lunes, 5 de enero de 2015

Menrila: Capitulo 13

Capitulo 13
- Decidme quién es el maldito elegido… sino… ¿A quién os apetece que mate primero? –les dijo el padre de Feinan a los habitantes que estaban aterrados en la plaza. Luego nos inspeccionó a nosotros- ¿No hay respuesta? Entonces… creo que empezaré por la chica.
- ¡Ni se te ocurra! –le advirtió Jaden.
- Oh… que pena… parece que encima son parejita. –sonrió malvadamente.
- ¡Mátame a mí y déjala a ella en paz! –sugirió Jaden.
- ¡No! –grité- Ha sido culpa mía que estemos aquí. Él no tiene nada que ver.
- Entonces tu castigo será ver cómo muere –me dijo el rey y le clavó la espada Jaden. Él cayó en redondo al suelo. Me quedé sin aire.- Puedes soltarla –le dijo entonces al soldado que me sujetaba.

Las piernas me fallaban y me desplomé en el suelo. Abracé a Jaden, todavía seguía con vida pero no le quedaba mucho.
- Jaden, lo siento, de verdad. Ha sido mi culpa. Te quiero. Te quiero mucho –le dije entre sollozos.

-Sshh. No es… -respiró hondo- culpa tuya. Bésame… por última… vez. –y lo besé como él me pidió que lo hiciera. Noté que su corazón se paraba y me aparté para observarlo- se… feliz, con quien tú quieras. Te quiero mucho. –sonrió, cerró los ojos y murió.
- ¡¡¡NO!!! –grité a pleno pulmón y me dirigí a ese asqueroso rey de Nilanda- ¡púdrete en el infierno!

Cuando le dije aquello le recordé a su hijo. Le vino a la cabeza el momento en que Feinan le dijo eso y entonces se dio cuenta:
- Hum… -dijo agarrándome por el cuello- ojos marrones… cabello castaño… ¡Tú conoces al traidor de mi hijo! –dijo apretando la mano y así cortándome la respiración. Luego me soltó.
- ¡Creo que la mayoría de chicas tienen los ojos y el pelo como yo! –le recordé y estaba a punto de desenganchar mi cuchilla del tobillo para clavársela cuando me agarró del pelo. Al menos no se enteró de que tenía una cuchilla.
- No. Sé que a ese traidor de Feinan le gustarías. Sois igual de deseducados y rebeldes –miró a unos soldados y dijo- Llevadla a palacio y encerrarla en el calabozo. Los demás y yo volveremos dentro de dos semanas, junto con el elegido.

Me arrastraron a uno de los carruajes en el que habían venido y mientras pude ver como Michelle lloraba e intentaba llegar hasta mí, pero Luisa se lo impedía. Di gracias a que mi abuela y mi madre no me vieron en aquellas condiciones, se les rompería el corazón.
En todo el trayecto de 7 días estuve pensando en Jaden. Lo mataron por mi culpa y no pude hacer nada para impedirlo. Juré que me vengaría, matando al rey de Nilanda, al padre de Feinan.
Dos soldados estuvieron preguntándome cosas como cómo conocí a Feinan, qué hicimos juntos, quién era Jaden, si conocía al elegido… pero los ignoré. No quería hablar con asesinos como aquellos.

Llegamos al pueblo y cuando estábamos pasando por las calles, noté cómo la gente posaba la mirada en mí y no me gustó nada. Ya tenía el palacio delante y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Era impresionantemente grande y tenía la puerta de entrada hecha con oro. Sí que serán ricos –pensé- no me extraña que a ese idiota quisiera carne.
Me arrastraron hasta la sala del trono y:
- Mi reina, el rey nos ordenó que metiéramos a esta muchacha rebelde en el calabozo. Os informo de ello –le dijo un soldado y yo miré para arriba con la intención de ver qué aspecto tenía la madre de Feinan pero el que me sujetaba me empujó la cabeza abajo. Como la reina no dijo nada, me llevaron directamente al calabozo.
Había cuatro celdas y dos estaban bacías. Me encerraron en la primera por lo que no pude ver quién estaba en la otra, al lado de la mía.
Cuando los soldados se alejaron saqué la cuchilla y empecé a dar cuchillazos por todas partes con la intención de que algo se rompiera y tener la posibilidad de escaparme de allí, pero lo único que conseguí fue cansarme y que el corazón me latiera a mil por hora.
Dio la casualidad de que Feinan estaba escuchando mi latido de la flor del puñal y mi latido del corazón real y se dio cuenta de que la que estaba encerrada al lado suyo, era yo.
- ¿Reira? –preguntó dándome un susto enorme. La voz me sonó familiar y no tardé mucho en darme cuenta de quién lo preguntaba. Así que no le respondí- ¿Eres tú? -se le pusieron los ojos vidriosos.
- Déjame en paz, alteza –le dije secamente y decidí no hablarle más. Estaba demasiado enfadada como para hablarle.
- Lo siento mucho por no habértelo contado. Entiendo que ahora no quieras hablarme pero solo quiero que sepas que lo siento mucho.
Clavé por última vez la cuchilla en la pared y empecé a llorar silenciosamente mientras me acordaba de Jaden.


Pasó un rato bastante largo y apareció la madre de Feinan. Me resultó bastante raro que viniera al calabozo, las reinas no suelen ir allí, pero pronto entendí para lo que había ido. Aún así le di la espalda, no quería ninguna cosa que me dieran para comer. Luego fue a donde Feinan.
- ¿Cómo van las heridas? –le preguntó.
- Igual que ayer –respondió este con una irónica sonrisa.

