Capitulo
11
Me
desperté gritando. Había sido lo peor que sentí en toda mi vida.
Lo que yo no sabía era que había sido real, muy real.
Noté
que estaba sudando y me aclaré la cara con agua del acantilado. Bajé
al pueblo. Como todavía eran las cinco y media no había nadie. Decidí ir a casa de Michelle y desayunar.
Cuando
llegué se me cayó todo lo que estaba en el cajón encima y hubo un
estruendo gigantesco. Con tanto ruido Michelle acabó despertándose
y vino a la cocina para ver lo que ocurría.
-
¿Pero qué andas haciendo a estas horas? –me preguntó.
-
Volver del acantilado, decirte que me gusta Jaden y que se me ha
caído todo lo que estaba dentro de este cajón encima. –le dije
muy deprisa.
-
Que se me ha caído… -me interrumpió.
-
¡Cómo te va a gustar otra vez ese imbécil!
Le
conté todo lo ocurrido y ella se quedó boquiabierta. No se podía
creer que lo hubiera perdonado. Suelo ser muy rencorosa.
-
Pero tengo que confesarte una cosa. –le dije.
-
Dime.
-
Todavía estoy unida con Feinan de algún modo. No soy capaz de
explicarlo, pero es lo que me pasa y no puedo dejar de pensar en él.
-
Tranquila, estas confusa, eso es todo. -me dijo y me abrazó.
Me
gustaría que todo aquello fuera confusión y nada más. Pero lo que
estaba claro era que había una especie de vínculo que nos unía. Aún así, sabía que Michelle siempre estaría conmigo, y me sentí un poco mejor. Sonrei.
***
Feinan
pasó toda la noche encerrado en el calabozo. Sus heridas todavía
sangraban y tenía la piel desgarrada. Su padre no dejó que ningún
médico lo atendiera. Le tiraron una barra de pan dura para comer,
hasta tenía moho y todo.
Pero
entonces apareció su madre, con cremas hechas por ella misma con
hierbas curativas, aguja e hilo para cerrar las heridas y un trozo de
carne bien fresca. Cuando vio a su hijo tirado en el suelo sintió
como si le apuñalaran el corazón.
-
Oh, mi niño. Pero que te ha hecho ese animal. Ven, acércate.
Feinan
se acercó a los barrotes con la poca fuerza que le quedaba y dejó
que su madre lo abrazara, aunque el abrazó le resultó doloroso. Su
madre empezó a curarlo de prisa. Si la veían allí, no quería
imaginar lo que le harían.
-
Gracias –dijo Feinan y tosió.
-
No hables hijo. Tienes que descansar y comer algo. Toma. –y le dio
el trozo de carne.
-
No… pienso comer carne… en la vida –dijo Feinan tosiendo.
-
¿Por qué no? Venga, hazlo, te dará fuerzas.
-
No quiero… ser… príncipe. Por eso…no comeré carne… Jamás.
–esta vez tosió sangre. Su madre cogió su cara con las manos y lo
observó.
-
Pobrecito. ¿Has encontrado a tu amor, verdad? –Feinan asintió- es
ella la elegida, ¿a que sí? Y no la quieres poner en peligro.
–sonrió tristemente.
-
¿Cómo… lo sabes? –preguntó Feinan asombrado.
-
Soy tu madre y las madres sabemos todo. Te lo veo en los ojos. Con
tal de mencionarla se te ponen vidriosos. Por cierto, ¿Cómo se
llama?
-
Reira. –y tosió otra vez- es… preciosa, mamá… y… la quiero…
mucho. –se tambaleó un poco, mareado.
-
Que suerte tiene. –dijo su madre.
-
A ti… también… te quiero… mucho, mamá –e intentó sonreír
como siempre lo hacía.- mira. –sacó lentamente el puñal que le
di y se lo puso a su madre al lado del oído- ¿Lo… oyes?
