sábado, 20 de diciembre de 2014

Menrila: Capitulo 10

Capitulo 10
Kyle y Feinan entraron en el palacio sigilosamente y se dirigieron a la sala del trono, donde se encontraba el padre de Feinan, el Rey de Nilanda. Caminaban bastante rápido y notaban cómo todas las miradas de los que trabajaban allí se posaban en ellos. Las miradas eran de asombro y tristeza a la vez. Llegaron a la puerta que llevaba a la sala del trono y Feinan la abrió de par en par sin pedir permiso antes, lo que era una falta de respeto increíble.
Cuando el rey lo vio se quedó mirándolo sin decir nada.
- Traigo malas noticias, mi rey –dijo Feinan- no hay ningún elegido en Segelia. Hemos mirado en cada rincón del pueblo y no hay rastro del elegido.
- Estás mintiendo –dijo su padre firmemente.
- No lo hago, se lo prometo. –Feinan empezaba a ponerse nervioso.



- Te dije que no volvieras a menos que lo encontraras. Has desobedecido mis órdenes. ¿Qué tienes que decir al respecto?
- Os quería avisar de que no hay elegido en Segelia, mi rey. –dijo, pero en realidad volvió para no ponernos en peligro a nosotras.
- Enviad a unos cuantos soldados para que revisen hasta el último habitante que hay. Así no tendrá escapatoria. Si alguien se niega a ser registrado matadlo. –ordenó.
- ¡Te digo que allí no hay nada! –explotó Feinan gritando. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos ante la conducta de Feinan. Desde que era pequeño se encargaron de educarlo perfectamente. Siempre se dirigía de usted a su padre y no le había gritado nunca. Tenía un gran respeto hacia él y lo llamaba “mi rey”.
- No te atrevas a gritarme. La decisión está tomada –su padre dio por finalizada la discusión.
- ¡Pero no tienes ni idea de lo que harás con eso! ¡Hay muchas familias que temen a Nilanda por el hecho de que matasteis a muchos de sus hombres! ¡Sembrarás el caos! ¡Déjalos en paz! ¡Te odiarán! ¡Te odiaré! ¡Púdrete en el infierno!–gritó sin importarle lo que aquello provocaría.
- Cómo te atreves –se interrumpió.- ¡Cogedlo y dadle un latigazo por cada palabra que ha dicho! –les ordenó a los soldados y estos vinieron corriendo a arrestarlo.
- Si a tu hijo le haces esto, no me imagino lo que le harás al que no lo es. –dijo Feinan casi murmurando- Y por si no te acuerdas ¡soy el elegido del fuego! No te conviene matar a los elegidos ¿no es cierto? Sino hay más posibilidades de perder la guerra –se le marcó una sonrisa torcida en la cara.- Morirás muy pronto, ya lo verás y yo estaré ahí para reírme de ello. –dijo con una carcajada hueca- Te lo aseguro, ¡igual que tú lo hiciste con mi hermana! ¡Te vi matarla con solo 5 años! Y desde entonces no ha sido respeto lo que he sentido hacia ti como todos piensan, ha sido miedo a que me hicieras lo mismo. Pero ya no te tengo miedo –luego se compadeció de su madre- Pobre mamá, te tiene que aguantar todos los días –miró a su madre- a ti sí que te quiero mamá –y su madre empezó a llorar.
- ¡Llevadlo de aquí y dadle 50 latigazos ahora mismo! Sin embargo, no lo decapitéis. Necesitamos al fuego. Si no fuera así lo mataría yo mismo –dijo su padre y su madre empezó a llorar con más intensidad.
Lo llevaron a la sala de los castigos y todos los que estaban en Nilanda se reunieron para ver cómo lo torturaban. Lo harían cuando el sol se pusiera, cuando la llama de fuego de su interior era más débil. Justo cuando yo estaba intentando olvidarle.
El sol se puso y en la sala se oían solo los llantos desesperados de su madre, la reina. Lo ataron con cuerdas y cadenas para que no se moviera ni se escapara. Kyle miraba desde lo alto de la sala, con los ojos llenos de lágrimas y pensando en el modo de rescatar a su mejor amigo. No podía creerse lo que estaba a punto de ocurrir.

