. –dijo, pero
en realidad volvió para no ponernos en peligro a nosotras.
-
Enviad a unos cuantos soldados para que revisen hasta el último
habitante que hay. Así no tendrá escapatoria. Si alguien se niega a
ser registrado matadlo. –ordenó.
-
¡Te digo que allí no hay nada! –explotó Feinan gritando. Todos
los presentes se quedaron boquiabiertos ante la conducta de Feinan.
Desde que era pequeño se encargaron de educarlo perfectamente.
Siempre se dirigía de usted a su padre y no le había gritado nunca.
Tenía un gran respeto hacia él y lo llamaba “mi rey”.
-
No te atrevas a gritarme. La decisión está tomada –su padre dio
por finalizada la discusión.
-
¡Pero no tienes ni idea de lo que harás con eso! ¡Hay muchas
familias que temen a Nilanda por el hecho de que matasteis a muchos
de sus hombres! ¡Sembrarás el caos! ¡Déjalos en paz! ¡Te
odiarán! ¡Te odiaré! ¡Púdrete en el infierno!–gritó sin
importarle lo que aquello provocaría.
-
Cómo te atreves –se interrumpió.- ¡Cogedlo y dadle un latigazo
por cada palabra que ha dicho! –les ordenó a los soldados y estos
vinieron corriendo a arrestarlo.
-
Si a tu hijo le haces esto, no me imagino lo que le harás al que no
lo es. –dijo Feinan casi murmurando- Y por si no te acuerdas ¡soy
el elegido del fuego! No te conviene matar a los elegidos ¿no es
cierto? Sino hay más posibilidades de perder la guerra –se le
marcó una sonrisa torcida en la cara.- Morirás muy pronto, ya lo
verás y yo estaré ahí para reírme de ello. –dijo con una
carcajada hueca- Te lo aseguro, ¡igual que tú lo hiciste con mi
hermana! ¡Te vi matarla con solo 5 años! Y desde entonces no ha
sido respeto lo que he sentido hacia ti como todos piensan, ha sido
miedo a que me hicieras lo mismo. Pero ya no te tengo miedo –luego
se compadeció de su madre- Pobre mamá, te tiene que aguantar todos
los días –miró a su madre- a ti sí que te quiero mamá –y su
madre empezó a llorar.
-
¡Llevadlo de aquí y dadle 50 latigazos ahora mismo! Sin embargo, no
lo decapitéis. Necesitamos al fuego. Si no fuera así lo mataría yo
mismo –dijo su padre y su madre empezó a llorar con más
intensidad.
Lo
llevaron a la sala de los castigos y todos los que estaban en Nilanda
se reunieron para ver cómo lo torturaban. Lo harían cuando el sol
se pusiera, cuando la llama de fuego de su interior era más débil.
Justo cuando yo estaba intentando olvidarle.
El
sol se puso y en la sala se oían solo los llantos desesperados de su
madre, la reina. Lo ataron con cuerdas y cadenas para que no se
moviera ni se escapara. Kyle miraba desde lo alto de la sala, con los
ojos llenos de lágrimas y pensando en el modo de rescatar a su mejor
amigo. No podía creerse lo que estaba a punto de ocurrir.
Primer
latigazo, el segundo más doloroso. Lo sé porque yo sentía todo lo
que Feinan estaba sintiendo en ese mismo instante. Estaba dormida,
era como una pesadilla de dolor.
Feinan
gritaba y sus ojos color esmeralda le ardían. Sus gritos
retumbaban en mi cabeza y sentía ganas de llorar. Estaba sufriendo
de verdad y lo peor era que el que le daba los latigazos era su
padre. Le daba tan fuerte que le cortaba la respiración. Era como si
mi corazón se parase.
A
Feinan se le cayó el puñal al suelo y notó que con cada golpe que
le daban mi corazón paraba de latir. Al principio se preocupó y luego, se dio cuenta de lo que
ocurría: estábamos unidos por el hecho de ser elegidos y estar
enamorados. Yo sentía lo que él sentía, y el sentía lo que yo
sentía.
El
latigazo número treinta. De no ser un elegido ya se abría muerto
hace tiempo. Una persona normal no puede aguantar tanto dolor. Estaba
sudoroso y su piel ardía en llamas.
Latigazo
número 35: en todo el pecho. Estaba tosiendo. Tosía mucho. Tosía
sangre.
-
¡Feinan no te rindas! –gritó Kyle y el rey lo atravesó con la
mirada. Todos lo miraban.
-
No te atrevas a interrumpir, sino serás decapitado. –le advirtió
el rey.
-
Hijo, no te rindas –susurró la madre de Feinan y este sonrió al
oírlo. Nadie más lo oyó.
-
¿Qué,… ya… te has cansado?… fracasado de mierda… -Le dijo
Feinan a su padre casi sin aliento y con los ojos llenos de sangre.
Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
-
Podría… clavarme esto… justo aquí… Te ahorraría… el
trabajo -dijo señalando el puñal y el corazón- pero… prometí
una… cosa –y soltó una carcajada hueca- y… morir… no está…
en mis planes.
-
¡Calla! –le espetó su padre y le dio otros tres latigazos.
-
Yo… seré feliz y… tú… no existirás… -dicho eso tosió
sangre otra vez. Se ganó otro latigazo.- me pregunto… si…
habrás… querido a…- tosió- alguien en… tu miserable… vida.
–silencio- Creo… que no- y otra sonrisa torcida apareció en su
cara pero no duró mucho en convertirse en un grito de dolor. Otro
latigazo- Yo… sí. –y sonrió al recordarme.
-
¡Si no te callas, vas al calabozo! –le aseguro su padre.
-
Una… chica… increíble. –otro latigazo- De pelo… castaño…
ojos marrones… y guerrera… hasta el… fin.
-
¿Cómo se llama? –preguntó secamente su padre con la intención
de encontrarme y matarme delante de Feinan. Con eso sí que lograría dañar a su hijo.
-
Oh… eso… ¿se me habrá…olvidado? –otro latigazo. Todavía le
quedaban fuerzas para bromear aún estando en una situación como
aquella. Kyle y su madre no se lo podían creer, igual que todos los
presentes. Entre ellos estaba mi primo, Deif quien oyendo lo que
decía Feinan supo que se trataba de mí.
-
Pues ten presente que la mataré. –le dijo su padre y Deif abrió
los ojos como platos.
-
Oh… no lo harás –dijo Feinan- aunque lo… quisieras e…
intentaras.
-
Lo haré, de la manera más cruel que existe y además, delante de ti ¿Por
qué no lo podría hacer? –latigazo numero 50. El latigazo fue tan
fuerte que Feinan casi no pudo responder.
-
Porque ella es mi guerrera. –susurró, guardó el puñal en el
bolsillo y se desmayó delante de todos. En medio de la gigantesca
sala de castigo. Lleno de sudor y... sangre.
Escrito por: Seira Vela
Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.
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