-
Casi no lo hago, pero puedo sentir como un retumbar en la flor.
-
Es… su corazón… su… latido –cambió de postura- así… al
menos… sé que está viva.
-
¿Cómo es que esta flor contiene el latido de su corazón? –preguntó
su madre.
-
Es la… elegida… de… la naturaleza. Pregúntale a… ella. –y
por fin sonrió como lo hacía siempre. Dándole a su madre felicidad
y tranquilidad.
Después
de prometerle que el día siguiente le llevaría verdura y pasta para
comer y un poco de agua, su madre se alejó de allí sigilosamente.
Dejándolo acompañado de las ratas que rondaban por el alrededor.
***
Pasaron
dos días y tenía que prepararme para la boda del primo de Jaden.
Jaden
se empeñó en que tenía que ponerme el vestido que me puse para la
fiesta del pueblo y al final le hice caso.
-
Eres un pesado –le dije y suspiré. Si fuera Feinan me habría
respondido: de nacimiento. Pero Jaden respondió: un poco.
Ya
eran las 12:20 y Jaden no encontraba su traje.
-
¡Pero dónde se habrá metido ese estúpido traje! –gritó
asqueado.
-
¿No es esa bola arrugada de ahí? –le pregunté.
-
Ostras ¿y ahora qué hago?
-
Ponértelo e irnos a la iglesia. –se lo puso y siguió
refunfuñando.
-
No puedo ir así. –dijo señalándose e intenté alisar su traje.
Luego rió.
-
Vamos, llegamos tarde –le recordé.
Salimos
de su habitación corriendo y cuando llegamos a la iglesia estaban a
punto de empezar con la ceremonia. Entramos sigilosamente pero aún
así se nos quedaron mirando. Jaden le hizo un gesto de disculpa a su
primo y luego señaló su traje. Su primó rió mientras negaba con
la cabeza.
Nos
sentamos bastante delante porque había sitios reservados para
familiares y sus acompañantes y entonces empezó la ceremonia. La
novia estaba preciosa y emocionadísima. El novio también tenía los
ojos llenos de lágrimas. Me daban tanta pena… Se casaban hoy y la
semana que venía se tenían que separar.
Terminó
la ceremonia y salimos fuera, a la plaza. Todos los felicitaban y
nosotros también lo hicimos.
-
¡Felicidades! –dijimos y Jaden silbó fuerte.
-
Eres un loco de remate –le dijo su primo riéndose y la novia
también se rió.- pronto os toca a vosotros –yo me quedé con los
ojos de par en par y Jaden rió. "¿Pero qué dice este?" pensé.
-
Ya veremos, ya veremos –dijo Jaden y yo le miré como diciendo:
¡¿Qué dices?! Pero en el fondo sabía que no hablaba en serio.
Entonces nos alejamos de allí.
Fuimos
a la casa donde estaba el pequeño banquete de verduras.
-
Y yo 17 –dijo Jaden tranquilamente.
-
Digo que todavía no pienso casarme –le dije directamente.
-
Ni yo –dijo riendo y me rodeó la espalda con el brazo- Pero,
¿Quieres… ser mi prometida? –no podía creerme lo que me decía.
-
¿Eso que conlleva? –pregunté. La verdad es que no lo sabía,
aparte de decirle que me casaría con él más adelante.
-
No se… por ahora, ¿no mantener… “bueno tú ya sabes” con
ningún otro? Ser mi novia... ¿Y besarme solo a mí? –dijo con una
sonrisa malvada.
-
Entonces… sí. –en realidad me gustaba la idea y lo besé.
-
¡Estoy prometido! –grito como un tonto.
-
Calla –le dije riendo.
Mi
abuela siempre decía que ya era hora de encontrar “al padre de mis
futuros hijos” pero yo no tenía tantas prisas. Siempre le decía:
¡abuela tengo 16 años y no 17 o 18, y aún teniendo 18 también
esperaría! Cuando le contara que estaba prometida no se lo creería.