- Pegarle a su propio hijo… -recordó su madre en voz baja pero nosotros pudimos oírla.- Por cierto, ¿Cuántos latigazos fueron?
¿Latigazos? ¿Igual que sucedía en mi pesadilla que tuve en el acantilado? Entonces supe que todo había sido real, el dolor que sentí era de Feinan.
- No quiero pensar en eso mamá, la verdad es que no me acuerdo. Tenía bastante con estar allí como para empezar a contarlos.
- Cincuenta –dije interrumpiéndolos y asombrándolos por haber hablado- Fueron cincuenta.


- ¿Cómo lo sabes? –me preguntaron los dos a la vez, al unísono.
- No me apetece hablar –les dije secamente y me quedé mirando la pared que tenía en frente.
La reina vino y agarró los barrotes de mi celda con expresión de tristeza y dulzura a la vez. Se veía que era buena persona pero aún no confiaba en ella.
- ¿Qué te pasa, Reira? Quizá podamos ayudarte.
Yo no le respondí. Se me llenaron los ojos de lágrimas pero seguí mirando la pared de piedra, intentando no derramar niguna.


- Llorar es bueno cuando lo necesitas. –me aconsejó viendo cómo estaban mis ojos.
- Ella no llora. Se niega a hacerlo.–argumentó Feinan desde elotro lado.
- ¿Por qué? Es una forma de expresar afecto... no es nada malo.
- Sí que lo es. Demuestras debilidad, que no te puedes defender. En Segelia sino te toman por una pluebereña inútil. Y además, de regalo te dan latigazos -añadí. Feinan se sintió mal.
- Entonces desahógate...–sugirió su madre.
Y al final exploté:
- El padre de aquel, –dije señalando la celda de Feinan- tu marido, ¡a matado a mi prometido! –grité de pura rabia- Ya lo sabes ¿Contenta?
- ¡¿Prometido?! –gritó Feinan alucinando.
- Lo siento mucho, cariño –me dijo su madre.
- Y yo lo siento por ti porque cuando salga de aquí te quedarás sin marido –le aseguré pero a ella no pareció importar lo que le dije.
- No si antes lo mato yo –dijo Feinan- ¿Por cierto, quién era tu prometido? –quiso saber.
- A ti no te importa –le espeté y su madre le lanzó una mirada como diciendo que se callara.
- Pues sí que me importa –dijo Feinan.
- ¡Feinan! –le riñó su madre.
- Pues merezco saberlo –insistió Feinan.
- Yo también merecía saber a quién besé. –contraataqué con una risa hueca.
- ¡Ya te he dicho que lo siento! –me recordó- Y ahora me dirás que es ese imbécil de Jaden.
- Pues no te lo iba a decir pero ¡Sí, era él! ¡Y no es un imbécil! Quiero decir era… -y se me inundaron otra vez los ojos de lágrimas.

- Lo que faltaba. –dijo Feinan.
- No seas insensible, Feinan –le regañó su madre.
No encontraba motivos para explicar por qué se comporta Feinan de aquella manera. Y aunque yo no podía verlo, tenía los ojos llenos de lágrimas.
- ¿Por qué él? –me preguntó entonces y su madre suspiró.
- Porque me quería, mucho. –me limité a decir.
- ¿Y crees que yo no?
No le respondí y empecé a llorar. ¡Pero por qué tenía que romper mi promesa y llorar por culpa de él! Siempre que había llorado delante de alguien, era por su culpa.
De pronto oímos unos pasos y la madre de Feinan se alejó corriendo. Era un soldado que nos traía el pan mohoso. Yo lo dejé en el sitio en el que me puso, ignorándolo, pero Feinan se lo tiró de vuelta, dándole en toda la cabeza, y luego se rió. El soldado fue a pegarle pero…
- Yo que tú no haría eso –le advirtió Feinan.
- ¿Y porque no? –preguntó el soldado.

- Haz lo que quieras… Si quieres que te arda el cuerpo es tu problema. –oído eso, el soldado dejó el pan dentro de la celda y se fue sin decir nada.


Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohíben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


jueves, 1 de enero de 2015

Menrila: Capitulo 11

Capitulo 11
Me desperté gritando. Había sido lo peor que sentí en toda mi vida. Lo que yo no sabía era que había sido real, muy real.
Noté que estaba sudando y me aclaré la cara con agua del acantilado. Bajé al pueblo. Como todavía eran las cinco y media no había nadie. Decidí ir a casa de Michelle y desayunar.
Cuando llegué se me cayó todo lo que estaba en el cajón encima y hubo un estruendo gigantesco. Con tanto ruido Michelle acabó despertándose y vino a la cocina para ver lo que ocurría.
- ¿Pero qué andas haciendo a estas horas? –me preguntó.
- Volver del acantilado, decirte que me gusta Jaden y que se me ha caído todo lo que estaba dentro de este cajón encima. –le dije muy deprisa.
- Espera, espera, espera. ¿Qué acabas de decirme?



- Que se me ha caído… -me interrumpió.
- ¡Cómo te va a gustar otra vez ese imbécil!
Le conté todo lo ocurrido y ella se quedó boquiabierta. No se podía creer que lo hubiera perdonado. Suelo ser muy rencorosa.
- Pero tengo que confesarte una cosa. –le dije.
- Dime.
- Todavía estoy unida con Feinan de algún modo. No soy capaz de explicarlo, pero es lo que me pasa y no puedo dejar de pensar en él.
- Tranquila, estas confusa, eso es todo. -me dijo y me abrazó.

