jueves, 1 de enero de 2015

Menrila: Capitulo 11

Capitulo 11
Me desperté gritando. Había sido lo peor que sentí en toda mi vida. Lo que yo no sabía era que había sido real, muy real.
Noté que estaba sudando y me aclaré la cara con agua del acantilado. Bajé al pueblo. Como todavía eran las cinco y media no había nadie. Decidí ir a casa de Michelle y desayunar.
Cuando llegué se me cayó todo lo que estaba en el cajón encima y hubo un estruendo gigantesco. Con tanto ruido Michelle acabó despertándose y vino a la cocina para ver lo que ocurría.
- ¿Pero qué andas haciendo a estas horas? –me preguntó.
- Volver del acantilado, decirte que me gusta Jaden y que se me ha caído todo lo que estaba dentro de este cajón encima. –le dije muy deprisa.
- Espera, espera, espera. ¿Qué acabas de decirme?



- Que se me ha caído… -me interrumpió.
- ¡Cómo te va a gustar otra vez ese imbécil!
Le conté todo lo ocurrido y ella se quedó boquiabierta. No se podía creer que lo hubiera perdonado. Suelo ser muy rencorosa.
- Pero tengo que confesarte una cosa. –le dije.
- Dime.
- Todavía estoy unida con Feinan de algún modo. No soy capaz de explicarlo, pero es lo que me pasa y no puedo dejar de pensar en él.
- Tranquila, estas confusa, eso es todo. -me dijo y me abrazó.

Me gustaría que todo aquello fuera confusión y nada más. Pero lo que estaba claro era que había una especie de vínculo que nos unía. Aún así, sabía que Michelle siempre estaría conmigo, y me sentí un poco mejor. Sonrei.
***


Feinan pasó toda la noche encerrado en el calabozo. Sus heridas todavía sangraban y tenía la piel desgarrada. Su padre no dejó que ningún médico lo atendiera. Le tiraron una barra de pan dura para comer, hasta tenía moho y todo.
Pero entonces apareció su madre, con cremas hechas por ella misma con hierbas curativas, aguja e hilo para cerrar las heridas y un trozo de carne bien fresca. Cuando vio a su hijo tirado en el suelo sintió como si le apuñalaran el corazón.
- Oh, mi niño. Pero que te ha hecho ese animal. Ven, acércate.
Feinan se acercó a los barrotes con la poca fuerza que le quedaba y dejó que su madre lo abrazara, aunque el abrazó le resultó doloroso. Su madre empezó a curarlo de prisa. Si la veían allí, no quería imaginar lo que le harían.
- Gracias –dijo Feinan y tosió.
- No hables hijo. Tienes que descansar y comer algo. Toma. –y le dio el trozo de carne.
- No… pienso comer carne… en la vida –dijo Feinan tosiendo.

- ¿Por qué no? Venga, hazlo, te dará fuerzas.
- No quiero… ser… príncipe. Por eso…no comeré carne… Jamás. –esta vez tosió sangre. Su madre cogió su cara con las manos y lo observó.
- Pobrecito. ¿Has encontrado a tu amor, verdad? –Feinan asintió- es ella la elegida, ¿a que sí? Y no la quieres poner en peligro. –sonrió tristemente.
- ¿Cómo… lo sabes? –preguntó Feinan asombrado.
- Soy tu madre y las madres sabemos todo. Te lo veo en los ojos. Con tal de mencionarla se te ponen vidriosos. Por cierto, ¿Cómo se llama?
- Reira. –y tosió otra vez- es… preciosa, mamá… y… la quiero… mucho. –se tambaleó un poco, mareado.
- Que suerte tiene. –dijo su madre.
- A ti… también… te quiero… mucho, mamá –e intentó sonreír como siempre lo hacía.- mira. –sacó lentamente el puñal que le di y se lo puso a su madre al lado del oído- ¿Lo… oyes?
- Casi no lo hago, pero puedo sentir como un retumbar en la flor.
- Es… su corazón… su… latido –cambió de postura- así… al menos… sé que está viva.
- ¿Cómo es que esta flor contiene el latido de su corazón? –preguntó su madre.
- Es la… elegida… de… la naturaleza. Pregúntale a… ella. –y por fin sonrió como lo hacía siempre. Dándole a su madre felicidad y tranquilidad.
Después de prometerle que el día siguiente le llevaría verdura y pasta para comer y un poco de agua, su madre se alejó de allí sigilosamente. Dejándolo acompañado de las ratas que rondaban por el alrededor.
***


Pasaron dos días y tenía que prepararme para la boda del primo de Jaden.
Jaden se empeñó en que tenía que ponerme el vestido que me puse para la fiesta del pueblo y al final le hice caso.
- Eres un pesado –le dije y suspiré. Si fuera Feinan me habría respondido: de nacimiento. Pero Jaden respondió: un poco.
Ya eran las 12:20 y Jaden no encontraba su traje.
- ¡Pero dónde se habrá metido ese estúpido traje! –gritó asqueado.