Comimos
lo que siempre comíamos, nada diferente. Normal, no había dinero.
Lo diferente fue que no le dejé beber ni una solo gota de alcohol a
Jaden. Fue más fácil de lo que me había imaginado, no protestó
pero sí que puso mala cara.
-
Tengo tanta sed… -me dijo cuando salimos fuera- no he bebido nada.
-
Ese es tú problema. No has querido beber nada que no tuviera
alcohol… -le recordé.
-
Pero no he bebido alcohol –apuntó con una sonrisa y me agarró la
mano- ¿Vamos a visitar a tú amiguita? –me preguntó.
-
¿Te parece bien ir así vestidos a una casa dónde hay muchos niños
escuchando un cuento e interrumpirlos? –le respondí en vez de
decir: no.
-
Sí –dijo y sin que tuviera tiempo a protestar ya estaba tocando la
puerta de la casa de Luisa- ¿Podemos nosotros también escuchar un
cuento? –le preguntó a Michelle cuando entramos.
-
Por mí… sentaos donde no tapéis a nadie.
Nos
sentamos justo al final de la sala y todos los niños nos miraban
sonrientes.
-
Señorita Michelle –dijo una niña- ¿Son esos el príncipe y la
princesa que salen en el cuento que nos estás contando? –yo me reí
y Michelle nos miró. Jaden le dijo con gestos que dijera que sí y
Michelle le hizo caso.
-
La princesa es muy guapa –le dijo otra niña.
-
Es preciosa –añadió Jaden y yo me sonrojé.
-
Entonces, ¿te gusta la princesa? –le preguntó la misma niña a
Jaden- ¿os casareis y comeréis perdices al final del cuento?
-
Eso nos dirá la “señorita Michelle”, ¿verdad? –respondió
Jaden.
-
Y ¿eres tan fuerte como en el cuento? –le preguntó un niño
entonces.
-
Sí, sí muy fuerte –le dijo Jaden al niño de unos tres años.
Luego lo cogió en su regazo y le hizo cosquillas. Siempre se le
dieron bien los niños.
Luego
Michelle siguió contando el cuento y los niños preguntaban un
montón de cosas que ella inventaba las respuestas al instante.
Finalizó el cuento diciendo que los príncipes se besaban y como
consecuencia los niños se nos quedaron mirando.
-
Besaos, como en el cuento –nos dijo de repente una niña de pelo
rubio muy claro que me llamó la atención.
-
Eso, eso –dijo otro niño.
Michelle
nos miraba sonriente y yo le miré a Jaden. Él me puso su mano en la
cintura y posó suavemente sus labios encima de los míos. Yo le puse
mis manos entre el cuello y la cara y le devolví el beso. Todos los
niños se reían y nos señalaban. Nosotros también nos reímos.
Entonces
Jaden se levantó y corrió hacia los niños riendo y diciendo:
¿vosotros qué miráis? Enseguida lo rodearon y empezaron a hacerle
mil preguntas. Pero había una niña que se avergonzaba y estaba un
poco aparte. Jaden se dio cuenta y le dijo:
-
¿Y tú cómo te llamas?
-
Daisy. –le respondió la niña mirando al suelo.
-
Que bonito nombre –la niña sonrió- Ven, Daisy –y ella fue
corriendo hasta él y Jaden la cogió en su regazo. Se veía que era
un buen chico. Sería un buen padre también.
Yo
me acerque a donde se encontraba Michelle y me senté a su lado.
-
Parece uno de ellos. –me dijo.
-
Es que es uno de ellos –confirmé riendo.
-
¿Desde cuándo se le da tan bien lo de ser padre?
-
Padre, no sé. Pero los niños siempre se le han dado bien, hasta
estando borracho y siendo imbécil.
Escrito por: Seira Vela
Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.
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