Me gustaría que todo aquello fuera confusión y nada más. Pero lo que estaba claro era que había una especie de vínculo que nos unía. Aún así, sabía que Michelle siempre estaría conmigo, y me sentí un poco mejor. Sonrei.
***


Feinan pasó toda la noche encerrado en el calabozo. Sus heridas todavía sangraban y tenía la piel desgarrada. Su padre no dejó que ningún médico lo atendiera. Le tiraron una barra de pan dura para comer, hasta tenía moho y todo.
Pero entonces apareció su madre, con cremas hechas por ella misma con hierbas curativas, aguja e hilo para cerrar las heridas y un trozo de carne bien fresca. Cuando vio a su hijo tirado en el suelo sintió como si le apuñalaran el corazón.
- Oh, mi niño. Pero que te ha hecho ese animal. Ven, acércate.
Feinan se acercó a los barrotes con la poca fuerza que le quedaba y dejó que su madre lo abrazara, aunque el abrazó le resultó doloroso. Su madre empezó a curarlo de prisa. Si la veían allí, no quería imaginar lo que le harían.
- Gracias –dijo Feinan y tosió.
- No hables hijo. Tienes que descansar y comer algo. Toma. –y le dio el trozo de carne.
- No… pienso comer carne… en la vida –dijo Feinan tosiendo.

- ¿Por qué no? Venga, hazlo, te dará fuerzas.
- No quiero… ser… príncipe. Por eso…no comeré carne… Jamás. –esta vez tosió sangre. Su madre cogió su cara con las manos y lo observó.
- Pobrecito. ¿Has encontrado a tu amor, verdad? –Feinan asintió- es ella la elegida, ¿a que sí? Y no la quieres poner en peligro. –sonrió tristemente.
- ¿Cómo… lo sabes? –preguntó Feinan asombrado.
- Soy tu madre y las madres sabemos todo. Te lo veo en los ojos. Con tal de mencionarla se te ponen vidriosos. Por cierto, ¿Cómo se llama?
- Reira. –y tosió otra vez- es… preciosa, mamá… y… la quiero… mucho. –se tambaleó un poco, mareado.
- Que suerte tiene. –dijo su madre.
- A ti… también… te quiero… mucho, mamá –e intentó sonreír como siempre lo hacía.- mira. –sacó lentamente el puñal que le di y se lo puso a su madre al lado del oído- ¿Lo… oyes?
- Casi no lo hago, pero puedo sentir como un retumbar en la flor.
- Es… su corazón… su… latido –cambió de postura- así… al menos… sé que está viva.
- ¿Cómo es que esta flor contiene el latido de su corazón? –preguntó su madre.
- Es la… elegida… de… la naturaleza. Pregúntale a… ella. –y por fin sonrió como lo hacía siempre. Dándole a su madre felicidad y tranquilidad.
Después de prometerle que el día siguiente le llevaría verdura y pasta para comer y un poco de agua, su madre se alejó de allí sigilosamente. Dejándolo acompañado de las ratas que rondaban por el alrededor.
***


Pasaron dos días y tenía que prepararme para la boda del primo de Jaden.
Jaden se empeñó en que tenía que ponerme el vestido que me puse para la fiesta del pueblo y al final le hice caso.
- Eres un pesado –le dije y suspiré. Si fuera Feinan me habría respondido: de nacimiento. Pero Jaden respondió: un poco.
Ya eran las 12:20 y Jaden no encontraba su traje.
- ¡Pero dónde se habrá metido ese estúpido traje! –gritó asqueado.


- ¿No es esa bola arrugada de ahí? –le pregunté.
- Ostras ¿y ahora qué hago?
- Ponértelo e irnos a la iglesia. –se lo puso y siguió refunfuñando.
- No puedo ir así. –dijo señalándose e intenté alisar su traje. Luego rió.
- Vamos, llegamos tarde –le recordé.
Salimos de su habitación corriendo y cuando llegamos a la iglesia estaban a punto de empezar con la ceremonia. Entramos sigilosamente pero aún así se nos quedaron mirando. Jaden le hizo un gesto de disculpa a su primo y luego señaló su traje. Su primó rió mientras negaba con la cabeza.
Nos sentamos bastante delante porque había sitios reservados para familiares y sus acompañantes y entonces empezó la ceremonia. La novia estaba preciosa y emocionadísima. El novio también tenía los ojos llenos de lágrimas. Me daban tanta pena… Se casaban hoy y la semana que venía se tenían que separar.
Terminó la ceremonia y salimos fuera, a la plaza. Todos los felicitaban y nosotros también lo hicimos.
- ¡Felicidades! –dijimos y Jaden silbó fuerte.
- Eres un loco de remate –le dijo su primo riéndose y la novia también se rió.- pronto os toca a vosotros –yo me quedé con los ojos de par en par y Jaden rió. "¿Pero qué dice este?" pensé.
- Ya veremos, ya veremos –dijo Jaden y yo le miré como diciendo: ¡¿Qué dices?! Pero en el fondo sabía que no hablaba en serio. Entonces nos alejamos de allí.
Fuimos a la casa donde estaba el pequeño banquete de verduras.
- Tengo 16 años –le advertí.