- ¿No es esa bola arrugada de ahí? –le pregunté.
- Ostras ¿y ahora qué hago?
- Ponértelo e irnos a la iglesia. –se lo puso y siguió refunfuñando.
- No puedo ir así. –dijo señalándose e intenté alisar su traje. Luego rió.
- Vamos, llegamos tarde –le recordé.
Salimos de su habitación corriendo y cuando llegamos a la iglesia estaban a punto de empezar con la ceremonia. Entramos sigilosamente pero aún así se nos quedaron mirando. Jaden le hizo un gesto de disculpa a su primo y luego señaló su traje. Su primó rió mientras negaba con la cabeza.
Nos sentamos bastante delante porque había sitios reservados para familiares y sus acompañantes y entonces empezó la ceremonia. La novia estaba preciosa y emocionadísima. El novio también tenía los ojos llenos de lágrimas. Me daban tanta pena… Se casaban hoy y la semana que venía se tenían que separar.
Terminó la ceremonia y salimos fuera, a la plaza. Todos los felicitaban y nosotros también lo hicimos.
- ¡Felicidades! –dijimos y Jaden silbó fuerte.
- Eres un loco de remate –le dijo su primo riéndose y la novia también se rió.- pronto os toca a vosotros –yo me quedé con los ojos de par en par y Jaden rió. "¿Pero qué dice este?" pensé.
- Ya veremos, ya veremos –dijo Jaden y yo le miré como diciendo: ¡¿Qué dices?! Pero en el fondo sabía que no hablaba en serio. Entonces nos alejamos de allí.
Fuimos a la casa donde estaba el pequeño banquete de verduras.
- Tengo 16 años –le advertí.


- Y yo 17 –dijo Jaden tranquilamente.
- Digo que todavía no pienso casarme –le dije directamente.
- Ni yo –dijo riendo y me rodeó la espalda con el brazo- Pero, ¿Quieres… ser mi prometida? –no podía creerme lo que me decía.
- ¿Eso que conlleva? –pregunté. La verdad es que no lo sabía, aparte de decirle que me casaría con él más adelante.
- No se… por ahora, ¿no mantener… “bueno tú ya sabes” con ningún otro? Ser mi novia... ¿Y besarme solo a mí? –dijo con una sonrisa malvada.
- Entonces… sí. –en realidad me gustaba la idea y lo besé.
- ¡Estoy prometido! –grito como un tonto.
- Calla –le dije riendo.
Mi abuela siempre decía que ya era hora de encontrar “al padre de mis futuros hijos” pero yo no tenía tantas prisas. Siempre le decía: ¡abuela tengo 16 años y no 17 o 18, y aún teniendo 18 también esperaría! Cuando le contara que estaba prometida no se lo creería.
Comimos lo que siempre comíamos, nada diferente. Normal, no había dinero. Lo diferente fue que no le dejé beber ni una solo gota de alcohol a Jaden. Fue más fácil de lo que me había imaginado, no protestó pero sí que puso mala cara.
- Tengo tanta sed… -me dijo cuando salimos fuera- no he bebido nada.
- Ese es tú problema. No has querido beber nada que no tuviera alcohol… -le recordé.


- Pero no he bebido alcohol –apuntó con una sonrisa y me agarró la mano- ¿Vamos a visitar a tú amiguita? –me preguntó.
- ¿Te parece bien ir así vestidos a una casa dónde hay muchos niños escuchando un cuento e interrumpirlos? –le respondí en vez de decir: no.
- Sí –dijo y sin que tuviera tiempo a protestar ya estaba tocando la puerta de la casa de Luisa- ¿Podemos nosotros también escuchar un cuento? –le preguntó a Michelle cuando entramos.
- Por mí… sentaos donde no tapéis a nadie.
Nos sentamos justo al final de la sala y todos los niños nos miraban sonrientes.
- Señorita Michelle –dijo una niña- ¿Son esos el príncipe y la princesa que salen en el cuento que nos estás contando? –yo me reí y Michelle nos miró. Jaden le dijo con gestos que dijera que sí y Michelle le hizo caso.
- La princesa es muy guapa –le dijo otra niña.
- Es preciosa –añadió Jaden y yo me sonrojé.
- Entonces, ¿te gusta la princesa? –le preguntó la misma niña a Jaden- ¿os casareis y comeréis perdices al final del cuento?
- Eso nos dirá la “señorita Michelle”, ¿verdad? –respondió Jaden.
- Y ¿eres tan fuerte como en el cuento? –le preguntó un niño entonces.
- Sí, sí muy fuerte –le dijo Jaden al niño de unos tres años. Luego lo cogió en su regazo y le hizo cosquillas. Siempre se le dieron bien los niños.
Luego Michelle siguió contando el cuento y los niños preguntaban un montón de cosas que ella inventaba las respuestas al instante. Finalizó el cuento diciendo que los príncipes se besaban y como consecuencia los niños se nos quedaron mirando.
- Besaos, como en el cuento –nos dijo de repente una niña de pelo rubio muy claro que me llamó la atención.
- Eso, eso –dijo otro niño.
Michelle nos miraba sonriente y yo le miré a Jaden. Él me puso su mano en la cintura y posó suavemente sus labios encima de los míos. Yo le puse mis manos entre el cuello y la cara y le devolví el beso. Todos los niños se reían y nos señalaban. Nosotros también nos reímos.


Entonces Jaden se levantó y corrió hacia los niños riendo y diciendo: ¿vosotros qué miráis? Enseguida lo rodearon y empezaron a hacerle mil preguntas. Pero había una niña que se avergonzaba y estaba un poco aparte. Jaden se dio cuenta y le dijo:
- ¿Y tú cómo te llamas?
- Daisy. –le respondió la niña mirando al suelo.
- Que bonito nombre –la niña sonrió- Ven, Daisy –y ella fue corriendo hasta él y Jaden la cogió en su regazo. Se veía que era un buen chico. Sería un buen padre también.
Yo me acerque a donde se encontraba Michelle y me senté a su lado.
- Parece uno de ellos. –me dijo.
- Es que es uno de ellos –confirmé riendo.
- ¿Desde cuándo se le da tan bien lo de ser padre?
- Padre, no sé. Pero los niños siempre se le han dado bien, hasta estando borracho y siendo imbécil.

Escrito por: Seira Vela

Todos los derechos de autor reservados. Se prohiben copias, parciales o totales, de la historia. Tampoco adaptaciones.



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