Primer latigazo, el segundo más doloroso. Lo sé porque yo sentía todo lo que Feinan estaba sintiendo en ese mismo instante. Estaba dormida, era como una pesadilla de dolor.
Feinan gritaba y sus ojos color esmeralda le ardían. Sus gritos retumbaban en mi cabeza y sentía ganas de llorar. Estaba sufriendo de verdad y lo peor era que el que le daba los latigazos era su padre. Le daba tan fuerte que le cortaba la respiración. Era como si mi corazón se parase.
A Feinan se le cayó el puñal al suelo y notó que con cada golpe que le daban mi corazón paraba de latir. Al principio se preocupó y luego, se dio cuenta de lo que ocurría: estábamos unidos por el hecho de ser elegidos y estar enamorados. Yo sentía lo que él sentía, y el sentía lo que yo sentía.
El latigazo número treinta. De no ser un elegido ya se abría muerto hace tiempo. Una persona normal no puede aguantar tanto dolor. Estaba sudoroso y su piel ardía en llamas.
Latigazo número 35: en todo el pecho. Estaba tosiendo. Tosía mucho. Tosía sangre.
- ¡Feinan no te rindas! –gritó Kyle y el rey lo atravesó con la mirada. Todos lo miraban.
- No te atrevas a interrumpir, sino serás decapitado. –le advirtió el rey.
- Hijo, no te rindas –susurró la madre de Feinan y este sonrió al oírlo. Nadie más lo oyó.
- ¿Qué,… ya… te has cansado?… fracasado de mierda… -Le dijo Feinan a su padre casi sin aliento y con los ojos llenos de sangre.

Entonces recibió el latigazo 36 y luego el 37.
- Podría… clavarme esto… justo aquí… Te ahorraría… el trabajo -dijo señalando el puñal y el corazón- pero… prometí una… cosa –y soltó una carcajada hueca- y… morir… no está… en mis planes.
- ¡Calla! –le espetó su padre y le dio otros tres latigazos.
- Yo… seré feliz y… tú… no existirás… -dicho eso tosió sangre otra vez. Se ganó otro latigazo.- me pregunto… si… habrás… querido a…- tosió- alguien en… tu miserable… vida. –silencio- Creo… que no- y otra sonrisa torcida apareció en su cara pero no duró mucho en convertirse en un grito de dolor. Otro latigazo- Yo… sí. –y sonrió al recordarme.
- ¡Si no te callas, vas al calabozo! –le aseguro su padre.
- Una… chica… increíble. –otro latigazo- De pelo… castaño… ojos marrones… y guerrera… hasta el… fin.
- ¿Cómo se llama? –preguntó secamente su padre con la intención de encontrarme y matarme delante de Feinan. Con eso sí que lograría dañar a su hijo.
- Oh… eso… ¿se me habrá…olvidado? –otro latigazo. Todavía le quedaban fuerzas para bromear aún estando en una situación como aquella. Kyle y su madre no se lo podían creer, igual que todos los presentes. Entre ellos estaba mi primo, Deif quien oyendo lo que decía Feinan supo que se trataba de mí.

- Pues ten presente que la mataré. –le dijo su padre y Deif abrió los ojos como platos.
- Oh… no lo harás –dijo Feinan- aunque lo… quisieras e… intentaras.
- Lo haré, de la manera más cruel que existe y además, delante de ti ¿Por qué no lo podría hacer? –latigazo numero 50. El latigazo fue tan fuerte que Feinan casi no pudo responder.
- Porque ella es mi guerrera. –susurró, guardó el puñal en el bolsillo y se desmayó delante de todos. En medio de la gigantesca sala de castigo. Lleno de sudor y... sangre.



Escrito por: Seira Vela

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