- Y yo 17 –dijo Jaden tranquilamente.
- Digo que todavía no pienso casarme –le dije directamente.
- Ni yo –dijo riendo y me rodeó la espalda con el brazo- Pero, ¿Quieres… ser mi prometida? –no podía creerme lo que me decía.
- ¿Eso que conlleva? –pregunté. La verdad es que no lo sabía, aparte de decirle que me casaría con él más adelante.
- No se… por ahora, ¿no mantener… “bueno tú ya sabes” con ningún otro? Ser mi novia... ¿Y besarme solo a mí? –dijo con una sonrisa malvada.
- Entonces… sí. –en realidad me gustaba la idea y lo besé.
- ¡Estoy prometido! –grito como un tonto.
- Calla –le dije riendo.
Mi abuela siempre decía que ya era hora de encontrar “al padre de mis futuros hijos” pero yo no tenía tantas prisas. Siempre le decía: ¡abuela tengo 16 años y no 17 o 18, y aún teniendo 18 también esperaría! Cuando le contara que estaba prometida no se lo creería.
Comimos lo que siempre comíamos, nada diferente. Normal, no había dinero. Lo diferente fue que no le dejé beber ni una solo gota de alcohol a Jaden. Fue más fácil de lo que me había imaginado, no protestó pero sí que puso mala cara.
- Tengo tanta sed… -me dijo cuando salimos fuera- no he bebido nada.
- Ese es tú problema. No has querido beber nada que no tuviera alcohol… -le recordé.


- Pero no he bebido alcohol –apuntó con una sonrisa y me agarró la mano- ¿Vamos a visitar a tú amiguita? –me preguntó.
- ¿Te parece bien ir así vestidos a una casa dónde hay muchos niños escuchando un cuento e interrumpirlos? –le respondí en vez de decir: no.
- Sí –dijo y sin que tuviera tiempo a protestar ya estaba tocando la puerta de la casa de Luisa- ¿Podemos nosotros también escuchar un cuento? –le preguntó a Michelle cuando entramos.
- Por mí… sentaos donde no tapéis a nadie.
Nos sentamos justo al final de la sala y todos los niños nos miraban sonrientes.
- Señorita Michelle –dijo una niña- ¿Son esos el príncipe y la princesa que salen en el cuento que nos estás contando? –yo me reí y Michelle nos miró. Jaden le dijo con gestos que dijera que sí y Michelle le hizo caso.
- La princesa es muy guapa –le dijo otra niña.
- Es preciosa –añadió Jaden y yo me sonrojé.
- Entonces, ¿te gusta la princesa? –le preguntó la misma niña a Jaden- ¿os casareis y comeréis perdices al final del cuento?
- Eso nos dirá la “señorita Michelle”, ¿verdad? –respondió Jaden.
- Y ¿eres tan fuerte como en el cuento? –le preguntó un niño entonces.
- Sí, sí muy fuerte –le dijo Jaden al niño de unos tres años. Luego lo cogió en su regazo y le hizo cosquillas. Siempre se le dieron bien los niños.
Luego Michelle siguió contando el cuento y los niños preguntaban un montón de cosas que ella inventaba las respuestas al instante. Finalizó el cuento diciendo que los príncipes se besaban y como consecuencia los niños se nos quedaron mirando.
- Besaos, como en el cuento –nos dijo de repente una niña de pelo rubio muy claro que me llamó la atención.
- Eso, eso –dijo otro niño.
Michelle nos miraba sonriente y yo le miré a Jaden. Él me puso su mano en la cintura y posó suavemente sus labios encima de los míos. Yo le puse mis manos entre el cuello y la cara y le devolví el beso. Todos los niños se reían y nos señalaban. Nosotros también nos reímos.


Entonces Jaden se levantó y corrió hacia los niños riendo y diciendo: ¿vosotros qué miráis? Enseguida lo rodearon y empezaron a hacerle mil preguntas. Pero había una niña que se avergonzaba y estaba un poco aparte. Jaden se dio cuenta y le dijo:
- ¿Y tú cómo te llamas?
- Daisy. –le respondió la niña mirando al suelo.
- Que bonito nombre –la niña sonrió- Ven, Daisy –y ella fue corriendo hasta él y Jaden la cogió en su regazo. Se veía que era un buen chico. Sería un buen padre también.
Yo me acerque a donde se encontraba Michelle y me senté a su lado.
- Parece uno de ellos. –me dijo.
- Es que es uno de ellos –confirmé riendo.
- ¿Desde cuándo se le da tan bien lo de ser padre?
- Padre, no sé. Pero los niños siempre se le han dado bien, hasta estando borracho y siendo imbécil.

Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.



sábado, 20 de diciembre de 2014

Menrila: Capitulo 10

Capitulo 10
Kyle y Feinan entraron en el palacio sigilosamente y se dirigieron a la sala del trono, donde se encontraba el padre de Feinan, el Rey de Nilanda. Caminaban bastante rápido y notaban cómo todas las miradas de los que trabajaban allí se posaban en ellos. Las miradas eran de asombro y tristeza a la vez. Llegaron a la puerta que llevaba a la sala del trono y Feinan la abrió de par en par sin pedir permiso antes, lo que era una falta de respeto increíble.
Cuando el rey lo vio se quedó mirándolo sin decir nada.
- Traigo malas noticias, mi rey –dijo Feinan- no hay ningún elegido en Segelia. Hemos mirado en cada rincón del pueblo y no hay rastro del elegido.
- Estás mintiendo –dijo su padre firmemente.
- No lo hago, se lo prometo. –Feinan empezaba a ponerse nervioso.



- Te dije que no volvieras a menos que lo encontraras. Has desobedecido mis órdenes. ¿Qué tienes que decir al respecto?
- Os quería avisar de que no hay elegido en Segelia, mi rey. –dijo, pero en realidad volvió para no ponernos en peligro a nosotras.
- Enviad a unos cuantos soldados para que revisen hasta el último habitante que hay. Así no tendrá escapatoria. Si alguien se niega a ser registrado matadlo. –ordenó.
- ¡Te digo que allí no hay nada! –explotó Feinan gritando. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante la conducta de Feinan. Desde que era pequeño se encargaron de educarlo perfectamente. Siempre se dirigía de usted a su padre y no le había gritado nunca. Tenía un gran respeto hacia él y lo llamaba “mi rey”.
- No te atrevas a gritarme. La decisión está tomada –su padre dio por finalizada la discusión.
- ¡Pero no tienes ni idea de lo que harás con eso! ¡Hay muchas familias que temen a Nilanda por el hecho de que matasteis a muchos de sus hombres! ¡Sembrarás el caos! ¡Déjalos en paz! ¡Te odiarán! ¡Te odiaré! ¡Púdrete en el infierno!–gritó sin importarle lo que aquello provocaría.
- Cómo te atreves –se interrumpió.- ¡Cogedlo y dadle un latigazo por cada palabra que ha dicho! –les ordenó a los soldados y estos vinieron corriendo a arrestarlo.
- Si a tu hijo le haces esto, no me imagino lo que le harás al que no lo es. –dijo Feinan casi murmurando- Y por si no te acuerdas ¡soy el elegido del fuego! No te conviene matar a los elegidos ¿no es cierto? Sino hay más posibilidades de perder la guerra –se le marcó una sonrisa torcida en la cara.- Morirás muy pronto, ya lo verás y yo estaré ahí para reírme de ello. –dijo con una carcajada hueca- Te lo aseguro, ¡igual que tú lo hiciste con mi hermana! ¡Te vi matarla con solo 5 años! Y desde entonces no ha sido respeto lo que he sentido hacia ti como todos piensan, ha sido miedo a que me hicieras lo mismo. Pero ya no te tengo miedo –luego se compadeció de su madre- Pobre mamá, te tiene que aguantar todos los días –miró a su madre- a ti sí que te quiero mamá –y su madre empezó a llorar.
- ¡Llevadlo de aquí y dadle 50 latigazos ahora mismo! Sin embargo, no lo decapitéis. Necesitamos al fuego. Si no fuera así lo mataría yo mismo –dijo su padre y su madre empezó a llorar con más intensidad.
Lo llevaron a la sala de los castigos y todos los que estaban en Nilanda se reunieron para ver cómo lo torturaban. Lo harían cuando el sol se pusiera, cuando la llama de fuego de su interior era más débil. Justo cuando yo estaba intentando olvidarle.
El sol se puso y en la sala se oían solo los llantos desesperados de su madre, la reina. Lo ataron con cuerdas y cadenas para que no se moviera ni se escapara. Kyle miraba desde lo alto de la sala, con los ojos llenos de lágrimas y pensando en el modo de rescatar a su mejor amigo. No podía creerse lo que estaba a punto de ocurrir.

Primer latigazo, el segundo más doloroso. Lo sé porque yo sentía todo lo que Feinan estaba sintiendo en ese mismo instante. Estaba dormida, era como una pesadilla de dolor.
Feinan gritaba y sus ojos color esmeralda le ardían. Sus gritos retumbaban en mi cabeza y sentía ganas de llorar. Estaba sufriendo de verdad y lo peor era que el que le daba los latigazos era su padre. Le daba tan fuerte que le cortaba la respiración. Era como si mi corazón se parase.
A Feinan se le cayó el puñal al suelo y notó que con cada golpe que le daban mi corazón paraba de latir. Al principio se preocupó y luego, se dio cuenta de lo que ocurría: estábamos unidos por el hecho de ser elegidos y estar enamorados. Yo sentía lo que él sentía, y el sentía lo que yo sentía.
El latigazo número treinta. De no ser un elegido ya se abría muerto hace tiempo. Una persona normal no puede aguantar tanto dolor. Estaba sudoroso y su piel ardía en llamas.
Latigazo número 35: en todo el pecho. Estaba tosiendo. Tosía mucho. Tosía sangre.
- ¡Feinan no te rindas! –gritó Kyle y el rey lo atravesó con la mirada. Todos lo miraban.
- No te atrevas a interrumpir, sino serás decapitado. –le advirtió el rey.
- Hijo, no te rindas –susurró la madre de Feinan y este sonrió al oírlo. Nadie más lo oyó.
- ¿Qué,… ya… te has cansado?… fracasado de mierda… -Le dijo Feinan a su padre casi sin aliento y con los ojos llenos de sangre.

Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
- Podría… clavarme esto… justo aquí… Te ahorraría… el trabajo -dijo señalando el puñal y el corazón- pero… prometí una… cosa –y soltó una carcajada hueca- y… morir… no está… en mis planes.
- ¡Calla! –le espetó su padre y le dio otros tres latigazos.
- Yo… seré feliz y… tú… no existirás… -dicho eso tosió sangre otra vez. Se ganó otro latigazo.- me pregunto… si… habrás… querido a…- tosió- alguien en… tu miserable… vida. –silencio- Creo… que no- y otra sonrisa torcida apareció en su cara pero no duró mucho en convertirse en un grito de dolor. Otro latigazo- Yo… sí. –y sonrió al recordarme.
- ¡Si no te callas, vas al calabozo! –le aseguro su padre.
- Una… chica… increíble. –otro latigazo- De pelo… castaño… ojos marrones… y guerrera… hasta el… fin.
- ¿Cómo se llama? –preguntó secamente su padre con la intención de encontrarme y matarme delante de Feinan. Con eso sí que lograría dañar a su hijo.
- Oh… eso… ¿se me habrá…olvidado? –otro latigazo. Todavía le quedaban fuerzas para bromear aún estando en una situación como aquella. Kyle y su madre no se lo podían creer, igual que todos los presentes. Entre ellos estaba mi primo, Deif quien oyendo lo que decía Feinan supo que se trataba de mí.

- Pues ten presente que la mataré. –le dijo su padre y Deif abrió los ojos como platos.
- Oh… no lo harás –dijo Feinan- aunque lo… quisieras e… intentaras.
- Lo haré, de la manera más cruel que existe y además, delante de ti ¿Por qué no lo podría hacer? –latigazo numero 50. El latigazo fue tan fuerte que Feinan casi no pudo responder.
- Porque ella es mi guerrera. –susurró, guardó el puñal en el bolsillo y se desmayó delante de todos. En medio de la gigantesca sala de castigo. Lleno de sudor y... sangre.



Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Mi pequeña sirena

Sinopsis: Tengo 14 años y he pasado de ser humana a ser sirena. Mis padres están muertos y yo he aparecido en la orilla de una playa del Caribe, durante una noche de tormenta. No tengo a donde ir y deambulo por la calle comiendo sobras caducadas que los supermercados echan a la basura. Solo me siento a gusto en el agua, en el mar. ¿Qué haré? ¿A dónde iré? ¿Me voy a quedar sola para siempre?... son las preguntas que no puedo sacar de la cabeza.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Menrila: Capitulo 9

Capitulo 9
- ¿Te importa si me quedo? –me preguntó Jaden, un tanto dubitativo.

- Si es lo que quieres... –le dije. Estaba sola sin saber qué hacer y tener compañía no me haría mal. Se sentó en frente de mí y hubo un incómodo silencio. Cogí el arco y las flechas y me dirigí al campo de entrenamiento improvisado que hicimos el otro día.- ¿Vienes? –le pregunté.
- Claro. –y me siguió.
Llegamos al sitio y le di la espada de mi padre. No me hacía mucha gracia pero lo hice.
- ¿En qué consiste tu amado entrenamiento? –quiso saber sonriente mientras admiraba la espada.

- Arco, espada y cuchilla. –le dije simplemente y él me miró extraño- el arco lo domino y la cuchilla también, pero me vendría bien ayuda con lo de la espada.
- Genial, justo lo que se me da mejor.
- ¿A sí? Eso ya lo veremos mañana.
- Hablando de mañana, ¿tienes algún plan?
- Vivo sin saber que hacer. No, no tengo. –le dije con sinceridad.
- ¿A qué se debe eso? Puedes hacer lo que te venga en gana y cuando lo quieras.

- El problema es que no sé qué hacer. Cuando conocí a Kyle y Feinan hacíamos muchas cosas y lo pasaba bien. Pero ahora, Michelle está ocupado leyendo a niños y yo me siento abandonada. –me crucé de brazos y miré al suelo. Necesitaba desahogarme con alguien y lo hice con Jaden. Él me abrazó y yo no me negué, lo que me resulto raro. Pero al menos sentí que no estaba sola.



- No estás sola. Podemos “jugar” como en los viejos tiempos. –intentó animarme- Lo pasábamos realmente bien, ¿Te acuerdas? Solíamos subir a ese árbol tan gordo y apostábamos quién subía más arriba.
- Yo te ganaba. –recordarlo me hizo sonreír.
- Hum… no sé… ¿Lo comprobamos? –y echó correr hacía el árbol gordo. Yo lo seguí y me percaté de que estaba sonriendo.

Subimos casi hasta arriba y nos sentamos en la misma rama. Me sentía feliz. Empezaba a creer que Jaden había cambiado de verdad. Ya no era tan imbécil como creía.
- Empate –me dijo entonces. Yo le sonreí mientras contemplaba las vistas de nuestro alrededor. No me podía creer que la guerra podía destruir todo aquello, era tan bonito…
- ¿Sabes? Me había olvidado de lo divertido que era subir aquí.
- Yo también. –y se me quedó mirando. Me sentí bastante incómoda.
Luego ocurrió lo inesperado. Se inclinó un poco para quedar frente a mi cara. Me observó y me besó. ¡Yo no me aparté! Hice lo contrario, le devolví el beso. ¿Pero, qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba con Feinan? Bueno, el estaba lejos y cabía la posibilidad de que no volviese. Estaba confusa, muy confusa.
Cuando nos apartamos sonrió. Yo me quedé mirando hacia abajo, intentando descubrir porque no me aparté. Debió notar mi confusión y me rodeó con el brazo.
- Eh… esto… ha sido -quise aclarar las cosas pero no encontraba palabras para expresar lo que sentía.


- Genial –dijo acabando la frase.
Y aunque no me gustara, la verdad era que no me disgustó el beso, me sentí querida y no abandonada como estaba antes.
- No ha sido como lo esperaba –dije casi murmurando y él me miró como defraudado- quiero decir, ha sido agradable, me he sentido bien. –y le sonreí con total sinceridad.
- ¿Lo dices enserio?
- Si, muy enserio. Aunque no quiera admitirlo.
- ¿De verdad? –aunque quisiera creerme, no lo hacía y para demostrárselo lo besé, con ganas. Luego me sonrió. – Ya veo.
- Tengo que irme. Adiós. –le dije y me dispuse a irme de allí hasta que me agarró de la mano.
- Espera –me dijo- ¿A dónde vas?
- A casa. ¿Por qué lo preguntas?
- No, no importa. Allí no soy bienvenido, creo.
- Podemos cambiar eso –le dije nos dirigimos hacia mi casa.
El camino era largo, pero a mí se me hizo corto. Hacia tanto tiempo que no hablaba con Jaden que olvidé porque me “enamoré” de él el año pasado: por su parloteo constante y el hecho de que me haga reír con lo que dice.

Yo no soy muy de hablar y me gusta estar con alguien que sepa romper esos silencios incómodos.
Cuando llegamos a casa…
- Hola abuela –la saludé, sonriente, al entrar- ¿Dónde está mamá?


- Se ha ido donde Luisa a ayudarla con algo –dijo secamente, lo que no era habitual en ella.- ¿Qué hace este aquí? ¿Qué pasa con aquel muchacho tan apuesto? Te prometió que volvería.
- ¡Pero no lo hará abuela! –exploté- ¿No te das cuenta? ¡Tiene demasiado que hacer como para preocuparse de una niña ingenua! –hice una pausa y me percaté de que mi abuela estaba mirándome con la boca abierta. Me relajé un poco y le dije con suavidad- No va a volver abuela, está en Nilanda. Y Jaden ha sido quién me ha hecho sentir que no estoy sola, además, ya no es imbécil –Jaden me miró de repente- sin ofender –y le sonreí.
- Yo también estoy aquí Reira, no estás sola. –me dijo mi abuela.

- Lo sé, y te lo agradezco mucho. Pero por favor, no trates así a Jaden. Como tú me dijiste una vez: todos merecen una segunda oportunidad pero nadie merece una tercera a menos que seas tú mismo.
- Tienes razón, mi pequeña. –luego le agarró la mano a Jaden y añadió- te doy la segunda oportunidad –y sonrieron.
- Lo siento mucho señora, le prometo que he cambiado.

- Eso parece, sino mi Reira ya te habría echado de aquí. –y lo habría hecho.
Desde que cortamos el año pasado, mi abuela le ha guardado rencor por lo que ha sido siempre: un niñato ligón. Pero me alegro de que le diera una segunda oportunidad. Las personas pueden cambiar.
Nos sentamos en la cocina. Mi madre ya tenía la comida preparada y como ella comería en casa de Luisa nosotros lo hicimos entonces. Jaden hablaba y mi abuela reía. Yo al verlos me di cuenta de que todavía podía ser feliz.

Después de comer fuimos a dar una vuelta en el pueblo y no fue tan agradable. Paseábamos tranquilamente con nuestros brazos rodeando la espalda del otro, mirando las estrellas que alumbraban la noche; pero esa tranquilidad duró muy poco. Solo había otras cuatro chicas de nuestra edad (Michelle incluida) en nuestro pequeño pueblo y tres de ellas nos pararon.
- ¿Ya has engañado otra vez a la zorra esta? Pues por vaya birria me dejaste–dijo una.
- ¿Vosotros no estuvisteis saliendo un tiempo? Oh, espera, rompisteis el año pasado y tú, bonito, empezaste a salir conmigo. –dijo otra.
- Qué bonito. Me dejas plantada en la fiesta por esta marichico. Asqueroso. –dijo la última, era la chica con la que Jaden fue a la fiesta.
- Vosotras no sois nada comparadas con Reira, callaros que sois todas unas fulanas. Dejadnos en paz ¿entendido? –espetó Jaden.

- Aquí el único imbécil eres tú, que después de acostarte con todas nosotras nos dejas tiradas. –dijo la primera.
- ¡Yo no me he acostado con ninguna! Estaba muy bien hasta que habéis llegado, así que iros a incordiar a otro. –dicho eso se alejaron.
Jaden había estado saliendo con todas aquellas y no me hacía gracia. Esperaba que fuera cierto que no se había acostado con ninguna, pero no estaba segura.
- ¿Es verdad? –le pregunté. No sabía muy bien si quería escuchar la respuesta o no.
- ¿El qué?
- Que te has acostado con ellas.
- ¡No! ¡Y no lo haré! –dijo alborotado- Igual te suena cursi, pero te diré la verdad. He estado enamorado de ti desde la primera vez que subimos al árbol, el día que nos conocimos. Cuando dejaste de hacerme caso, empecé a beber mucho y eso que solo tenía 13 o 14 años. Me convertí en aquel imbécil. Luego, no sé cómo salimos juntos y yo no podía dejar el alcohol. Para variar, lo estropeé y para olvidarlo empecé a salir con todas esas, lo que fue un error. Ninguna de ellas me gustaba pero entre el alcohol y las chicas conseguía olvidarte. Me llamaba a mi mismo obsesionado y loco. Ya te lo he dicho. Eres tú, solo tú... la que siempre me ha interesado.
Me conmovió mucho su historia y también me alegré de saber que le importaba tanto. Lo abracé.

- Te quiero –me confesó.
- Y yo a ti. –le dije y no era mentira.
Nos fuimos a su casa y me recibieron encantados. Su madre me enseñó toda la casa y su abuelo me explicó trucos de pelea.
- Estoy encantada de que este hijo mío esté de nuevo contigo Reira, si no se vuelve un borracho inaguantable. –me dijo su madre y yo no sabía que decir.
- Mamaaa… -dijo Jaden un poco avergonzado.
- Hijo, si se te notaba desde lejos. Con tal de decir su nombre te ruborizabas y subías a tu cuarto.
- ¡Mamá!
Noté que se ponía rojo y me reí. Luego subimos a su cuarto. Estaba lleno de cosas únicas y antiguas. Y había fotografías de todos a los que conocía: de su padre, madre, abuela, abuelo, hermana recién nacida…
- Está un poco desordenado –me dijo- ¿Pero da igual, no?
- Sí, da igual tranquilo. Me gustan las cosas antiguas que tienes pero odio esa botella del suelo. –cogí la botella y le di un traguito para ver cómo sabía- ¡¿Pero cómo puedes beber esto?! Está nauseabundo.
- Te acostumbras. -dijo simplemente- pero si no te gusta lo dejo. –y se acercó mucho a mí, hasta quedarnos cara a cara.
- No me gusta –le dije sonriendo.
- Entonces decidido, lo dejo –y empezó a besarme el cuello haciéndome sentir cosquillas.
Las cosquillas pasaron a ser caricias y las caricias pasaron a ser más fuertes. Me tocaba todo el cuerpo y yo también tocaba todo él. Nos echamos en la cama quitándonos lo zapatos y él se deshizo de mi blusa mientras me besaba por todas partes. Le quité su camiseta dejando ver su perfecto cuerpo, el que ahora mismo ardía. Nos acercamos más si cabía y justo entonces oí a alguien tocando la puerta. Nos sacaron de la magia y nos separamos de inmediato. Se vistió de inmediato y fue hacia la puerta, me dijo que escondiera debajo de la cama.
- Pasa. –dijo Jaden.
Entonces la puerta se abrió y entraron su primo de 20 años y la novia embarazada de este, que tenía 19 años. En Menrila solían casarse con 20-22 años y las chicas se quedaban embarazadas antes, a los 17 o 18. Yo tenía 16 y todavía me faltaba un poquito para eso y me gustaría que me faltase más.
- Hola –saludaron –hemos venido a invitarte a nuestra boda.
- Vaya, ¿os casáis? –preguntó Jaden sorprendido.
- Si, la semana que viene me voy a Fandeira y primero quería casarme con esta preciosidad. –le explicó su primo- me gustaría quedarme hasta que nazca el bebe pero no puedo –añadió tristemente.
- Oh, lo siento -dijo Jaden y a la novia se le llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Entonces vendrás, primito?
- No me lo perdería por nada. Ah otra cosa, no me llames así. –su primo rió.
- ¿Vendrás acompañado?
- Me gustaría. –respondió Jaden y me pregunté si se trataba de mí.
- ¿A quién vas a llevar? –quiso saber su primo.
- Hum… -y sonrió- a alguien que está muy cerca. –yo también sonreí.
- ¿Cerca? ¿Qué dices primito? Da igual. ¿No me lo vas a decir? Muy bien, la veremos pasado mañana a las 12:30 en la plaza ¿entendido? No llegues tarde, que te conozco.
- ¿Yo, tarde? Imposible –y todos se rieron.
Luego se despidieron y me pregunté cómo hacía Jaden para que su primo y la novia sonriesen en ese momento tan duro en el que estaban. Y no lo hacía solo con ellos, a mí también me hizo sonreír esa mañana y hizo que mi abuela riera cuando estábamos comiendo. Me imaginé que sería una de esas personas con las que no puedes guardar rencor y acabas riendo. Salí desde debajo de la cama y empecé a vestirme.
- ¿Y qué me dices? –me preguntó quitándome la blusa y así impidiendo que me la pusiera- no te la pongas todavía –insistió con tono de niño pequeño. Yo reí y me senté en la cama.
- ¿Qué tengo que decirte? –no sabía a lo que se refería.
- Me tienes que decir que me acompañarás a la boda. –y sonrió.
- Si te digo que sí, ¿me devolverás la blusa?
- Puede.
- Vale, iré. –y se sentó a lado de mí. Luego me besó y empezó a tocarme el pecho produciéndome escalofríos de placer. –No, no. Hoy ya has tenido suficiente –dije recuperando la blusa y poniéndomela- me tengo que ir –lo besé una vez más y me dispuse a ir hasta que me cogió la mano y me detuvo. Me gustaba y odiaba (a la vez) que me hiciera eso.
- Si todavía no se ha puesto el sol.
- Por eso me tengo que ir. Antes de que se ponga el sol. –me limité a decir y di otro paso a delante arrastrándolo a él también. Me miró extrañado- me voy al acantilado a pasar la noche, necesito pensar.
- ¿Sola? –me preguntó.
- No, con esto. -Y le enseñe la cuchilla atada a mi tobillo. Él rió.
- Eres de lo que no hay. –me besó en la mejilla- que pienses bien.
Salí de la casa a paso rápido y fui al acantilado. Sentía una extraña sensación, como si estuviera haciendo lo incorrecto. Me tumbé en el suelo y saqué el colgante color “ojos de Feinan”. Entonces recordé su sonrisa asombrosa, su sentido del humor, como me atravesaban sus ojos esmeralda… lo mucho que lo quería… ¡Pero que estaba pensando! ¡Él nunca volvería! Me olvidaría en un par de días, como a mí me gustaría hacer con él. Pero era imposible. En qué lio me había metido. Sentía algo distinto que me unía a él, algo mágico, algo increíble, algo atrayente… que me impedía dejar de pensar en él.





Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.